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José de San Martín: el libertador de medio continente –segunda parte-

04/03/2018 00:00 Santiago
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EL PLAN CONTINENTAL. CRUCE DE LOS ANDES. INDEPENDENCIA DE CHILE

José de San Martín se prepara para iniciar el plan continental que había imagina y acordado con el director supremo de las Provincias Unidas, Juan Martín de Pueyrredón y discutido con el general Manuel Belgrano. Este plan, quizá la estrategia militar más trascendente de la historia de la independencia americana, tuvo una visión única con campañas concurrentes. En la frontera con el Virreinato del Perú, la orden fue impedir la penetración de las tropas imperiales por la línea imaginaria formada por San Salvador de Jujuy y Tarija, tarea encomendada al primer gobernador de Salta, Martín Miguel de Güemes, quien de la mano de los "infernales", sus gauchos y milicianos, tuvo un éxito rotundo. La pieza central de este dispositivo que podríamos calificar como de "relojería" militar fue sin duda el Ejército de los Andes, formado en las afueras de la ciudad de Mendoza y convertido en una maquinaria demoledora de enemigos. Lo logrado por San Martín y sus oficiales en dos años, junto al apoyo político y económico del Directorio, y el sacrificio de los pueblos de Cuyo es inconmensurable. Para principios de 1817 estaba organizado el Ejército con un estado mayor de tres generales, 30 jefes, 200 oficiales, 4000 soldados, 1200 milicianos y 500 auxiliares. La logística incluía 1500 caballos, 11000 mulas y 16 piezas de artillería. Figuras legendarias como las patricias mendocinas, que confeccionaron la bandera del Ejército, hoy bandera de Mendoza; Luis Beltrán, franciscano que se convirtió en el vulcano de San Martín, fundiendo cañones y diseñando arneses que trasladaron todo a través de los Andes y José Antonio álvarez Condarco, el jefe de la guerra de zapa, además del cartógrafo de confianza del jefe supremo. El cruce de los Andes es la campaña militar más notable de la historia sudamericana, y consistió en atravesar simultáneamente, los más altos cerros de la geografía de América. Tuve la oportunidad de realizar la recreación del Cruce de los Andes por el paso de los Patos, que es el que usó el propio Libertador para llegar a Chile. Sobrecoge el escarpado escenario de desfiladeros, valles y alturas por los que las legendarias mulas llevaron a los hombres, vituallas y armas rumbo a las victorias. Contemplar el Aconcagua, desde la cuesta del Espinacito, a más de 4.600 metros de altura es algo formidable.

Y sentir la emoción de estar exactamente en el lugar por el que pasó el general San Martín con sus casi cinco mil hombres es algo irrepetible. Vivir la historia en el lugar en que ocurrieron los hechos es algo que recomiendo con fervor. Dos columnas principales partieron en enero de 1817 hacia Chile. Una, al mando del general Juan Gualberto Gregorio de las Heras, jefe no siempre recordado, usó el paso de Uspallata al mando de 900 hombres, cuya finalidad principal era convencer a los realistas, que eran mandados por el capitán general de Chile, Casimiro Marcó del Pont y su jefe militar Rafael Maroto, que ese era el camino elegido por San Martín.

Sin embargo, el grueso del Ejército se dirigió al paso más difícil, el de los Patos, ubicado al sur de la provincia de San Juan, donde el cruce se convirtió en epopeya. Basta decir que se desbarrancaron dos tercios de los caballos. Y llegaron a Chile, bajo las órdenes de San Martín, y sus segundos Bernardo O'Higgins y Miguel Soler, los casi cinco mil hombres de la columna principal, que el 12 de febrero de 1817, en las cuestas de Chacabuco, iniciarían la gloriosa independencia definitiva de Chile y de la América del Sur.

Además de las dos columnas principales, el cruce de la cordillera contempló cuatro columnas secundarias que al mismo tiempo llegaron a Chile. Desde San Juan partió la columna al mando de Juan Manuel Cabot, que tomó La Serena y Coquimbo. Por el sur de Mendoza, cruzó por el paso de Planchón, el comandante Ramón Freire, chileno, quién apareció al sur de Santiago, desquiciando el sistema de defensa realista. Desde La Rioja, el oficial Francisco Zelada, enviado por el general Belgrano, cruzó por el paso de Come-Caballos y tomó la ciudad de Copiapó. Y la cuarta columna auxiliar al mando de José León Lemos, un legendario oficial que llegaría a general, cruzó por el paso del Portillo rumbo a los llanos del Maipo y atacó el fuerte de San Gabriel.

La batalla de Chacabuco desafió todas las teorías militares, ya que el ataque de San Martín no tuvo en cuenta la cantidad de hombres necesarios para tomar una posición y el triunfo completo no evito una rencilla que estaba latente entre el general chileno O'Higgins y el general porteño Soler, quién acusó al primero de no respetar las órdenes de San Martín. El peligro de la discordia en el bando libertador, hizo que San Martín tomara una decisión no deseada que fue enviar a Buenos Aires a su querido Soler. La alianza política con O'Higgins fue privilegiada sobre la razón militar. El 16 de febrero de 1817, reafirmando la independencia chilena, convocó a una asamblea para elegir gobernante.

No aceptó ser él el director, ya que manifestó la voluntad libertadora de los pueblos y Chile debía ser gobernado por un chileno. Así fue que O'Higgins resultó elegido director supremo del país naciente. Vale notar que se eligió el mismo camino institucional de las Provincias Unidas. La sorpresa de Cancha Rayada, en el amanecer del 20 de marzo de 1818, puso en riesgo la libertad de Chile, y fue herido O'Higgins, resultando fracturado su brazo. En sólo una quincena San Martín reorganizó a las tropas y el 5 de abril arrasó al ejército imperial en el valle del Maipo, en la batalla que conocemos como Maipú, la más extraordinaria victoria militar en el cono sur.

Chile fue independiente para siempre y ha quedado como imagen de esa batalla el abrazo de los dos libertadores, que aún hoy figura en el billete de 5 pesos.

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