Ramón Castillo, el vicepresidente inesperado que fue el conservador derrocado Ramón Castillo, el vicepresidente inesperado que fue el conservador derrocado
A lo largo de nuestra historia institucional, varios vicepresidentes llegaron a la presidencia. Algunos, como José Figueroa Alcorta y Victorino de la Plaza, por la muerte de los primeros mandatarios Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña. Otros, como Carlos Pellegrini y José Evaristo Uriburu, por la renuncia de Miguel Juárez Celman y Luis Sáenz Peña. Y dos de ellos ni siquiera pudieron terminar el mandato que les restaba: María Estela Martínez de Perón y Ramón Castillo, que llegaron a la cima del poder por la muerte de sus compañeros de fórmula: Juan Domingo Perón y Roberto Marcelino Ortiz, y fueron derrocados por un golpe de Estado.
Sin duda, ocuparnos de Ramón Castillo, es descubrir a un personaje bastante desconocido de la historia argentina, con algunas características que lo hacen interesante y nos muestran un tiempo de la política que aún hoy se discute, sobre todo si la Argentina eligió el camino correcto en la encrucijada de los años de 1940.
NACIMIENTO, INFANCIA, ESTUDIOS Y FAMILIA
Ramón Antonio Castillo nace el 20 de noviembre de 1873 en Ancasti, provincia de Catamarca, en el seno de la familia formada por Rafael Castillo Arias y María de Jesús Grimanesa Barrionuevo. Eran dieciséis hermanos.
Pudo estudiar las primeras letras en su tierra y luego de terminar la escuela secundaria, viajó a Buenos Aires para seguir derecho en la Universidad, donde obtendrá el título de abogado.
Sin duda le molestaba a Castillo abreviar su segundo nombre, Antonio, en los escritos, ya que podía leerse como “Ramona”. Por eso, tanto en su firma como en la aclaración de su nombre comienza a aparecer “S”, letra que no significa nada pero que evitaba la broma fácil. Mantuvo esta costumbre hasta su muerte.
En 1903 se casa con María Delia Luzuriaga, en la iglesia de las Victorias, en Buenos Aires. Tuvieron seis hijos, los dos últimos mellizos. Una curiosidad de su carácter es la manifestación de cierto complejo con su baja estatura física. Varias imágenes de su presidencia lo muestran en puntas de pie durante los actos protocolares. Por supuesto, los humoristas políticos se dedicaban a remarcar esta cuestión.
VIDA PúBLICA Y CARRERA POLíTICA
Castillo dedicó su conocimiento jurídico a la academia y a la tarea judicial. Fue durante muchos años profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, donde llegó a ocupar el decanato, luego de la reforma universitaria de 1918, votado por los tres claustros. Durante su mandato las clases comenzaron a darse en el edificio, nunca terminado, sobre la avenida Las Heras, hoy facultad de Ingeniería.
A principios del siglo XX fue designado juez Penal en San Nicolás de los Arroyos, y fue promovido a la Cámara de Apelaciones en lo Comercial de la Capital Federal, que será la culminación de su carrera judicial.
Su adhesión al partido autonomista nacional, expresión del pensamiento conservador argentino, lo llevó a aceptar la intervención federal a la provincia de Tucumán, durante el primer golpe de Estado en 1930. Su convicción acerca de las fallas de la democracia como sistema marcará su actuación política.
En 1932 fue elegido senador nacional por Catamarca hasta 1935. En 1936 fue designado ministro de Instrucción Pública y Justicia por el presidente Agustín Justo, quien luego lo traslada a la cartera de Interior.
No le tembló el pulso a Castillo para torcer la voluntad electoral durante las elecciones a gobernador de 1936, provocando el escándalo del llamado “fraude patriótico”. Es bueno aclarar que ningún fraude ni delito puede ser patriótico. En Santiago del Estero, luego de la gobernación del médico Juan Bautista Castro, es elegido con su apoyo el abogado Pío Montenegro, que al apartarse de los lineamientos del gobierno nacional, termina su gobierno por la intervención federal en 1939. Para Castillo el manejo político de las provincias vecinas a la suya, era casi una cuestión personal.
VICEPRESIDENCIA Y PRIMERA MAGISTRATURA
La proximidad de las elecciones presidenciales de 1937, sumada a las convulsiones que el mundo padecía, en algunos casos con gran influencia en el país, como la guerra civil española, las tensiones entre Alemania e Italia con Francia e Inglaterra, y la consolidación de gobiernos autoritarios en muchos países europeos, hizo que Justo digitara con precisión su sucesión. Eligió al radical antipersonalista Roberto Ortiz como cabeza de fórmula y para mantener la alianza con los conservadores cedió la vicepresidencia, que recayó en Ramón Castillo.
La campaña fue intensa y el riesgo del triunfo de los radicales encabezados por Marcelo T. de Alvear y Enrique Mosca fue neutralizado por el uso de prácticas fraudulentas que garantizaron el triunfo oficialista. Pero la asunción de Ortiz produjo una sorpresa. El presidente buscaba regresar a la limpieza electoral. Intervino las provincias en las que el fraude había sido escandaloso. Eso produjo un gran cimbronazo en la Concordancia, y la destitución del gobernador de Catamarca Juan Cerezo, sin consultar al vicepresidente, los enemistó para siempre. Y el drama de la salud de Ortiz, al que su diabetes condenó a la ceguera, lo obligó a ceder el mando a Castillo, convertido entonces en uno de sus grandes enemigos. Pocas veces la salud de un presidente tuvo tanta influencia en la historia del país.
Santiago del Estero recupera la normalidad institucional con la elección del abogado José Ignacio Cáceres, radical apoyado por Ortiz, que sigue adelante con las primeras construcciones de barrios de casas baratas y trata de evitar grandes convulsiones políticas, lo que logra hasta 1943.
Castillo, que asume provisoriamente el 3 de julio de 1940, comienza a revertir las decisiones del presidente enfermo en el campo electoral, rehabilitando el uso del fraude. Las consecuencias de la segunda guerra mundial lo inducen llevar adelante políticas de cierto perfil estatista, como la creación de Fabricaciones Militares y de la Flota Mercante del Estado y la revocación de varias concesiones portuarias en manos extranjeras. Para consolidar su poder político disuelve el Concejo Deliberante de Buenos Aires, que no funcionará hasta 1958. Sin embargo, mantuvo la política de obras públicas, característica de los gobiernos conservadores, inaugurando la primera autopista de Sudamérica, la avenida General Paz que limita a la Capital Federal con la provincia de Buenos Aires.
El gobierno de Castillo queda presionado, a diestra y siniestra, por los aliadófilos y los partidarios del eje, decidiendo mantener la neutralidad del país en la guerra. Pero el escenario político cambiará trágicamente en 1942. Mueren Alvear, Ortiz y a principios de 1943 Justo. Queda vaciado el liderazgo político y Castillo, gran académico y magistrado, ya como presidente efectivo desde el 15 de junio de 1942, demuestra su corta estatura como estadista. Se recuesta en sus amigos y cuando se acerca la elección presidencial elige a su candidato a sucederlo, Robustiano Patrón Costas, salteño aristócrata que marca la tendencia a una mayor concentración conservadora, y eso precipita el golpe de Estado del 4 de junio de 1943, encabezado por el ala nacionalista del Ejército, que triunfa y acomodará al país en una posición cercana al Eje: Alemania, Italia y Japón. Es quizá la más desafortunada decisión política estratégica de la Argentina en su historia.
El presidente destituido se embarca en un rastreador de la Marina de Guerra, que no participa del golpe de Estado, el único producido contra un gobierno conservador. Viaja al Uruguay y allí se exilia un tiempo hasta que regresa a una casa familiar, totalmente retirado de la actividad política.








