Camino de huida y vuelta Camino de huida y vuelta
No toques si duele, amor,
que una herida de tu mano
es como una primavera helada
y este cuerpo tirita con un solo roce.
No te quedes a verme llorar
si desconoces el polvo que inunda mis ojos,
si no sabes
que mis pupilas solo son escondites de palabras,
si lo único que quieres es borrar mis lágrimas
en vez de dejar que me seque y pueda respirar.
No te quedes a verme llorar
que no quiero mojarte
y que mueras de frío.
No te quedes a verme llorar
si no vas a besarme los ojos
y ahogarte conmigo.
No me rompas el pelo
que desde que te quiero nunca me peino,
y si ahora te marchas
tendré que volver a encontrarme en el espejo,
y yo solo quiero mirarme en tus ojos.
No vuelvas contra mí
todos los motivos que inventaste para quererme
como si fueras una suicida por amor,
que el romanticismo está hecho
para los que tienen el corazón roto.
No huyas
si no es
de ti
hacia mí
el movimiento.
No me empujes al precipicio
y me preguntes con voz rota
si te prefiero a ti o a los puentes,
no me beses si no vas a volver,
no te vayas si no vas a girarte mientras lo haces,
no te quedes
si tu vida es un camino de huida y vuelta,
no me abraces por rutina
y no dejes de hacerlo por costumbre,
no te vuelvas hielo
cuando el frío nos apriete las costuras,
no te derritas
cuando mi boca ya esté seca y no pueda sostenerte.
No me duelas
si no vas a curarte.
No me quieras,
que amor es quererse
hasta cuando no me quieres
y eso es lo único que querría que hicieras siempre
y eso es lo único que nunca te pediré que hagas.
La poesía me ama con tristeza
y me concede el don de saber cómo inventarte,
de traerte a mis orillas
y volverte espuma salada en los ojos.
La poesía me acaricia la espalda con los dientes,
deja un rastro de sangre caliente por mis dedos
y apuñala con ternura mis verdades.
La poesía
me permite pintarte un día
entera del color del otoño,
hablar del movimiento de tu pelvis
cuando atacas con violencia las aceras,
resumir de un modo sencillo
el rastro de música
que deja el silencio
cuando decides llorarlo
o reírlo
y llamar de otra manera
a la facilidad que tienes
de curar mi suciedad.
Puedo escribir que me amas,
que hoy es París en tu azotea,
que elegiste sin dudar mi desorden
frente a su sonrisa
y te quieres por ello,
que hubo una tarde en la que hicimos el amor
durante tantos siglos
que atravesamos desnudas la barrera del sonido
y los delfines supieron de qué hablábamos.
Puedo escribir que no te has ido,
que no hay noche en la que tu lengua no meza mi cama,
que no puedes tocarte sin mis manos,
que nos declaramos culpables de cualquier triunfo involuntario.
Puedo escribir que tus lágrimas
saben a las teclas de un piano dentro de una nube,
que en tu cuello anidan las madres de las golondrinas
y que he visto brotar pétalos de fuego
en las yemas de los dedos de tus pies.
Puedo escribir que crecen desiertos de arena
en mi garganta
cuando no te escucho,
que la piel me sabe a hiel
y todas las lenguas son ásperas piedras
si no es tu ansia la que me espera,
que te echo de menos
como un cuerpo desmembrado,
como un cadáver sin sustento,
que te echo
tanto
de
menos
que he abierto todas las ventanas
para llegar antes al techo.
Puedo escribir que vienes a verme,
que vuelves
a mis huecos
levantando mi alma y el viento con tu falda,
tus palabras diciéndome
que no hay jardín sin mi lluvia y mi cariño,
que no has dejado de latirme en la demora.
Puedo escribir que estás aquí esta noche,
envuelta como un gato entre mis piernas
y esa manta que acaricias con ternura,
que te quitas la ropa despacio
como si no hubiera mirada
mientras la lascivia recorre mis comisuras,
que me esperas en calma en la cama
tras el punto y final.
Puedo ir más allá
y escribir cosas
como que tú estás aquí
y yo no estoy creando este poema,
y solo así
Hacerlo verdad.
La poesía,
del mismo modo,
le da la vuelta a las cosas,
pone boca arriba a las certezas,
me explica que uno más uno
solo puede ser uno,
clava su pupila
-azul-
en la mía
y me escupe su mayor verdad a la cara:
La vida es para quien se conforma.
La poesía,
para quien sueña y desea...
y no tiene miedo de contarlo.