La histórica comarca, según la visión de un apasionado de la historia local La histórica comarca, según la visión de un apasionado de la historia local
pueblo del sur de la provincia
de Santiago del Estero,
cuyo esplendor lo alcanzó a fines
del siglo XIX y principios
del siglo XX. Fue fundada alrededor
del año 1850, por la familia
Fernández-Cuenca. Pero,
nos abocaremos a narrar lo
sucedido en este pueblo a partir
del año 1920 a 1940 aproximadamente,
basándonos en
el testimonio oral de antiguos
pobladores. Jacinta Coronel
(1920-2017) y Ramona Serrano
(1916-2012), ya fallecidas,
son dos de esas inestimables
fuentes.
De este otrora “pintoresco
pueblo”, en la actualidad solo
han quedado sus ruinas. Transitando
sus solitarias calles y
esas derruidas casas, intentaremos
reconstruir un recorte
temporal de su historia.
Se sabe que los tiempos de
bonanza fueron decayendo a
partir del año 1935, época en
que se produjo el éxodo masivo
de los habitantes de Quebrachos
a los nuevos pueblos
nacidos a orillas de las vías del
Ferrocarril Central Argentino:
nuevas estaciones como Sumampa,
Sol de Julio y Ramírez
de Velazco.
Cuando una de nuestras entrevistadas,
Jacinta, nació, los
pioneros de Villa Quebrachos
ya habían fallecido; el coronel
Juan Manuel Fernández y su
esposa, Consolación Argañaraz,
ya descansaban en el mausoleo
familiar que sobresalía
en el cementerio de esta localidad.
Por lo tanto, a ese primer
período de gestación e inicio
de la villa no nos referiremos
en este trabajo, nos enfocaremos
en el segundo período de
esplendor y decadencia, de un
pueblo que en la actualidad se
resiste a morir.
Trazado como la mayoría de
los pueblos del interior, en forma
de damero, la villa tenía su
plaza en el centro, su iglesia,
una cuadra rodeada de casonas
con fachadas al estilo francés
e italiano. En los alrededores,
el trazado de las cuadras
continuaba, pero las casas eran
tipo ranchos, aunque siempre
prolijos, blanqueados con cal.
Los sitios estaban separados
por tapias, hebras de alambre
o envarillados de jarilla; así como
en los alrededores podían
encontrarse cercos de ramas y
cardones.
“La mayoría de las casas estaban
adornadas con enredaderas
y plantas de flores, desde
la casona céntrica hasta el rancho
más humilde. En este sentido,
era de admirar la casa de
don Pedro Cañete, ésta quedaba
hacia el norte de la plaza por
el camino que va a Los Cóndores,
allí doña Clarita, su esposa,
tenía un jardín excepcional,
con flores de variadas especies:
nardos, rosas, retamas, claveles,
geranios, achiras y cuántas
plantas de flores más. A esta
señora le solían comprar flores
para las alumbradas”, según
recordara doña Jacinta
Coronel.
“Alrededor del año 1920,
en este pueblo santiagueño rara
vez podías encontrarte con
un automóvil, se veía gente de
a pie; por lo general, los hombres
andaban a caballo, los niños
en burros, cada casa tenía
una zorra para traer leña o acarrear
agua y eran muy pocos
los vecinos que tenían sulkys.
Los que tenían sulkys eran don
Humberto Tejera, don Gabino
Juárez y los Córdoba que solían
venir de Terán; en realidad
este medio de transporte se difundió
ampliamente después
del año 1932 en que pasó el ferrocarril,
ya que en los vagones
de carga traían los sulkys desarmados
desde la Pampa Húmeda,
los peones golondrina
que iban a trabajar al Sur”, se
desprende del relato de Ramona
Serrano.
Era un pueblo laborioso que
comenzaba sus actividades
temprano, todo estaba relacionado
con la producción ganadera.
El golpeteo de morteros,
el canto de los gallos, los silbidos
de los paisanos y el balido
de la majada marcaban el comienzo
de la jornada.