Deseabilidad social, su definición, los aspectos importantes, sus características Deseabilidad social, su definición, los aspectos importantes, sus características
Por el Lic. Mariano Vega Botter - Neuropsicólogo
Concepto
La deseabilidad social puede entenderse como un estilo de respuesta, o como una tendencia de conducta, en situaciones donde existe un componente de juicio por parte de los demás. Recoge una serie de atributos, pensamientos, actos y creencias que son valorados (por el grupo de pertenencia) como aceptables; por lo que se deriva una recompensa ante su adhesión y una sanción (o rechazo) ante su incumplimiento. Debido a que la mayor parte de los seres humanos desean mostrar ante los demás una imagen favorable, que a menudo se concreta en máscaras cuyo fin es ocultar todo lo que es percibido como inaceptable, existiría una presión dirigida a ajustar la individualidad para adaptarla a los moldes de la expectativa. Así, los vericuetos de la verdadera identidad solo se mostrarían ante personas cuyo vínculo nos garantizara la aceptación y la validación.
La expresión más intensa de la deseabilidad social se daría en el supuesto de que percibiéramos una notable discrepancia entre lo que creemos ser y lo que otros esperan de nosotros, sobre todo cuando asignamos un alto valor positivo a la aceptación y un alto valor negativo al rechazo.
La importancia de este concepto es tal que se estima que puede influir en los resultados de la evaluación psicológica, de forma especial en el ámbito de los recursos humanos y de la clínica. Por ello, diversos autores han incluido escalas específicas para detectarla dentro de herramientas que miden constructos como la estructura de la personalidad o el desempeño laboral, precisando con ello un margen de error atribuible a la necesidad de aprobación del evaluando.
Por qué existe
La búsqueda de afiliación ha sido objeto de interés tanto para la psicología básica como para las vertientes evolutiva, clínica y social. Incluso Abraham Maslow uno de los más relevantes humanistas, la ubicó en el corazón mismo de su popular pirámide de necesidades (por encima de las fisiológicas y de seguridad, y por debajo del reconocimiento personal y de la autorrealización); subrayando que, tras la cobertura de los aspectos más básicos para la supervivencia, las relaciones sociales serían el último eslabón desde el cual conquistar la trascendencia personal. En la actualidad existen muchos estudios que destacan el extraordinario impacto negativo de la ausencia de afecto o cariño sobre el desarrollo cerebral humano, sobre todo en el momento en el que se evidencia una privación de los cuidados básicos del recién nacido, cuyo sistema nervioso central se encuentra sumido en un intenso proceso de maduración. La soledad no deseada también ejerce un efecto deletéreo (perjudicial, venenoso, destructor) en la vejez, aumentando la morbilidad y reduciendo la esperanza de vida. Y es que el ser humano precisa de la colaboración con otros miembros de su misma especie para lidiar con las vicisitudes del entorno. Hace miles de años, cuando las sociedades carecían de una estructura tal y como hoy la conocemos, las comunidades estaban formadas por grupos reducidos de individuos que actuaban de forma coordinada para cubrir las necesidades individuales, siendo el aislamiento una inexorable condena a muerte (depredadores, accidentes, etc.). Los humanos que vivían juntos gozaban de una mayor probabilidad de sobrevivir y dar continuidad a su acervo genético a través de la reproducción, facilitando la transmisión de los rasgos que estimularían el mantenimiento de vínculos sociales. Todo ello auspiciado por los componentes culturales y la atribución de roles, en el seno de una sociedad que dotaba al individuo de un sentido más amplio de pertenencia. Así pues, la deseabilidad social es el resultado de la confluencia de dimensiones culturales, sociales, psicológicas y biológicas; que estimulan la necesidad de ser aceptados por los grupos de referencia. Esta realidad sirve como fundamento para dotar de significado a otros fenómenos que se observan en las dinámicas sociales, desde el conformismo a la conducta prosocial.






