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“Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa”

29/09/2020 22:55 El Evangelio
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“Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa” “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa”

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En aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno: “Te seguiré adondequiera que vayas”.

Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”.

A otro le dijo: “Sígueme”.

él respondió: “Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre”.

Le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios”.

Otro le dijo: “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa”.

Jesús le contestó: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, vale para el reino de Dios”.

Esto nos deja un sabor agridulce

El tono que utiliza Job siempre nos deja un sabor agridulce. Sabemos de las pruebas que hubo de padecer. Sabemos que no todo le fue de maravilla y que sufrió en sus propias carnes y familia todo tipo de desgracias, hasta ver probada su fe hasta el fondo de su ser. Dios es así: el Señor de la prueba y de la recompensa. Cuando estudiaba teología un profesor sabio y muy consciente del dolor de Job y del nuestro en la vida, nos comentaba que un rabino de Toledo pasó por mil y una pruebas. Cansado y agotado de tanta desdicha e incomprensión por parte de Dios, un día en su oración le gritó a Dios, que le había quitado todo, hijos, hacienda: Hay una cosa, Señor Yahvé, que no me puedes quitar: ¡mi fe en Ti!

Lo mismo le sucede a Job. Acepta las pruebas, pero reconoce el poder y la sabiduría de Dios. Sus designios son insondables y quiere y hace las cosas a su antojo. Es inútil discutir con él, o pretender doblegar su voluntad, o contradecirle. A. Machado decía en su súplica: Que se haga, Señor, tu voluntad, aunque sea contra la mía.

Cualquiera de nosotros sabe de esta actitud de rebeldía, de súplica, de vuelta del corazón dolorido contra Dios. Quién no ha pasado por duras etapas, largas, sinuosas, contradictorias. Cuántas veces hubiéramos deseado darle la espalda a Dios, pero al final, nuestro ser entero se inclina ante él y acepta su voluntad. Es parte central del Padrenuestro: hágase tu voluntad... hágase tu voluntad. Dios comprende nuestra rebeldía, pero no nos deja caer en el abismo. Todo esto es fácil decirlo; después está la vida de cada día, la relación entre Dios y cada uno de nosotros... Quizá ya me he puesto moralizante. No quería, pero...

Todo él es súplica, un continuo acudir al Señor de la vida, un clamor silencioso ante tanta prueba exterior y desazón interior. Son muchas las preguntas que no encuentran respuesta inmediata. Lo importante es mantenerse fiel de la mañana a la tarde, con la oscuridad de la noche por el medio. él sigue ahí, aunque cueste percibirlo...

Las exigencias del Reino están en juego. No hay disculpas que valgan. La invitación de Jesús a seguirle exige una respuesta sin titubeos (aunque casi siempre titubeamos), pero él es rotundo y pide una respuesta/actitud contundente. Son frases cortantes dichas de camino. Jesús no se para a dar explicaciones ni a pedirlas. Ya lo ha hecho previamente muchas veces. Ahora se trata de responder a su invitación a seguirle. ¡Sígueme! Es un imperativo sin dulcificaciones ni componendas. él ya conoce de sobra las disculpas para retrasar el seguimiento. Es éste un evangelio que podríamos llamar “evangelio vocacional” o evangelio para no mirar por el espejo retrovisor y decidirse a avanzar. No hay que volver la vista atrás. Hay que confiar en el arado y en el surco/huella que traza en la vida personal.

No reduzcamos este evangelio a las llamadas sacerdotales o de vida religiosa; sería reducirlo en exceso. Es una llamada/invitación a cada uno para ser discípulos suyos. Como dice un amigo, experto en llamadas claras, sin sordina, y en respuestas escuetas: “La vocación es como un itinerario con señales de pista. Cada señal lleva a la señal siguiente, sin saber el término definitivo. Más que un conocimiento del futuro, es una correspondencia amorosa, es una amistad”. (JSV). Pensemos unos instantes esta definición tan clara y que podemos completar con esta otra aparentemente más alambicada: “No se sigue porque se deja; se deja porque se sigue”. El reino/presencia de Dios es así, parece contradictorio, pero no lo es. Aunque, la verdad, cuesta entenderlo. Y más aún, aceptarlo.


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