La Revolución Libertadora La Revolución Libertadora
Por Eduardo Lazzari. Historiador.
En el largo período constitucional
de Juan Perón, entre 1946 y
1955, se produjeron varios golpes
de Estado. El primero en 1951, encabezado
por el general Benjamín
Menéndez, que no sólo no tuvo
éxito sino que puso en evidencia
la lealtad mayoritaria del Ejército
con el gobierno, que no tuvo problema
en reprimir el levantamiento
y castigar a los responsables,
entre ellos los capitanes, de marina
Francisco Manrique y de ejército
Alejandro Agustín Lanusse.
El
16 de junio de 1955 se produce una
rebelión que concluyó con el bombardeo
a la Casa de Gobierno, para
matar al presidente Perón. Fue
encabezado por oficiales de la Armada
que produjeron el día más
violento de la historia moderna del
país, ya que como consecuencia
de las bombas murieron cerca de
300 personas en los alrededores
de la Plaza de Mayo y por la tarde
fueron incendiadas diez iglesias en
el centro de Buenos Aires. La intentona
fracasó y la mayor parte
de los oficiales rebeldes se asilaron
en el Uruguay.
El 16 de septiembre estalló
otra rebelión minoritaria en el
Ejército encabezada por el general
Eduardo Lonardi, y mayoritaria
en la Armada bajo el mando del almirante
Isaac Francisco Rojas que
causó un estado de conmoción durante
cuatro días en los que hubo
violentísimos combates entre militares
leales al gobierno y los rebeldes
en Córdoba y un bombardeo
naval a los depósitos de combustibles
en Mar del Plata. El 20 Perón
renunció ante los comandantes
de las Fuerzas Armadas, algo irregular
ya que debió hacerlo ante el
Congreso Nacional, y abandonó el
país permitiendo a Lonardi asumir
como presidente de facto el 23 de
septiembre con un legendario discurso
en el que proclamó que había
llegado al poder bajo el lema “Ni
vencedores ni vencidos”, tal como
dijo Justo José de Urquiza en 1852
luego de Caseros. Fue su vicepresidente
Rojas.
El 13 de noviembre de 1955,
en un golpe interno del Ejército, Lonardi
fue suplantado por el general
Pedro Eugenio Aramburu. Lonardi
murió a los pocos meses, en marzo
de 1956. El vicepresidente siguió
siendo Rojas hasta la asunción
de Arturo Frondizi el 1 de mayo
de 1958. La mutación desde la posición
de integración del peronismo
depurado al sistema que sostenía
Lonardi hasta la proscripción absoluta
que postuló y logró Aramburu
fue lo más significativo en términos
políticos, hecho que se convirtió
en el epicentro de la discusión
pública, dejando de lado aspectos
vinculados a lo económico y a lo
social, más allá de las medidas de
coyuntura que se tomaron.
La astucia
de Frondizi, que con Rogelio
Frigerio como negociador con Perón
en el exilio, logró el apoyo que
le permitió ganar las elecciones del
23 de febrero de 1958, iba a convertir
en un calvario su gobierno en
relación a los militares, ni siquiera
dispuestos a tolerar la existencia
del peronismo.
El próximo domingo nos sumergiremos
en la aventura militar
que derrocó a Frondizi pero no pudo
tomar el poder, y en los dos gobiernos
de facto cuyas características
unen a los últimos golpes de
estado que se hicieron del poder.
Esas marcas son varias: el planeamiento
ordenado con objetivos de
largo plazo y ambiciosos propósitos;
el abandono de una vuelta
rápida a la Constitución, e incluso
pensar en su modificación, y tomar
a las Fuerzas Armadas no sólo como
reserva moral “in extremis” sino
convertirlas en protagonistas
de la política nacional como “partido
militar”. Tanto la Revolución Argentina
como el Proceso de Reorganización
Nacional intentaron establecer
estatutos de rango constitucional
para regular la vida institucional.
De sus causas y sus consecuencias
tratará la columna del
próximo domingo, si Dios quiere,
desde estas páginas de EL LIBERAL.