El fin de la dictadura y el comienzo de la República El fin de la dictadura y el comienzo de la República
Si bien en muchos ambientes políticos y sociales,
sin excluir al periodismo, el desenlace del proceso
de las elecciones daba por cierta una nueva
victoria del justicialismo, el fervor que despertaba
el candidato radical Raúl Alfonsín, que había ganado
con facilidad las elecciones internas de la UCR
ante el “balbinista” Fernando de la Rúa, abrió la expectativa
de otro desenlace en la justa electoral.
Las
muertes de Ricardo Balbín en 1982 y de Arturo Illia
en 1983 dejaron libre el escenario para la aparición
de nuevos liderazgos, entre los cuales se destacó
notoriamente el dirigente de Chascomús, quien
nunca había ejercido un cargo ejecutivo, pero que
había demostrado una larga persistencia en la búsqueda
de la renovación de la práctica y de las ideas
radicales.
El peronismo, con la convicción de su invencibilidad,
tuvo un caótico proceso interno de selección
de candidatos, prueba de lo cual basta recordar
que María Estela Martínez de Perón fue nombrada
presidente del Partido Justicialista, acompañada
por el chaqueño Deolindo Bittel y por el dirigente sindical
de los metalúrgicos Lorenzo Miguel.
En Santiago
del Estero volvía a presentarse el antiguo gobernador
Carlos Juárez.
La denuncia de un pacto entre
los militares en retirada y los sindicalistas peronistas
tuvo gran efecto en la sociedad, sobre todo en
la clase media, y fue el caballito de batalla de Alfonsín,
sobre todo luego de que el candidato justicialista
Italo Argentino Luder dijera que la autoamnistía
no podía ser derogada posteriormente.
El 30 de octubre de 1983, luego de 10 años sin
votar (el más largo período sin elecciones de la historia
republicana), los argentinos eligieron a Raúl Alfonsín,
acompañado por el cordobés Víctor Martínez
como vicepresidente, para conducir los destinos
del país desde el 10 de diciembre, fecha a la que
se adelantó la entrega del poder.
Ese día Bignone
entregó en la Casa Rosada los atributos del poder
a Alfonsín, y allí comenzaría otro tiempo. En Santiago
del Estero Carlos Juárez asumía el tercero de sus
cuatro mandatos como gobernador.
Sin duda, los levantamientos militares posteriores
al 10 de diciembre de 1983 merecen ser recordados
y estudiados en profundidad.
Semana
Santa de 1987, Monte Caseros de 1988, Villa Martelli
de 1989 y el más violento de todos, la rebelión encabezada
por Mohamed Alí Seneildin en 1990, provocaron
debilidades y zozobras que sin embargo demostraron
la fortaleza institucional argentina y su
represión habilitó el más extenso período histórico
de vigencia de la Constitución Nacional desde el siglo
XX.
Tampoco puede olvidarse el desafío que significó
para el país el golpe insurreccional contra el
regimiento de La Tablada en enero de 1989. Si Dios
quiere, estos temas serán abordados en el futuro en estas páginas de “El Liberal”.