Por Adriana Medina.
Mama Antula, mujer y protagonista en tiempos de crisis Mama Antula, mujer y protagonista en tiempos de crisis
Por Adriana Medina.
La pronta canonización de María Antonia de Paz y Figueroa que aquí nos ocupa nos conmueve y enorgullece a los santiagueños pues reconocer a Antula como la primera santa argentina no sólo significa mostrar el accionar de una mujer empoderada en tiempos coloniales sino también poner en discusión tanta invisibilización practicada en siglos de escritura de la historia política e institucional de Santiago del Estero.
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Nacida en 1730 en nuestra provincia1, Mama Antula era descendiente de una destacada familia que comenzó su práctica religiosa al acercarse a los jesuitas con una decisión libre y espontánea. Como parte de un proceso que se inició en 1767, cuando los jesuitas fueron expulsados de la región, Antula continuó su predicación por varias provincias de la actual república. En un tiempo que se regía por las honras del linaje, etiqueta, heredades y jerarquías, logró que tanto hombres como mujeres asistieran a los mismos retiros. Así esta joven silipiqueña colaboró con los jesuitas en lo que se convertiría su gran apostolado: la promoción y organización de los célebres ejercicios espirituales iniciados por San Ignacio de Loyola, el fundador de esa orden religiosa.
Sobre su origen familiar, el genealogista Bravo de Zamora sostiene que muy probablemente fuera hija de Don Miguel de Paz y Figueroa y de Doña Ana de Zurita, con quien estuvo casado en primeras nupcias. En segundas nupcias Don Miguel se casó con Doña María Díaz Caballero, por lo que María Antonia tuvo muchos hermanos y medio hermanos. A los 15 años resolvió dedicarse a la vida religiosa y pasó a llamarse María Antonia de San José. En esa época no existían órdenes religiosas activas, solo las de clausura, por lo que decidió adoptar como vestimenta el sayal negro de los jesuitas y convertirse en beata (laica consagrada)2. Junto a otras beatas se dedicó a la oración y a la caridad colaborando con los Jesuitas bajo la guía del Padre Gaspar Juárez3.
Vale decir que desde muy joven y en su paso por el territorio, María Antonia caminó cientos de kilómetros por campos, parajes, ciudades y suburbios, ayudando a las comunidades originarias a construir su propio sentido de identidad, a la vez que promovió la dignidad del trabajo e instruyó a las mujeres y a los hombres en igual sentido.
Esta acción peregrina se origina cuando en 1767 el rey Carlos III resuelve la expulsión de los Jesuitas de todas las posesiones españolas (orden que se cumplió en Santiago del Estero el 9 de agosto del mismo año y cuyo impacto en la ciudad fue realmente brutal, con un accionar ejemplificador de sometimiento de los expulsos y a la vista de la población que se reunía para ver la situación como un espectáculo en los alrededores del actual convento de Santo Domingo), entonces María Antonia optó por mantener viva la obra de los padres expulsos y recorrió Santiago del Estero y sus alrededores (Rossi, 2016). Caminaba descalza, con una cruz de madera, y se comunicaba en lengua quichua que hablaba perfectamente. Así recorrió Jujuy, Salta y Tucumán y más tarde Catamarca y La Rioja4.
En un nuevo viaje llegó a Córdoba donde permaneció por tres años; en 1779 emprendió el camino a Buenos Aires. El viaje era considerado de excesivo riesgo por la distancia y peligros que acechaban, sin embargo pudo llegar sin mayores contratiempos. En Buenos Aires tuvo que vencer la resistencia inicial del Virrey Vértiz y del Obispo Malvar Pinto. También peregrinó por Colonia y Montevideo, donde permaneció tres años, propagando el evangelio siempre a través de los ejercicios espirituales.
En este contexto, es justo considerar a María Antonia de Paz y Figueroa como sujeto histórico de trascendencia social que la ha colocado como ejemplo y referente de la sociedad de aquel siglo XVIII y de los venideros por ser continuadora de la tradición jesuítica de la educación superior argentina, iniciada con la fundación del primer Seminario Mayor de Estudios Superiores Santa Catalina en la ciudad de Santiago del Estero como así también de los aportes jesuíticos a la Universidad de Córdoba, dos importantes cimientos de la fundante tradición académica de toda América Latina: la de las universidades nacionales argentinas.
En aquel momento, María Antonia de San José (como hacía llamarse) fue protagonista de una coyuntura histórica extraordinaria, enmarcada por las Reformas Borbónicas y la Revolución Francesa, que le habrían permitido, desde una posición subordinada como la de ser mujer en una sociedad patriarcal, construir un lugar de poder y prestigio en la capital del entonces Virreinato del Río de la Plata. (Fraschina, 2010).
La beata también mantuvo una rica y profusa correspondencia con amigos y jesuitas; entre ellas están las misivas que enviaba al padre Gaspar Juárez, comprovinciano jesuita desterrado, y a Don Ambrosio Funes5 entre otros. Dichas cartas que constituyen un testimonio histórico de relevancia, fueron traducidas a distintos idiomas y distribuidas en distintas naciones. Evidentemente este epistolario, fue una clara estrategia diseñada por María Antonia para sostener los Ejercicios en el tiempo pues sus cartas se convirtieron en vehículo de comunicación y cohesión logrando que "la expulsión no fuese ausencia". En este punto, podríamos afirmar, que la red epistolar establecida por la santiagueña fue reveladora de su rol y de su compromiso con el sostenimiento de la Compañía expulsa.
A su llegada a Buenos Aires en 1779, la construcción de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales6 fue uno de sus principales objetivos, que logró levantar sobre terrenos donados y con fondos provenientes de limosnas de los fieles y que fuera inaugurada en 1795. Antula inició en ella la práctica de los ejercicios espirituales ignacianos y los continuó hasta su muerte a la edad de 69 años. Estos ejercicios consistían en meditaciones realizadas a través de un espacio personal de reflexión que incluían silencio, lecturas y charlas con un sacerdote.
En esta casa, que actualmente es el edificio colonial más antiguo que mantiene sus actividades al igual que hace mas de dos siglos, se ofrecía alimentos, cobijo y contención a comerciantes ricos y modestos como también a chacareros y esclavos. Allí se realizó, además, por primera vez en el mundo un retiro espiritual sin clases sociales entre mujeres. En su largo historial, se estima que unas setenta mil personas aproximadamente practicaron en ella los referidos ejercicios, compartiendo reflexiones e internalizando los valores que precedieron y formaron la gesta de mayo.
Entonces, es importante comprender el contexto donde estaba inserto y actuaba el sujeto social histórico que nos ocupa. La sociedad colonial rioplatense en donde vivió Mama Antula se caracterizaba por fuertes desigualdades en su estratificación social, política, económica, cultural y patriarcal. Fue un tiempo donde las mujeres eran silenciadas mientras las decisiones las tomaban los hombres (padres, esposos o hermanos mayores). Por entonces "los espacios de sociabilidad de las mujeres eran reducidos: el hogar doméstico, las reuniones familiares, la concurrencia a la iglesia. La educación estaba restringida a unas pocas, sólo a las pertenecientes a familias de la élite, quienes accedían a los estudios elementales en sus propias casas, de la mano de algún familiar o de un maestro particular" (Tenti, 1999). Pero María Antonia no obedeció los mandatos familiares y sociales de ser una "mujer honorable" subordinada, con pudor o reclusión. No optó por convertirse en una "secundona" de algún Hidalgo mientras cuidaba su prole, ni ser integrante de una orden monástica con voto de aislamiento. Así, su vida se desenvolvió, desde un variado accionar, en la transgresión de las órdenes de las autoridades de su tiempo y de la sociedad donde vivió, fundamentalmente del patriarcado y aún de la Corona española.
Evidentemente, ella quería ayudar, servir a un sector de la sociedad desposeído y olvidado, pero no como monja. De hecho, no hizo voto de obediencia pero sí de castidad y de pobreza. Recordemos que con 15 años decidió ser Beata de la Compañía de Jesús. No pertenecía al Estado eclesiástico, pero debía respetar las reglas religioso-conventuales en cuanto voto privado. Desde esta posición, inició a una fecunda labor social con una fuerte impronta personal dedicándose a la caridad; cuidando enfermos y huérfanos; ayudando a mujeres divorciadas, viudas o vejadas y educar evangelizando, acercándose a los sectores populares. Se posicionó primero entre los grupos subalternos del "interior" de su provincia natal (Soconcho, Salavina, Silípica, Loreto, Atamisqui), para trabajar en favor de la dignidad de esas personas clasificados como indios, mestizos, criollos de condición baja y esclavos, conviviendo entre ellos y donde pasó a ser conocida como "Mama Antula". "Fue una mujer que sagazmente utilizó el margen de libertad que le permitía una sociedad constreñida por rígidos sistemas de valores." (Guevel, 2020)
Entonces, para comprender su pensamiento, debemos entender que ella como sujeto social actuó como mujer, como beata no enclaustrada, como sostenedora de una orden religiosa expulsada, en una monarquía española atravesada por una fuerte crisis que se proyectaba hacia sus dominios coloniales. Coincidimos con Guevel, al considerar que fue " una mujer política que, asiéndose de los Ejercicios Espirituales supo aplicarlos como instrumentos de transformación, como generadores de cambio que, operando desde lo individual, trascendieron en lo social, modificándolo." (Guevel, 2020)
En este contexto y como sostuvimos más arriba, cobra especial importancia el epistolario de la beata que supera el medio centenar de piezas conocidas, siendo el más caudaloso escrito por una mujer en el siglo XVIII por estos dominios españoles visibilizando la capacidad expresiva de la mujer y de su comprensión sobre las redes de poder en su sociedad. "Hasta la fecha, estamos frente a la mayor epistológrafa del período hispánico del Plata" (Barcia, 2001). Pero no solo el caudal cuantitativo de su escritura la posiciona en un lugar de privilegio en la literatura colonial, sino también su alcance internacional, con traducciones al francés, italiano, inglés, alemán y latín, puesto que sus cartas se leyeron en Roma, en la corte francesa y hasta en Rusia.
Ella, sabiamente, presenta en sus epístolas su trayectoria crítica en ese territorio colonial y su vocación laica. En sus relatos están presentes hechos históricos de la vida del Virreinato del Río de La Plata que reflejan la cotidianeidad de la incipiente aldea ribereña que era Buenos Aires. Cada una de sus cartas resulta un texto coloreado, y juntas forman el todo de ese paisaje "vitreaux" que era el clima previo a la Independencia Argentina (Barcia, 2001). De esta forma, las cartas fueron el vehículo de todos sus asuntos públicos y privados que construyeron su trama de poder como mujer escritora movilizada por su misión de Beata. Sus escritos y sus reflexiones sobre los tiempos que le tocaron vivir, brindan valiosos testimonios, desde una mujer que vió, recorrió y vivió su época. Textos que indican, tal como sostiene Pedro Luis Barcia (2001), " que es hora que incluyamos el nombre y los escritos de María de Paz y Figueroa, mujer ( ) santiagueña, en la historia de nuestra literatura". Quien "con su accionar como primera 'rebelde' santiagueña, consiguió dignificar el papel de la mujer" (Tenti, 1999).
Además, no es menos importante recordar que por tratarse de una beata y no de una monja profesa, ella había gozado de una libertad y un margen de acción muy superior al que podían aspirar otras mujeres consagradas. Su vida y su experiencia espiritual no se desarrollaron en la soledad del retiro o del claustro, sino en un contacto continuo con el mundo, de allí que su labor se enmarca dentro de una tradición de autonomía femenina pocas veces vista en el recorte de tiempo en que le tocó actuar. Sin embargo, su legado y ejemplo de vida, aunque recuperaba ciertos elementos característicos del modelo de religiosidad femenina, el de las beatas, no dejaba de despertar ciertas dudas, sobre todo entre quienes desconfiaban de su relativa autonomía y de su compromiso con los expulsos jesuitas, de ahí que muchos hoy la consideren como la primera feminista que podía llegar a ser "santa", pues, determinada y visionaria se adelantó siglos en la defensa de lo que hoy son los derechos humanos.
Efectivamente, en los últimos instantes de su vida, María Antonia no dudó en hacer valer su influencia y autoridad. La visibilidad, el predicamento social y la atracción que ejercía su figura la colocaban en una posición ciertamente excepcional con respecto a las mujeres de su tiempo. La beata no vaciló en defender la autonomía de esa institución que ella misma había fundado, La Casa de los Ejercicios. El claro ejemplo fue su testamento donde estipuló que el "gobierno económico" de aquella casa debía recaer en una mujer y nombró como "sucesora" a su compañera Margarita Melgarejo8 Además, designó a ésta y a otras cinco mujeres como sus albaceas, elección por demás inusual entre los testadores porteños. Por medio de estas directivas, la beata reivindicaba un espacio de autonomía y de gerencia femenina que ella misma había sabido construir a lo largo de los años. Su testamento combinaba las tradicionales muestras de abandono y humildad con una determinación y firmeza ciertamente excepcional.
Finalmente, no podemos dejar de referirnos a su muerte. Atacada por una mortal enfermedad, murió el 7 de marzo de 1799, a los 69 años de edad, en brazos de su amiga Melgarejo. Tal como había solicitado, su cuerpo fue sepultado en el cementerio de la parroquia de La Piedad con vigilia y misa de cuerpo presente. Sin embargo, la ciudad organizó sus honras, que se celebraron cuatro meses más tarde. Para esta ocasión se comisionó un retrato de la beata al madrileño José de Salas. En él, María Antonia de San José conserva sus atributos distintivos: la cruz alta y el libro de ejercicios.
La Casa de Ejercicios que ella fundara aún se levanta en la calle Independencia Nº 1190-94, y ha sido declarada monumento nacional. Al demolerse la antigua iglesia de la Piedad, sus restos fueron encontrados, el 25 de mayo de 1867, en la nave derecha del actual templo. Ahora descansan al pie de un mausoleo coronado con su estatua de mármol.

En virtud de lo expuesto, queda fundamentado desde el punto de vista histórico que María Antonia de Paz y Figueroa, Mama Antula o María Antonia de San José tuvo y tiene una reconocida capacidad y honorabilidad (la trayectoria de su peregrinaje así lo demuestra); un reconocimiento local, nacional e internacional (sus legado epistolar); porque sobresalió por sus aportaciones a la sociedad y por su destacada trayectoria humanitaria (especial dedicación por aquellos sujetos subalternos: los más desvalidos) y académica en un tiempo en que aún no había universidades en nuestro país. En efecto, aún acusada de loca y de bruja, no caben dudas del peso histórico de Mama Antula en el proceso independentista argentino porque de sus ejercicios espirituales participaron hombres como Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Alberti y el Virrey Santiago de Liniers entre muchos otros (Locatelli y Suárez, 2019). l
REFERENCIAS:
1 El historiador Baltasar Olaechea y Alcorta sostuvo que María Antonia nació en el pueblo de Silípica; sin embargo, el genealogista Alberto Bravo de Zamora señala que no existen pruebas de tal afirmación y sí hay indicios de que habría nacido en la ciudad de Santiago del Estero.
2 Incorporó la veneración al Niño Dios a través de su "Manuelito", un Niño Dios recostado en la Cruz, que llevaba colgado en su pecho.
3 Santiagueño que se consagró como sacerdote jesuita tras estudiar en el colegio de Montserrat de Córdoba. Estudioso y apasionado de la botánica, además de gran conocedor de las plantas nativas, de las propiedades curativas de la tala, el chañar, la tusca y tantas otras especies con las que los originarios preparaban sus medicinas.
4 Al dejar Santiago, María Antonia nombró a San Cayetano como patrono protector de su empresa evangelizadora por ser el Santo de la Providencia y le encomendó cuidar todas sus tareas.
5 Militar cordobés, hermano del Deán Gregorio Funes de destacada actuación en los sucesos de de Mayo. Con la ayuda de Ambrosio, María Antonia inicia los Ejercicios en Córdoba en la antigua casa que los jesuitas tenían habilitada pare esas funciones.
6 Cornelio Saavedra (luego presidente de la Junta de Mayo) actuó de apoderado en la construcción de la Casa, que al morir María Antonia ya estaba bastante avanzada.
7 Esos ejercicios constaban de un curso de diez días de duración y se basaban en el legado que Ignacio de Loyola: la práctica de meditaciones, oraciones y ejercicios mentales diseñados para practicarlos y orientar a las personas en la fe.
8 María Antonia conoció a Margarita Melgarejo y Dávila de Moreno, emparentada con Mariano Moreno, en Córdoba.
9 En octubre de 2014 la entonces Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, declaró a la tumba de Mama Antula como Sepulcro Histórico Nacional.








