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LA GUERRA CONTRA EL BRASIL: UN TIEMPO OLVIDADO

Por Eduardo Lazzari - Historiador.

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El capitán Tomás Espora.

24/03/2024 06:00 País
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LA GUERRA CONTRA EL BRASIL: UN TIEMPO OLVIDADO LA GUERRA CONTRA EL BRASIL: UN TIEMPO OLVIDADO

Luego de la batalla naval de Juncal, una clara victoria argentina que, sin embargo, no logró el principal objetivo de liberar el puerto de Buenos Aires bloqueado por la flota brasileña impidiendo el paso de los buques mercantes desde el río de la Plata a mar abierto, se produjeron una serie de combates navales con diversa suerte para los dos contendientes. El 24 de febrero de 1827, una vez reparadas y abastecidas las naves de la flota del general de marina Guillermo Brown, el comandante decidió partir desde la isla Martín García con un convoy mixto de 27 buques de guerra y civiles rumbo al puerto de Buenos Aires.

El combate de la punta de Quilmes

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   La golpeada escuadra brasileña al mando del comodoro danés John Charles Pritz, quien estaba al mando de la 2° división imperial, estaba controlando el acceso al puerto del Riachuelo por el sur a la altura de Quilmes, contando con una mayor potencia de fuego, pero con la dificultad del calado de sus naves que le impedía acercarse a la costa y sobre todo maniobrar con facilidad. No está de más recordar que Brown conocía los fondos del río como la palma de su mano y que además, el Plata era muy extenso pero poco profundo del lado argentino.

   Esta fue la razón por la que Brown, haciendo gala de su audacia, maniobró rápidamente por los bajos del fondo fluvial y logró que la nave capitana de Pritz encallara, la fragata de 50 cañones "Imperatriz", que luego de zafar de la varadura viró hacia aguas abiertas, siendo perseguida por varias goletas republicanas. Así fue como el resto de la flota argentina pudo llegar al apostadero de Los Pozos frente a una multitud entusiasta que vio nuevamente como Brown y sus hombres evitaban un ataque a Buenos Aires. En las persecuciones individuales entre barcos enemigos, un proyectil de la cañonera argentina 12 al mando de Henry Wildblood hizo volar la goleta "Dous de Dezembro", en la que sólo sobrevivieron 3 hombres de su tripulación de 120. Los restos de este buque brasileño fueron descubiertos en una bajante extraordinaria en 1934 y parte de ellos se encuentran en un museo dedicado a Brown en el partido de Quilmes.

El combate de Monte Santiago

   El 7 de abril de 1827 iba a comenzar la más dura derrota de la escuadra republicana en toda la guerra. Días antes, Brown recibió la orden del comandante general de marina José Matías Zapiola, uno de los compañeros del general José de San Martín en su llegada a Buenos Aires en 1812, de salir al mar para atacar el comercio marítimo de los brasileños en las costas de Rio Grande do Sul y Santa Catarina. Brown decidió destinar a la campaña las cuatro naves que constituían el nervio de la flota republicana. Desde el 1° de abril comenzaron los movimientos de las dos escuadras enfrentadas. Al recibirse en el río de la Plata la noticia del desastre brasileño en Carmen de Patagones que llegó a bordo de un corsario argentino llamado "Hijo de Julio", Brown decidió que era el momento de atacar aprovechando el impacto negativo de la información.

   El comandante argentino aceleró la concentración de buques en Buenos Aires, algunos provenientes de Martín García y otros capturados al enemigo en el sur. La desventaja de los buques republicanos era notable: 4 contra 18, y 63 cañones contra 226. Brown en la medianoche del 6 de abril intentó forzar el bloqueo brasileño, pero los cambios de vientos en el río hicieron que sus maniobras fueran descubiertas por el enemigo. El almirante ordenó entonces impulsar los buques propios a toda vela, tratando de pasar cerca de la costa, donde era imposible que maniobrara la flota del comandante James Norton, pero las condiciones del tiempo hicieron que cuatro naves republicanas vararan en la medianía del 7 de abril en la zona del banco de Santiago, zona cercana hoy a la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Brown ordenó entonces una táctica para evitar dejar desguarnecidas a los buques inmovilizados y eso produjo un enfrentamiento directo con los brasileños. 

   Durante la noche anterior al 8 de abril, los marinos argentinos intentaron hacer zafar a sus buques pero no lo lograron, sobre todo debido a la decisión de no arrojar a las aguas los cañones, lo que hubiera aligerado el peso de las naves, pero les hubiera impedido combatir. En la mañana del 8, los brasileños hicieron una formación atacante pero prudente, ya que si bien la situación de los argentinos era desesperante por la inmovilidadde sus buques, Norton tenía un gran respeto por la flota republicana, lo que hizo que comenzara el bombardeo con los buques propios anclados. Luego de violentos intercambios, el "Independencia ou Morte" encalló y eso permitió un alivio para las naves de Brown, uno de cuyos capitanes, William Granville, intentó tomar la nave embarrancada y en el intento pierde su brazo izquierdo cuando estaba embarcado en la nave insignia "República".

   El bergantín "Independencia" agotó sus municiones lo que provocó su indefensión. El capitán escocés Francisco Drummond, su comandante, impulsado por la tripulación, decidió ir a buscar balas y pólvora a otras naves de la flota. En el bote que navegaba, Drummond fue mortalmente herido y al llegar a la goleta "Sarandí" pidió que su reloj y el anillo de compromiso que portaba, fruto de su noviazgo con Elisa, la hija de Brown, fueran entregados a la joven. Sus últimas palabras fueron: "Digan al almirante que he cumplido con mi deber y muero como un hombre". La batalla iba rumbo a un destino inexorable de derrota. Las naves averiadas fueron incendiadas para evitar su caída en manos enemigas. A la medianoche del 8 de abril llegan a Buenos Aires las noticias del desastre, que había costado la vida de unos cien hombres y la pérdida de las mejores naves de la flota. Durante la madrugada los navíos sobrevivientes y sus tripulantes anclan en el apostadero porteño. 

   La combinación de los elementos, que como nunca fueron adversarios de la flota republicana, con la potencia de la escuadra enemiga, significaron una derrota de la que no pudo reponerse como una formación de combate. El celo y la gallardía de los marineros y de los oficiales de Brown iban a ser reconocido por muchos, entre ellos el cónsul británico en Buenos Aires, lord John Ponsonby, quien escribió a su rey: "Será difícil de encontrar, aún en nuestra brillante historia naval, una acción más audaz". 

   Para Brown se iniciaba una tragedia personal: debió portar el cadáver de su futuro yerno Drummond para sepultarlo en el cementerio británico de Buenos Aires y enfrentar a su hija Elisa para comunicarle la infausta noticia. La joven siguió su vida normalmente pero su alma estaba herida: el día previsto para la boda, el 27 de diciembre de 1827, se vistió con el traje de novia que había preparado para casarse, caminó rumbo a los juncales de las orillas porteñas y se sumergió en las aguas en la que había sacrificado su vida por la Patria su novio. "Allá voy a buscar el alma de mi novio muerto" dijo antes de suicidarse.

Los últimos combates de la flota de Brown

   El 5 de junio de 1827 una flotilla brasileña al mando de Juan de Oliveira Botas se hallaba al este de Buenos Aires y Brown, que había logrado armar una nueva escuadra, menos poderosa, con los buques capturados en Juncal, decidió salir a batir al enemigo en la zona de Punta Lara, unas millas más allá de la ensenada de Barragán, el apostadero natural de la orilla argentina del río de la Plata. Imprevistamente los buques republicanos cayeron sobre los imperiales, sorprendidos porque no esperaban un ataque por parte de una flota de inferior poder de fuego. El desconcierto hizo que se dispersaran y permitió una victoria táctica de la flota argentina, que obligó a los brasileños a aliviar el bloqueo para reparar sus naves averiadas, lo que hicieron lejos de la costa. Fue el combate de la Ensenada.

   Los brasileños intentaron el 20 de septiembre de 1827 acabar con el apostadero de los corsarios argentinos, ubicado en la bahía de San Blas, al norte de Carmen de Patagones y al sur de la actual ciudad de Bahía Blanca. Esa zona era conocida como la Puerta del Infierno, por lo entreverado de los canales y los bajos traicioneros. En ese ataque los imperiales perdieron sus naves más potentes y murieron unos cien tripulantes además de quienes se entregaron prisioneros, constituyendo una derrota que impidió ampliar el escenario de la guerra por última vez. Se conoce como la expedición a San Blas.

   En 1828 se sucedieron unos combates indefinidos que quizá merezcan ser llamados sólo escaramuzas: el 15 de enero frente a la ensenada de Barragán; el 17 de febrero frente a la costa de Quilmes; el 22 de febrero en Punta Lara; en abril y mayo una expedición republicana contra la Costa de Castillos, frente al fuerte de Santa Teresa en la costa atlántica oriental; el 29 y 30 de mayo en los bajíos de Arregui, en la bahía de Samborombón, donde el capitán Tomás Espora enfrentó con una sola nave a diez buques imperiales; y finalmente la última batalla naval de la guerra contra el Imperio en Punta Lara entre el 16 y el 20 de junio de 1828, un triunfo de la flota republicana que la historia ha olvidado.

   Los valientes marinos argentinos bajo el mando de Guillermo Brown llevaron adelante una campaña extraordinaria, siempre en inferioridad de condiciones marineras y de armamento, a pesar de lo cual lograron evitar toda invasión imperial al territorio nacional y los grandes triunfos de Los Pozos, Juncal y Punta Lara equilibraron el escenario bélico, hecho que no fue aprovechado en las negociaciones de paz llevadas adelante en Río de Janeiro. Las campañas del Ejército Argentino al mando del general Carlos de Alvear y las consecuencias posteriores de la diplomacia y la política serán el tema del próximo domingo, si Dios quiere, en estas páginas de "El Liberal".

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