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EL LIBERAL . Santiago

La guerra contra el Brasil: un tiempo olvidado

Por Eduardo Lazzari, historiador.

De izquierda a derecha- Alvear héroe de ItuzaingóManuel J García el fallido negociadorLord John Ponsonby

De izquierda a derecha: Alvear, héroe de Ituzaingó/Manuel J. García, el fallido negociador/Lord John Ponsonby

07/04/2024 06:00 Santiago
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La guerra contra el Brasil: un tiempo olvidado La guerra contra el Brasil: un tiempo olvidado

(Séptima y última parte)

La guerra de las Provincias Unidas de la República Argentina contra el imperio del Brasil tiene un desarrollo bélico equilibrado, si bien las grandes batallas, tanto terrestres como navales fueron triunfos de los republicanos. Pero es cierto que ninguno de los contendientes pudo lograr la derrota definitiva del otro, y hacia los inicios del año 1827, todo parecía estar a favor de las campañas militares argentinas, ya que el ejército brasileño no lograba mantener sus posiciones y era un hecho el abandono de las posiciones imperiales en el territorio oriental, objeto fundamental de la disputa entre las dos grandes naciones sudamericanas.

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Sin embargo, la paradoja argentina de esos tiempos fue un gran triunfo en las armas y una negociación desastrosa de paz bajo una presión insoportable, que iba a conformar un espacio geopolítico totalmente diferente al existente al inicio de la guerra. Muchos de los protagonistas se sintieron defraudados por los otros, y esa circunstancia provocó grandes desencuentros que se prolongaron a lo largo de un cuarto de siglo, hasta llegar a la organización nacional en 1853. Pero hoy el relato nos lleva a una llanura sureña del Brasil donde los imperiales sufrirían una durísima derrota militar y los republicanos un triunfo que no supieron aprovechar, ni en el campo de batalla ni en la diplomacia.

La batalla de Ituzaingó

Los triunfos de las avanzadas de Lavalle y Mansilla en Bacacay y Ombú fueron el prolegómeno de una gigantesca batalla. El jefe del ejército argentino, el general Carlos de Alvear es uno de los personajes más controvertidos de nuestra historia. Pero su actuación en la guerra contra el Brasil fue descollante. Quienes no lo quieren atribuyen sus logros a la casualidad, y los que lo admiran lo adjudican a su condición de estratega genial. El rumbo hacia el norte de las tropas republicanas fue una sorpresa notable, ya que los brasileños esperaban un ataque contra Montevideo. Alvear y el ejército republicano, que por primera vez se llamó argentino, se dirigieron hacia Porto Alegre, con la intención de dividir el territorio imperial. 

Al norte de Bagé, hoy en Rio Grande do Sul, el grueso del ejército al mando de Alvear se topó con las barrancas del río Santa María, y entonces el comandante decidió presentar batalla con sus 8.000 mil hombres a los 10.000 soldados brasileños que lo perseguían al mando del marqués de Barbacena. Es motivo de discusión histórica si Alvear se vio impedido de vadear el río con sus tropas y por eso combatió, o fue una genialidad táctica atraer al enemigo a un anfiteatro natural que permitió una maniobra de pinzas que destrozó al ejército imperial.

Ya frente a Barbacena, el jefe argentino ordenó a sus jefes de caballería atacar por los flancos al enemigo. Uno de ellos, el francés Federico Brandsen, un veterano oficial de los ejércitos napoleónicos, le recriminó: "Ud. nos envía a la muerte"; a lo que el general le contestó: "No me lo imagino a ud. cuestionando a Napoléon". Se debate también aún si Alvear puso en orden a un oficial que no le obedecía frente al enemigo, o si quiso compararse con el "pequeño corso". Lo cierto es que la carga de Brandsen significó la victoria argentina, pero también la muerte del coronel. 

Los brasileños perdieron unos mil hombres y a su segundo jefe, el barón de Cerro Largo. Terminado el enfrentamiento unos soldados argentinos encontraron dispersas en el fango del campo de batalla las hojas de una partitura compuesta por el emperador Pedro I, que debía estrenarse en la primera victoria brasileña. La pieza musical fue entregada a Alvear, quien la bautizó "Marcha de Ituzaingó" y la remitió al presidente Rivadavia. Con el tiempo se convirtió en un atributo presidencial, junto con la banda y el bastón, y ahora se ha recuperado en su uso protocolar: anuncia la presencia del primer mandatario argentino en todo acto al aire libre, como ocurrió el pasado 2 de abril en el acto de conmemoración por los héroes de Malvinas, cuando se interpretó esta marcha, un poco más cadenciosa que las tradicionales argentinas, dejando traslucir su origen carioca. 

Sin embargo, la decisión del comandante Alvear de evitar la persecución del disperso ejército derrotado impidió vencer definitivamente al enemigo, siendo esa orden discutida por varios oficiales, entre ellos Paz, Iriarte y algunos suboficiales. Ituzaingó fue una gran victoria argentina en territorio enemigo. Para los brasileños la peor derrota de su ejército en la historia, a tal punto que se la omite en los relatos de la guerra "por la Provincia Cisplatina" y se la reduce en valor hablando del "combate de Paso del Rosario". Hemos sido testigos que hasta hace pocos años ni siquiera era parte del guión del Museo Histórico Nacional de Río de Janeiro.

Las últimas batallas terrestres

El 23 de abril de 1827, en las afueras norteñas de Bagé, donde Alvear había fijado su campamento para restablecer las líneas de abastecimiento, se produjo el combate de Camacuá, cuando los brasileños intentaron atacar con su caballería los campamentos de infantería republicanos. Durante la madrugada de ese día, el general Lucio Mansilla y sus hombres atacaron a los imperiales, que se dieron a la retirada quedando su retaguardia más allá del río Camacuá. El parte de Alvear habla de 150 bajas brasileñas y ninguna patriota.

El 25 de mayo de 1827, luego de varias incursiones de Juan Lavalle, ascendido en el campo de batalla de Ituzaingó al grado de general, el más joven de la historia argentina, se produjo en las proximidades de Yerbal un combate en el que el resultado fue difuso, pero que terminó con los generales Alvear y Lavalle heridos de bala. La desaparición del gobierno central entre junio y agosto de 1827 provocó el desconcierto en los altos mandos del Ejército, que a principios de 1828 iba a comenzar su retirada hacia el país. Las dos divisiones al mando del general Lavalle y del coronel José María Paz iban a regresar a la Argentina y se convertirían en el brazo armado de los unitarios, partido al que adherían la mayoría de los oficiales del ejército. Pero esa ya es la historia de las guerras civiles, otra historia. Alvear se retiró del mando del Ejército y de la vida pública desde junio de 1827.

Las negociaciones de paz

El 16 de abril de 1827 el gobierno ordenó a Manuel J. García, un diplomático respetado, viajar a Río de Janeiro para "terminar la guerra y restablecer la paz", tarea para la que fue alentado sobre todo por el delegado diplomático británico en Buenos Aires, Lord John Ponsonby. Las directivas eran claras: "la devolución de la Provincia Oriental, o la erección y reconocimiento de dicho territorio en un Estado separado, libre e independiente, bajo la forma y reglas que sus propios habitantes eligieren y sancionaren; no debiendo en este último caso exigirse por ninguna de las partes beligerantes compensación alguna". 

Para entender esta instancia hay que recordar que la sanción de la Constitución unitaria a fines de 1826 generó una convulsión política enorme en el país, y que además la situación financiera del estado central era desesperante, sobre todo por el bloqueo del puerto de Buenos Aires, que fue el triunfo táctico más significativo de la flota brasileña, ya que impedía obtener recursos a través del comercio, totalmente frenado durante dos años. Vale aclarar que la guerra consumió totalmente el préstamo que la provincia de Buenos Aires había obtenido de la casa bancaria Baring & Brothers.

En mayo García comenzó la negociación en la que fueron tres las partes: Argentina, Brasil y la mediación británica. Los brasileños se negaron a entregar la provincia Cisplatina y el emperador Pedro I llegó a jurar ante el Senado imperial que nunca habría paz a costa de su pérdida. Las negociaciones se empantanaron y García decidió volver a Buenos Aires, pero finalmente cedió a la presión del embajador británico en Río de Janeiro, Robert Gordon, quien forzó una reunión con el ministro de Relaciones Exteriores del imperio, João Severiano Maciel da Costa. García cambió de parecer, y decidió avanzar sin respetar las directivas de su gobierno, para terminar el 24 de mayo de 1827 firmando la Convención Preliminar de Paz, que en sus partes significativas reconocía la soberanía imperial sobre la Banda Oriental, establecía el pago de indemnizaciones por parte de la Argentina al Brasil por la acción de corsarios, y el desarme de la isla Martín García. 

El derrumbe del gobierno central

A su regreso a Buenos Aires en los primeros días de junio, García presentó al presidente Rivadavia y al Congreso General la Convención, hecho que produjo un rechazo formidable, una gran indignación y disturbios contra el gobierno que pusieron en juego su estabilidad. Rivadavia pronunció un rabioso discurso contra la Convención en el que pronunció duras palabras: "Un argentino debe perecer mil veces con gloria antes de comprar su existencia con el sacrificio de su dignidad y de su honra". El 25 de junio de 1827 el Congreso rechazó la convención y decidió la continuidad de la guerra, a la vez que el presidente asumió la responsabilidad política de la negociación y presentó su renuncia al día siguiente. Como anécdota, vale destacar que García y Rivadavia habían sido grandes amigos y compartieron una misión diplomática con Manuel Belgrano por Europa entre 1814 y 1815, pero los hechos de junio significaron su definitiva enemistad. 

El nombramiento fugaz de Vicente López y Planes como presidente hasta agosto, cuando disolvió el Congreso, aniquiló la presidencia y restituyó la provincia de Buenos Aires, que eligió a Manuel Dorrego como gobernador; fueron el caldo de cultivo para el inicio de las guerras civiles argentinas. Pero esa es otra historia. También lo es la independencia de la República Oriental del Uruguay y la campaña de Rivera contra las Misiones es una historia apasionante. Ya llegaremos a ellas.

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