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EL LIBERAL . Santiago

Recordando la sana costumbre de pedir y dar la bendición

En nuestra provincia, el domingo de Pascua se solía "pedir la bendición", una costumbre que paulatinamente se está esfumando. El día de la Resurrección de Jesús la familia solía reunirse a la hora del almuerzo y los niños especialmente salían en bandadas a "pedir la bendición" a todos los vecinos y parientes, especialmente a los padrinos de bautismo. Esta ingenua solicitud solía encubrir una tramposa espera de dulces, chocolates o tal vez dinero en efectivo. 

16/04/2025 06:00 Santiago
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De rodillas

Don Álvaro Ricardo Caro es maestro jubilado, y aunque oriundo de Santa María, Catamarca, trabajó toda su vida en Santiago del Estero. Él también recuerda esta bella costumbre, "más que nada en el ámbito rural donde me ha tocado ejercer la docencia, era una cosa muy importante para los padrinos, a quienes se les pedía la bendición. Yo he visto, he sido testigo, con qué respeto, con que unción, los chicos se arrodillaban delante del padrino. Eran enviados un poco a la fuerza por sus padres, "vayan al padrino a pedir la bendición", y volvían como cuando uno se confiesa, suspirando tranquilos porque habían cumplido. Tanto era el orgullo de los padrinos que de acuerdo a la situación económica en que se encontraban eran los regalos que les hacían a los ahijados. La bendición más un ternero, por ejemplo, un cabrito, un lechón, o algo así, muy significativo. Y hasta el presente se mantiene esa costumbre. En cambio, en mi pueblo natal, Santa María, esta costumbre no era tan visible. Yo la descubrí aquí, en Santiago. Una costumbre muy arraigada, tomada muy en serio, que valoriza lo que es en sí la bendición pascual".

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Nunca de niño a niño

"Pedir la bendición en el Domingo de Pascua es una vieja costumbre que se ha perdido con el tiempo", nos dice la escritora Norma Sayago. "Nuestra madre nos mandaba a pedir la bendición a nuestros tíos y abuelos. Era de niño a adulto. Nunca de niño a niño.

Teníamos que decir: "Demé la bendición", poniéndonos al frente de la persona. Ella nos decía: "Dios te dé su santa bendición" y nos hacía una crucecita en la frente. 

Regresábamos al hogar contentos, porque no volvíamos con las manos vacías.

Siempre nos regalaban caramelos, empanadillas o moroncitos que preparaban para esa ocasión.

Si visitábamos a nuestros padrinos, nosotros, los ahijados, íbamos con un pollo, gallina, huevos, o alguna comida. Porque aparte de la bendición, se regalaba algo a los padrinos.

Tanto en el campo como en los poblados, esa era la linda tarea que los padres daban a los chicos el Domingo de Pascua. 

 No recuerdo que un adulto pidiera la bendición a otro. Lo hacía siempre un niño a un adulto. 

Ahora los chicos no saben qué es pedir la bendición.

Esa costumbre ha quedado tan arraigada en la gente de mi generación que una amiga cuando se va de viaje, me llama para pedirme la bendición.

En Ojo de Agua

Ana María Campos de Vera también recuerda esa costumbre, de cuando vivía en su Ojo de Agua natal, entre las sierras de Sumampa y Ambargasta, en el sur de Santiago del Estero. 

"El día de Pascua viene a mi memoria el amor familiar. Era sagrado ir a misa primero, todos, y después la reunión familiar de los hermanos de mi madre en la casa de mi abuela. Teníamos por costumbre - no solamente para la Pascua, sino todas las noches- de saludar a los adultos que vivían en la casa. Entonces decíamos "buenas noches, abuela", "hasta mañana, abuela; que amanezcas bien", "la bendición, abuela". Y ella contestaba "buenas noches, hija; Dios te bendiga", Y para la Pascua, decíamos "Santa Pascua, la bendición". Y nos tocaban la frente , o nos daban un beso. Pero siempre tocándonos la cabeza. Mis tíos llegaban, eran ya grandes y le pedían "la bendición, mamá", y le agradecían con un "Felices Pascuas".

Nosotros, que éramos niños, cuando llegaban los tíos les pedíamos la bendición. Yo tenía un tío muy querido, "Papabón", él además me daba 10 centavos. Los otros tíos traían caramelos.

Por otro lado, mi madre y mi abuela recibían en un momento del día a los ahijados, que llegaban con huevos u otros presentes. Esos regalos eran algo de la huerta familiar que ellos habían cosechado. Por supuesto que se les invitaba con alguna comida o para beber. A veces mi abuela les daba alguna moneda. Ella tenía un delantal con un bolsillo muy grande, de donde siempre sacaba algo y les entregaba.

Ana María comenta que su marido, ese domingo especial, solía "salir a Pascuar", en todos los negocios de los turcos, quienes le daban galletitas en forma de animalitos. El niño decía "Felices Pascuas" y lo nombraba al almacenero, quien le llenaba los bolsillos de caramelos o les daba paquetitos de galletas envueltas en papel de astraza.  

La bendición, en todo momento

Don César Reynaga, vive en Nueva York, EE.UU., y nos comenta que cuando iba a la Escuela Nacional N.º 92, en Fernández, se encontraba con su padrino en la Plaza Mitre porque don Andrés Lettari era el placero. Y ahí nomás le pedía la bendición. Porque no necesariamente debía ser Pascua para ser "bendecido". En cuanto lo veía, su abuela le decía: "Pídale la bendición a su padrino".

Él se arrodillaba y su padrino, don Lettari, le hacía la cruz en la frente pidiendo a Dios que sea un niño bueno. Tendría unos 6 años, recuerda César.

Ahora que vive en Nueva York, las costumbres del día de Pascuas han cambiado. Allá se acostumbra a dejar huevos hervidos pintados en el jardín y los niños los recogen en una canasta. "Últimamente, los compran, son huevos de chocolate. Es linda y divertida tarea la de buscar huevos de Pascua escondidos. Es todo un bullicio en el barrio", comenta.

   

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