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EL LIBERAL . Santiago

El papa francisco, un argentino universal

Por Eduardo Lazzari. Historiador

27/04/2025 06:00 Santiago
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La muerte del Papa Francisco el pasado lunes 21 de abril por la madrugada fue una gran sorpresa para todos. Pareciera que a la humanidad le costaba hacerse a la idea de la proximidad del final de la vida terrena de Jorge Mario Bergoglio, a pesar de la evidencia sensible de su notable deterioro físico desde la internación producida el 14 de febrero de este año en el sanatorio "Gemelli" de Roma. 

Su extraordinaria aparición en el balcón de la Basílica San Pedro el día de Pascuas para ofrecer su bendición "orbe et urbi" a quienes se encontraban en Roma y el posterior recorrido en el "papamóvil" por toda la Plaza de San Pedro fue el póstumo gesto de responsabilidad como Sucesor de Pedro ya que, a pesar de su mal estado de salud, sabía y era consciente de la necesidad de ver cara a cara a su líder espiritual que tenía esa enorme multitud cristiana reunida ese domingo para celebrar la Resurrección de Cristo.

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La ubicación de las virtudes del Papa Francisco en su justo lugar ayudará a los argentinos y a la Argentina como sociedad a ordenar su estatura moral y solidificar su estructura ética para lograr hacer del país aquello que soñaron los padres fundadores, los padres constituyentes y dar el testimonio al mundo de que aprendimos del mejor de los nuestros como hay que hacer las cosas.

El mejor fruto de la Argentina

Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936, en la medianía de una década marcada por la crisis mundial del capitalismo, en un país atravesado por las tensiones políticas de un sistema institucional tensionado que a pesar de eso era capaz de recibir miles de inmigrantes para ofrecerles un futuro mejor. Este primer signo de la buena Argentina, la acogida amable a millones de hombres y mujeres del mundo que decidían habitar el suelo argentino, tiene al niño Jorge como representante dilecto de esa condición nacional. No es casualidad que su apostolado papal haya tenido como protagonistas permanentes a los migrantes y refugiados que la dirigencia mundial preferiría que no existieran, pero no porque superaran su situación sino por la molestia que les significan.

El hijo de inmigrante que es formado en la educación pública y en establecimientos privados, llegando a recibirse de técnico químico, es otro mojón de esa buena Argentina, que promovía la formación de todos en un contexto de igualdad de oportunidades, y que sería la marca de generaciones tan característica del país del siglo XX. Eran los tiempos en que esos padres inmigrantes podían confiar en el futuro de sus hijos, tan bien relatados y expresados en la obra de Gregorio de Laferrere "M'hijo el dotor". Aquí vemos el germen de la lucha del Papa Francisco por la educación, por la promoción de la instrucción y por la superación personal de los pobres del mundo.

Que un joven porteño como tantos otros haya podido llevar adelante, sin duda con la ayuda de Dios, una vida tan lúcida, llena de dificultades y atenciones, es una muestra de la generosidad de un país y de una sociedad que se mostraba por entonces como un espacio poco común en un mundo convulsionado. Para quienes somos creyentes, el Buen Dios siempre nos lleva de la mano, en tanto nos dejemos llevar, y la vida de Bergoglio es un resumen acabado de una vida llevada adelante esperando lo mejor del destino, con la mano del Señor sobre el hombro para acompañarnos.

Un contexto religioso favorable

El Congreso Eucarístico Internacional de 1934 celebrado en Buenos Aires con la presencia del Secretario de Estado vaticano, el cardenal Eugenio Pacelli, fue un acontecimiento religioso que cambió la historia de la Iglesia Católica en la Argentina. La creación de nuevas diócesis, la nominación de Buenos Aires como arquidiócesis primada de la Argentina y del Río de la Plata y la creación del primer cardenal hispanoparlante de América en la persona del arzobispo de Buenos Aires Santiago Luis Copello mostraron la predilección de la Santa Sede por el país y el inicio de un tiempo de reevangelización nacional.

Ya no era vergonzoso para los hombres ir a la misa dominical ni exponer públicamente su fe. Es el tiempo en que Bergoglio va definiendo y descubriendo su vocación religiosa en medio de una vida normal. Sus oraciones en la iglesia del Colegio de la Misericordia, sus confesiones en la basílica San José de Flores y sus cavilaciones por las calles porteñas fueron marcando el camino de un hombre que iba a convertirse, superando siempre dificultades, en el guía espiritual del siglo XXI, siempre del lado de los que no tienen voz, de los que son un número en la estadística, y sobre todo humanizando y personalizando a los olvidados del mundo moderno.

Tres veces a "vía muerta"

La vida de Jorge Bergoglio es un ejemplo para quienes piensan que su tránsito por la tierra es un fracaso. Es sin duda un estímulo para nosotros repasar los momentos duros de la biografía de Francisco. Antes de abrazar la vida religiosa una operación riesgosa para entonces puso en peligro su existencia pero que, gracias al buen consejo de una persona cercana, lo impulsó en sus 21 años a asumir un riesgo para salvar la vida. Su tardío ingreso a la Compañía de Jesús hizo que llegara a la ordenación como presbítero a una edad que hacia imposible pensar en una "carrera religiosa" para el profeso jesuita. 

Luego de un fulgurante recorrido por distintos cargos en la orden (Provincial entre 1973 y 1979, rector del Máximo de San Miguel entre 1979 y 1985) comenzó un pasajero y largo ocaso con un viaje a Alemania donde se dio el único fracaso de su vida: no pudo terminar una tesis sobre Romano Guardini que era su deseo desde mucho tiempo atrás, y a su regreso a la Argentina fue destinado a confesar en la casa jesuita de Córdoba como anticipo de un seguro retiro.

Su predicación de un ejercicio espiritual al entonces arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Antonio Quarracino, fue providencial para la Iglesia. El purpurado regresó a su sede porteña diciendo que había conocido a un santo en Córdoba, decidiendo un viaje a Roma para convencer al papa Juan Pablo II sobre la conveniencia de nombrarlo a Bergoglio como su obispo auxiliar. Lo logró y en 1992 dejó su celda cordobesa y regresó a Buenos Aires como titular de Auca. Poco tiempo antes de morir, Quarracino obtuvo para Bergoglio su nombramiento como arzobispo coadjutor con derecho a sucesión plena, lo que lo hizo jefe de la iglesia porteña en 1998.

Monseñor Bergoglio fue creado cardenal en 2003 y para 2013 ya había presentado la renuncia al arzobispado por haber cumplido los 75 años reglamentarios, tenía listos sus "petates" para retirarse a San Miguel y pasar allí sus últimos años. Pero la voluntad de Dios tiene a veces algunos "caprichos" y la generosidad de Benedicto XVI de renunciar a una responsabilidad que lo desbordaba en tiempos convulsos para la Iglesia lo hizo pedir a sus colaboradores más cercanos en marzo de 2013 una oración "para que vuelva". Sin duda su intuición no lo traicionaba, pero mostraba a la vez sus dudas de aceptar lo que se venía. Como buen hombre de Dios, lo aceptó y fue el inicio de un tiempo venturoso para la Iglesia Católica.

Algunos hitos de su vida

Fue provincial jesuita de la Argentina a los 36 años, en tiempos borrascosos del país en 1973. Durante seis años tuvo que conducir la adaptación de su orden a los principios del Concilio Vaticano II, enfrentar disensos internos muy significativos y tomar decisiones riesgosas para salvar vidas de propios y extraños en los días más violentos de la historia moderna argentina.

Fue obispo a los 55 años como auxiliar de Buenos Aires, asumiendo inmediatamente como vicario general y fue fundamental para el ordenamiento de la administración arquidiocesana, a la vez que contribuyó a la restauración de la disciplina sacerdotal. Ya arzobispo a sus 61 años fue creado cardenal en 2003 y en 2010 hizo auxiliar a Vicente Bokalic Iglic, hoy arzobispo de Santiago del Estero y cardenal elector. 

Ya rumbo al retiro, Dios tenía prevista otra tarea para él: el 13 de marzo de 2013, con 76 años, fue elegido Papa y tomó el nombre de Francisco. Como bien dijo ese día: "Parece que mis hermanos cardenales han decidido buscar un papa en el fin del mundo". Ese fin del mundo somos la Argentina y sus habitantes.

Las bendiciones del Papa Francisco a Santiago del Estero

Para Santiago del Estero la presencia de Francisco en el trono de Pedro fue providencial. En 2013 promovió a su antiguo obispo auxiliar monseñor Vicente Bokalic Iglic como obispo de Santiago del Estero. En 2016 beatificó a Mama Antula y en 2024 la canonizó como Santa Antonia de Paz y Figueroa, la primera santa argentina. En 2024 elevó la sede episcopal santiagueña a arquidiócesis y la convirtió en la primada de la Argentina. A fines de ese año creó como cardenal al obispo Bokalic Iglic, que será el primer prelado de la "madre de ciudades" en participar de un cónclave para elegir un nuevo papa en la historia.

Que la presencia celestial de Jorge Mario Bergoglio, el padre Jorge, el cardenal Bergoglio, el Papa Francisco, ayude a los argentinos a aprovechar su legado y su herencia mejor que lo que hicimos con su presencia terrenal. La bendición de haber sido contemporáneos y coterráneos del americano más importante de la historia, que nació acá nomás, cerca de nuestras casas, es un hecho que nos pone en el camino de construir una nación más amable para todos, en tanto sigamos el camino de la concordia, bajo las enseñanzas que nos dejó Francisco, de amarnos en la diversidad y de mirar juntos el futuro que nos debemos como sociedad.

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