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EL LIBERAL . Santiago

Presidentes de octubre: mitos y leyendas

Por Eduardo Lazzari, historiador.

08/10/2023 01:20 Santiago
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Presidentes de octubre: mitos y leyendas Presidentes de octubre: mitos y leyendas

El mes de octubre resulta interesante para la conmemoración de las biografías presidenciales debido al hecho de ser un tiempo del calendario con gran cantidad de nacimientos, muertes, elecciones y asunciones de los primeros mandatarios en la historia argentina. En el caso particular de este año el evento que se recordará con más énfasis será la elección del 30 de octubre de 1983, cuando el bonaerense Raúl Alfonsín, candidato de la Unión Cívica Radical, se consagró presidente de la Nación, acompañado por el cordobés Víctor Martínez, hecho del que se cumplirán en pocos días cuarenta años y marca el inicio de la restauración republicana.

El 12 de octubre marca también en la historia la fecha ritual de asunción presidencial, utilizada desde 1862 hasta 1928 en doce ocasiones y luego reiterada en 1963 y 1973. Y desde la reforma constitucional de 1994 este mes se ha convertido en un tiempo de alto voltaje político, ya que se celebran las elecciones presidenciales cada cuatro años desde 2007. Los presidentes cuyos nacimientos o muertes se produjeron durante octubre son catorce, por lo que no es arriesgado decir que estos 31 días constituyen el período presidencial del almanaque.

Para recordar a algunos de esos ciudadanos que ocuparon el sillón de Rivadavia, están relacionados con este mes, vamos a recordar anécdotas de sus vidas en estas páginas de "El Liberal".

Vicente López y Planes, el ausente del recuerdo

Hay algunos personajes que por protagonizar algún acontecimiento relevante que los ubica para siempre en la crónica histórica, sufren el ocultamiento de otros aspectos de su vida. Es el caso, por ejemplo, de María Sánchez de Thompson y Mendeville, que ofreció su casa para la primera interpretación del Himno Nacional en 1812, impregnando su biografía ese gran hecho, pero que ensombreció la figura de quien merece ser llamada "madre de la Patria". En una hermandad histórica, el autor de los versos de la entonces llamada "Canción Patriótica", don Vicente López y Planes, quedó enmarcado en su tarea de poeta y relegada la memoria de su gran participación en la vida política durante cuatro décadas y media. Ni que decir de Blas Parera, el compositor de la música del Himno, cuya biografía se sume en una neblina que poco a poco se disipa: quien esto escribe encontró en Mataró, al norte de Barcelona, en España, su acta de bautismo y su acta de funeral, ubicando su tumba en la medieval basílica de Santa María, algo muy poco conocido en general cuando se habla del músico.

López y Planes, un porteño nacido en 1784, se doctoró en leyes en la Universidad de San Francisco Javier en Chuquisaca. Fue capitán de Patricios durante las invasiones británicas de 1806 y 1807, luego de las cuales escribió su primer poema conocido: "El Triunfo Argentino". Participó del Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 y fue secretario de Hacienda del Primer Triunvirato. En 1812 fue elegido como diputado a la Asamblea General Constituyente de 1813, a cuya solicitud presenta una "Marcha Patriótica", que resulta aprobada el 11 de mayo de ese año. Es el himno nacional vigente más antiguo de América.

En 1824 fue elegido como representante porteño al Congreso General que se reunió en Buenos Aires, y asumió como su Secretario. El 7 de julio de 1827, al renunciar Bernardino Rivadavia a la presidencia debido al escándalo de la Convención de Paz con el Imperio del Brasil, fue elegido don Vicente como el segundo presidente argentino. Gobernaría sólo dos meses y le cupo la ingrata tarea de disolver el congreso y aniquilar la presidencia. Desde 1830 fue miembro y luego presidente del Supremo Tribunal de Justicia de la provincia de Buenos Aires; allí lo encontraría la batalla de Caseros en 1852. Los federales de la Legislatura lo nombraron gobernador en reemplazo de Juan Manuel de Rosas. Como tal fue el signatario porteño del Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos del 31 de mayo de 1852 que convocó a un congreso constituyente en Santa Fe, y cuando los diputados porteños rechazaron el pacto, renunció a su cargo el 26 de julio. Moriría unos años después, el 10 de octubre de 1856, amargado por la separación de Buenos Aires del resto de la Confederación. Está sepultado en el cementerio porteño de la Recoleta.

Victorino de la Plaza, la esfinge coya

Muchas veces la tarea del historiador se ve dificultada al abordar personajes o acontecimientos alejados en el tiempo, sobre los cuales se han asentados lugares comunes erróneos y que resulta difícil desbrozar. En el caso de don Victorino de la Plaza, segundo presidente salteño en la historia, durante muchos años se dijo que era un niño expósito que había sido abandonado en la plaza de Cachi y de allí su apellido. Los documentos afirman que sus padres, casados en 1839, eran José Mariano y María Manuela Silva, y tuvieron dos vástagos: Victorino y Rafael. Rafael de la Plaza fue diputado nacional por Santiago del Estero entre 1875 y 1878, y se había casado con la viuda del rector del Colegio Nacional de Buenos Aires Amadeo Jacques, la santiagueña Martina Augier Echagüe. 

De lo que pocas dudas quedan es del origen mestizo de don Victorino, ya que por ascendencia materna, está demostrado el origen de la familia como coyas. Es notable que en esos tiempos acusados de oligarcas, el presidente haya tenido en 1914 sangre india. Se recibió de notario ejerciendo como escribano y procurador. Es becado al Colegio del Uruguay, fundado por Justo José de Urquiza en Concepción del Uruguay, y luego viaja a Buenos Aires para estudiar filosofía. Lucha en la guerra de la Triple Alianza, ascendiendo a capitán. En Buenos Aires estudia derecho y se doctora con el auspicio de Dalmacio Vélez Sarsfield, con quien será escribiente del Código Civil que rigió la Argentina entre 1871 y 2015. 

Casado en 1870 con Ecilda Balvis, no tuvo hijos, pero a su muerte se discutió la paternidad de un niño que habría tenido con su ama de llaves, Emily Henry. Se dedicó a la actividad privada, como abogado de los ferrocarriles y bancos de capital británico, residiendo largamente en Londres. En dos ocasiones fue el negociador gubernamental para la renegociación de la deuda pública y su habilidad fue criticada por el Foreing Office (Ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña) porque la utilizó contra los propios británicos, de quienes había aprendido las mañas del oficio. 

 Al fallecimiento de Roque Sáenz Peña, De la Plaza asumió como el más longevo presidente hasta entonces con 73 años. Mantuvo el sistema electoral creado por su antecesor, convencido que el pueblo iba a votar a los conservadores, "habida cuenta que tan bien hemos hecho las cosas durante tanto tiempo". No fue así y el 12 de octubre de 1916 conoció a su reemplazante, el radical Hipólito Yrigoyen, en el Salón Blanco de la Casa Rosada, pidiéndole a uno de los mayordomos que se lo presentara al llegar el nuevo mandatario. Donó $ 50.000.- a la Universidad de Buenos Aires como agradecimiento por su formación (hoy unos U$S 5.000.000.-) y la provincia de Salta recibió sus libros como legado convertido hoy en la Biblioteca Provincial que lleva su nombre. El palacio que habitó en Buenos Aires es la Escuela Nacional de Inteligencia, en Libertad y Santa Fe. Fue sepultado en la Recoleta, pero sus restos fueron retirados, pensando en trasladarlos a su provincia natal. 

Ramón Castillo, el hombre sin segundo nombre

Indagar en los documentos depara siempre sorpresas al investigador. El caso del catamarqueño de Ancasti Ramón Castillo permite un encuentro con la verdad. En su acta de bautismo figura como segundo nombre Antonio aunque todas las crónicas, los documentos oficiales y la información periodística le atribuyen como segundo nombre una misteriosa "S". El dilema fue resuelto por el testimonio de su nieto al historiador Enrique Mayochi: "Para evitar el malentendido que pudiera ocasionar su firma (Ramón A. Castillo, como Ramona Castillo), en su juventud don Ramón fue deformando la A por una S, que nada significaba".

Estudió derecho en la Universidad de Buenos Aires, llegando a ser decano de su facultad. Se dedicó a la magistratura, siendo juez penal en San Nicolás de los Arroyos y luego juez de la Cámara de Apelaciones. Simultáneamente se dedicó a la docencia. El presidente radical Marcelo de Alvear lo nombra Administrador Nacional de Impuestos Internos pese a su filiación conservadora. Fue interventor de facto de la provincia de Tucumán luego del golpe de 1930. Más adelante fue elegido senador nacional por Catamarca y posteriormente ocupó el ministerio de Justicia y del Interior en la presidencia de Agustín P. Justo. 

Fue candidato a vicepresidente acompañando al radical anti-personalista Roberto Marcelino Ortiz, asumiendo en 1938. La enfermedad que llevaría a la muerte a Ortiz hizo que Castillo asumiera provisionalmente el Poder Ejecutivo desde 1940 hasta la renuncia del presidente en 1942. El apoyo de Castillo a la candidatura de Robustiano Patrón Costas, un antiguo gobernador salteño, fue el detonante que llevó al general santiagueño Arturo Rawson a tomar el poder el 4 de junio de 1943, a sólo tres meses de las elecciones presidenciales. Rawson duraría sólo dos días en el cargo, mientras Castillo intentaba resistir embarcado en el aviso "Drummond" de la Armada en medio del río de la Plata.

Castillo muere el 12 de octubre de 1944, siendo el último presidente constitucional con vida, por lo que al asumir en 1946 Juan Domingo Perón no había ningún antecesor legal vivo, algo que ocurrió por única vez en la historia. En la cuenta corriente de Castillo había sólo $ 47,25, por lo que sus amigos debieron hacerse cargo de su velatorio y funeral. Estuvo sepultado en el cementerio de la Recoleta, pero posteriormente sus restos fueron trasladados al de Olivos. 

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