¿Cuál es tu cosecha?

Como todo lo que poseemos, nuestros seres queridos son sólo un préstamo que recibimos en la vida, decía Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004), médica suiza que encontró el sentido de su existencia acompañando paliativamente a miles de personas en los tramos finales de sus vidas. Somos responsables de ese préstamo y de lo que haremos con él. Deberemos responder y devolver.

No nos gusta ver la vida como algo temporal, recordaba Kübler-Ross. Pretendemos que sea eterna y que siempre gocemos de las cosas y los seres que nos acompañan en ella. Cuando la pérdida sobreviene, y sobre todo cuando está fuera de nuestra "programación" (pensamos que ocurrirá en un indefinido "después"), solemos negar lo inaceptable, nos enojamos, preguntamos por qué. No hay respuesta a la pregunta. Simplemente ocurre.

Una gran terapeuta humanista, Elisabeth Lukas, apunta en su libro "En la tristeza pervive el amor" que, al llegar a la vida, recibimos una cesta para recoger con absoluta libertad todo lo que haya en el suelo y en los árboles. Hay quienes acopian frutos verdes o agusanados y hay quienes tienen una fragante y nutricia recolección. Se trata de cosechar, de alimentarse de la cosecha y de repartir, de modo que haya espacio para seguir recogiendo. "Pero al final la verdadera cosecha no se halla en el cesto, escribe Lukas, sino en los graneros de la eternidad, con el esfuerzo de la recolección y la bondad del reparto. Nadie sabe cuánto durará el tiempo de su cosecha. Pero alcanza para dejar bien provistos los "graneros de la eternidad".

Acaso en el amor sembrado y cosechado, en los valores vividos y en lo que hemos honrado, agradecido y respetado estén las semillas que dejará nuestra vida para que otros inicien sus cosechas.