Hoy es la festividad de Santa Rosa de Lima, mujer de auténtica fe Hoy es la festividad de Santa Rosa de Lima, mujer de auténtica fe
La comunidad católica celebra hoy la festividad de Santa Rosa de Lima en conmemoración a la primera Santa de América que desde temprana edad consagró su vida a Dios y a la atención de los enfermos y niños.
Rosa de Lima, mujer laica que desarrolló una sensibilidad a favor de los indios y negros, es la figura de una mujer inteligente y valiente que defendió la dignidad de los más pobres:
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Es también la Patrona de la Independencia Argentina desde 1816, cuando el Congreso de Tucumán la proclamó como tal a propuesta de fray Justo Santa María de Oro.
Esta declaración, además de ser un homenaje a la primera santa de América, reflejaba el deseo de unión de los pueblos bajo una figura religiosa común.
Santa Rosa de Lima, Patrona de América Latina, nació el 30 de abril de 1586 y su verdadero nombre era Isabel Flores y Olivia.
En Santiago del Estero, es la Patrona de la localidad de Suncho Corral.
El centro de su vida
Los pobres y pecadores son el centro de la vida de Rosa de Lima, quien mantuvo la seriedad, la alegría y la prudencia del amor cristiano.
Ella veía el amor gratuito de Jesús en la cruz, y se unió en carne propia a la realidad sufriente de los indios, lo que inspiró una entrega generosa para ser como él.
Para hablar de Rosa conviene que entendamos el siglo en el que vivió (XVII). Lima gozaba de grandes beneficios derivados de la explotación minera.
Las ambiciones personales, el despilfarro sin sentido y la injusticia se imponían a costa del sufrimiento de los pobres, especialmente de la población india de todo el país.
Aceptó vivir su condición de criolla «con ojos y corazón abiertos e interpelados por los pobres indios y negros, en quienes percibió la presencia de su amado Esposo Jesús».
Entre las virtudes de la primera Santa de América destacan la humildad, el amor por los pobres (se caracterizaba por su generosidad, solidaridad y compasión), laboriosidad (La santa peruana ayudaba en las labores de su hogar, visitaba a los enfermos para atenderlos y apoyaba a sus padres en tareas del huerto y de costura), oración constante (nunca dejaba de alabar a Dios y siempre daba fe de las bondades que recibía del Señor. Ella entendía la oración como el comunicarse con el Padre y sentir su presencia, bondad y amor).
Murió el 23 de agosto de 1617 sólo después de haber renovado sus votos religiosos, repitiendo varias veces: «¡Jesús, que estés siempre conmigo!». En 1668, Rosa fue beatificada por el Papa Clemente IX y canonizada tres años más tarde.








