El sol se despide, pero deja huellas en el aire: esas tardes amarillas, que los santiagueños llevamos tatuadas en la piel del alma.
Tardes amarillas en la ribera del Dulce: la poesía viva del cielo santiagueño Tardes amarillas en la ribera del Dulce: la poesía viva del cielo santiagueño
Hay un momento del día, justo cuando el sol empieza a inclinarse hacia el poniente, en que Santiago se transforma. No es una simple caída del sol: es un acto profundo, casi sagrado. Es allí por ejemplo, en la ribera suroeste del Río Dulce, justo debajo del puente de la Solís, donde la tarde se vuelve poesía viva.
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(Tardes amarillas en la ribera del Río Dulce- Foto: EL LIBERAL)
El cielo se tiñe de un amarillo tenue y mágico, de esos que parecen salidos de la memoria del mismo monte. Un amarillo cálido que además de deslumbrarte te abraza. Allí, donde las aguas del Dulce espejan las nubes que pasan, se forma una postal que no se cansa de asombrar.
El sol se despide, pero deja huellas en el aire: esas tardes amarillas, que los santiagueños llevamos tatuadas en la piel del alma.
Ya lo había dicho el poeta Dalmiro Coronel Lugones, con la música entrañable de Peteco Carabajal, y con el alma de Jacinto Piedra revoloteando por entre las ramas del monte:
"Cuando me lleve el destino por otras huellas un día /
Cuando ansias de andar me alejen de mis tardes amarillas..."

(Tardes amarillas en la ribera del Río Dulce- Foto: EL LIBERAL)
Esa estampa la del cielo amarillo cruzado por vuelos de tordos, los cardones recortándose contra la luz, el murmullo de la acequia se vuelve refugio y promesa. Porque el que ha vivido una tarde santiagueña junto al Dulce, no olvida nunca más ese abrazo de calor, viento y cielo que parece decirnos que, aunque el tiempo pase, el amor por esta tierra deja una huella imborrable.
¿Ustedes también lo han vivido así?








