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EL LIBERAL . Santiago

Anécdotas de la Historia: El gran acuerdo político de Argentina

Eduardo Lazzari. Historiador.

28/09/2025 01:14 Santiago
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El 1° de mayo de 1853 es el día fundacional de la Argentina Moderna. En la ciudad de Santa Fe de la Veracruz, luego de siete meses de discusiones, debates, crisis y acuerdos, los 25 convencionales juraron la Constitución Nacional que aún hoy rige los destinos del país. Quizá por el hecho de que la provincia de Buenos Aires haya decidido no participar del Congreso de Santa Fe y se integrara solo seis años después a la nueva República surgida de la Carta Magna, la historiografía liberal no hace justicia al proceso que llevó a la unión nacional y a la organización política del país. El gobernador entrerriano Justo José de Urquiza, el hombre más poderoso del país luego de derrotar al porteño Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852, propuso un amplio acuerdo político a propios y extraños, a amigos y a enemigos, piedra fundamental del largo período de progreso institucional, social y económico que la Argentina llevó adelante durante un siglo y que la ubicó entre las grandes naciones de la tierra.

El Acuerdo de San Nicolás del 31 de mayo de 1852 marca un antes y un después: por primera vez en la historia, las catorce provincias históricas signaron un documento para obligarse a sancionar un texto constitucional. Unos tres meses después, Buenos Aires intentaría un rumbo solitario que no logró detener la organización nacional. Tres hechos marcan el momento: la reunión de la asamblea fuera de Entre Ríos, cabeza del poder de Urquiza; la participación de notorios unitarios en el debate; y la decisión del Organizador de no ser parte de la reunión fundacional. El gran servicio patriótico en pos de la paz interior de Urquiza concluyó en su fórmula presidencial de 1854, donde el gran caudillo federal es acompañado por uno de los más conspicuos unitarios, el sanjuanino Salvador María del Carril. El ejemplo de la historia es iluminador del presente argentino, ya que la terminación de la guerra civil fue el acuerdo entre los enemigos que hasta entonces solo se relacionaban a través del exilio, del asesinato o de la enemistad.

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Los grandes protagonistas de la mayor gesta institucionalista de la Argentina son, en general, poco conocidos. Por eso se recorrerán hoy las biografías de los que nos legaron el mayor monumento jurídico: la Constitución Nacional. Sin duda, no es fácil la decisión de omitir en este relato a Juan Bautista Alberdi y a Facundo Zuviría, pero quedará para más adelante, si Dios quiere, profundizar en el redactor de las Bases y en el presidente del Congreso de Santa Fe de 1852/3.

Justo José de Urquiza

Este entrerriano nacido en Concepción del Uruguay el 18 de octubre de 1801 es valorado adecuadamente si se combinan sus dos grandes virtudes: el político pragmático y el empresario exitoso. No hay en la historia argentina un presidente que haya tenido tal fusión que aplicó en cada una de las acciones políticas que lo convirtieron en el Organizador. Fue gobernador de su provincia desde 1840 y adhirió al federalismo dogmático, heredero de las ideas de Manuel Dorrego impulsoras de una solución constitucional. Supo mantener una correcta relación con Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires, encargado de la defensa nacional y de las relaciones exteriores, a quien sólo desafió cuando se supo fuerte para vencerlo.

Su frialdad política le permitió consolidar la autonomía entrerriana, negociar tratados con Brasil y el Uruguay, además de la provincia de Corrientes, y organizar el mayor ejército que alguna vez participara de las contiendas civiles. Comenzó el periplo organizador con su sola presencia en Montevideo, logrando el levantamiento del sitio de la capital oriental en 1851. Luego enfrentó y derrotó a Rosas, para culminar dando el gran golpe de efecto: la convocatoria a una reunión de gobernadores sancionar una Constitución. Los unitarios aceptaron el convite, dando fin a la guerra civil. 

 El compromiso de Urquiza de respetar la Carta Magna que surgiera de la convención, dejando atrás el sistema de caudillos, y la aceptación de los unitarios de una forma federal de gobierno fue la clave del momento. La primera presidencia constitucional argentina le correspondió al entrerriano, que al cumplir el término de su mandato aceptando los preceptos constitucionales, sobre todo el referido a la reelección, fue el inicio de un proceso notable de estabilidad republicana, sólo perturbado entre 1859 y 1861 durante la transición violenta que reincorporó a Buenos Aires. Su camino lo hará volver a Entre Ríos, su provincia, a la que gobernará hasta su asesinato en 1870.

Salvador María del Carril

El 5 de agosto de 1798 nacía en San Juan de la Frontera uno de sus más ilustres hijos. Del Carril fue un joven brillante que estudió en Córdoba bajo la dirección del deán Gregorio Funes y se convirtió en gobernador de su provincia a los 24 años, sancionando el primer texto constitucional escrito en el que se proclaman los derechos del hombre con carácter supremo: la Carta de Mayo. Fue derrocado y se exilió en Buenos Aires, donde fue ministro del presidente Bernardino Rivadavia en 1826 en medio de la guerra contra el imperio del Brasil. 

Desde entonces adhirió no sólo al ideario unitario, sino a la actividad partidaria, siendo uno de los principales apoyos a la revolución encabezada por el general Juan Lavalle, que derrocó al gobernador federal Manuel Dorrego. Este es el capítulo más oscuro de la trayectoria de Del Carril, que fomentó la pena capital que Lavalle haría caer sobre Dorrego el 13 de diciembre de 1828. Como ministro del gobernador delegado Martín Rodríguez, Del Carril firma el decreto de creación de la comandancia civil y militar de las islas Malvinas, nombrando a Luis Vernet gobernador, siendo este el primer y fundamental acto jurídico que respalda la soberanía argentina en las islas.

Desde 1830 hasta 1853 vivió en el exilio, siendo un activo unitario contrario a Rosas. En el ansia de organizar el país, Del Carril mantuvo correspondencia con varios federales notables, sobre todo con Urquiza, quien luego de Caseros lo convocó como consejero de estado. La provincia de Buenos Aires lo eligió convencional constituyente, pero la defección de los porteños hizo que Del Carril se sumara al proyecto de Urquiza, siendo representante de su provincia natal en la magna reunión de Santa Fe. Fue fundamental en el Congreso y como muestra de la austeridad de esos tiempos, el alojamiento de Del Carril en la capital litoraleña era el desván de un despacho de bebidas cercano al Cabildo, donde sesionaban los constituyentes. El propietario era Hermenegildo Zuviría, apodado por sus amigos como "Merengo", quien creó unas delicias dulces para su inquilino, que el tiempo convirtió en el símbolo gastronómico de Santa Fe: los alfajores "Merengo" que don Salvador del Carril elogiaba en 1853 en sus cartas. 

Su liderazgo en las sesiones, su carácter parco y conciliador alejado de las violencias de otros tiempos hicieron que, una vez promulgada la Constitución, su figura se viera como símbolo del gran acuerdo entre federales y unitarios. El 5 de marzo de 1854, en Paraná, Urquiza y Del Carril juraron sus cargos de presidente y de vicepresidente ante el Congreso Nacional. Serían los primeros mandatarios en cumplir su período bajo el imperio de una constitución. En 1862, el presidente Bartolomé Mitre, que no se llevaba bien con Del Carril, lo convocó para la Corte Suprema de Justicia, siendo juez hasta 1877, y presidiendo el alto tribunal desde 1870. Este tiempo de ancianidad activa merece ser tratado con profundidad, lo mismo que el severo conflicto que don Salvador mantuvo con su esposa, doña Tiburcia Domínguez, que los hizo callar dos décadas sin cruzar una palabra. Pero como bien se dice, estas son otras historias.

José Benjamín Gorostiaga

El más olvidado de los grandes argentinos es este santiagueño nacido en la "madre de ciudades" el 26 de marzo de 1823 en una de las familias fundadoras de la provincia de Santiago del Estero. Educado en el colegio jesuita de Buenos Aires, fue uno de los jóvenes a los que acudió Urquiza para organizar el país. Abogado, fue elegido convencional para la reunión de Santa Fe con el auspicio del gobernador liberal Manuel Taboada. Reunido el Congreso, fue elegido Gorostiaga miembro de la Comisión de Negocios Constitucionales, convirtiéndose por su austeridad y contracción al trabajo en el verdadero redactor de la Carta Magna, a la que definió así: "Nuestra Constitución ha sido vaciada en el molde de la de Estados Unidos".

De su pluma surgió el texto del Preámbulo, que hasta hoy es la expresión jurídica más significativa de los propósitos nacionales. El santiagueño, siempre orgulloso de su tierra natal, fue el alma mater de las sesiones, con sus discursos elegantes y su paciente escritura de las ideas discutidas, cimiento jurídico de la Nación Argentina. El gran historiador Paul Groussac sostiene que: "...desde el principio al fin domina Gorostiaga la situación parlamentaria. Si fuera lícito admitir que tenga un autor la constitución federal que rige la república, deberá aparecer como tal Gorostiaga y no Alberdi". El intercambio epistolar con el tucumano, al que reconoce mentor del texto fundacional, marca la reconciliación histórica entre las dos provincias enfrentadas desde antaño.

Más adelante fue ministro de Hacienda; convencional de la reforma de 1860 para lograr la reunificación del país; juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, llegando a presidirla en 1877. Gorostiaga presidió los acuerdos en los que se dictaron los primeros grandes fallos, muchos de ellos inspirados en los antecedentes de la Corte de los Estados Unidos. Aún hoy esos dictámenes constituyen, con su enorme peso moral, la base de la jurisprudencia argentina. Su actuación lo convierte en el fundador de la doctrina judicial argentina.

   

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