La detención reaviva el debate sobre la falta de controles en los pasos fronterizos, donde a diario cientos de personas cruzan entre ambos países sin restricciones.
Tras la captura de Pequeño J en Bolivia, quedó expuesta la fragilidad de la frontera en La Quiaca Tras la captura de Pequeño J en Bolivia, quedó expuesta la fragilidad de la frontera en La Quiaca
La detención de Víctor Sotacuro Lázaro, uno de los implicados en el triple crimen narco de Morena Verdi, Brenda del Castillo y Lara Gutiérrez, puso en primer plano una problemática que desde hace tiempo genera preocupación en el norte argentino: la fragilidad de los controles en la frontera entre La Quiaca (Jujuy) y Villazón (Bolivia).
Sotacuro fue localizado y arrestado en un hostal de la ciudad boliviana de Villazón, a escasos metros del límite con Argentina. Pese a la existencia de un cerco metálico y un puesto de Migraciones, el paso entre ambos países se realiza sin mayores dificultades.
También te puede interesar:
Un informe televisivo mostró este miércoles imágenes que reflejan la situación: incontables cruces no habilitados permiten transitar a pie desde La Quiaca hacia Villazón en cuestión de minutos. Apenas a 200 metros de la terminal de ómnibus, un camino de tierra conduce al Río de La Quiaca, que por estas semanas permanece casi seco, lo que facilita aún más el tránsito irregular.
Del otro lado, ya en territorio boliviano, los viajeros ingresan a Villazón sin atravesar controles migratorios. A diario, se observan personas con carros, bolsas y mercaderías que cruzan libremente, a menos de 150 metros de la garita oficial.
Aunque por momentos se percibe la presencia de Gendarmería Nacional, la vigilancia resulta insuficiente para controlar el movimiento constante de ciudadanos de ambos países.
El cerco fronterizo, inaugurado a fines de julio pasado tras meses de obras, muestra varias roturas y huecos que hacen casi inútil su propósito original. En total, el recorrido ilegal hasta Bolivia puede completarse en apenas siete minutos a pie.
La captura de Sotacuro Lázaro volvió a poner en evidencia la vulnerabilidad de un límite que, pese a las medidas oficiales, sigue funcionando más como un corredor informal que como una frontera segura.








