Por Belén Cianferoni.
Crónica del peregrinaje de la salud: el miedo y la esperanza Crónica del peregrinaje de la salud: el miedo y la esperanza
Buenos días. ¿Cómo los trató este clima? ¿Derretidos? Vamos a llegar a fin de año: deberían felicitarnos, darnos un homenaje o, al menos, un pequeño brindis por todo lo que logramos sobrevivir estos meses.
Así que este párrafo es para aplaudir todo el esfuerzo que hicimos a lo largo del año y por todo lo que lograron soportar.
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Chin chin con mi mate a la distancia, porque estoy en la búsqueda de solucionar algunos problemitas de mi amiga íntima, Doña Esclerosis. No son problemas: son inconvenientes que requieren de mi atención. Una es previsora cuando se da cuenta de cómo pasa el tiempo rápidamente y el cuerpo también lo acompaña, aunque la mente diga: "¿En qué momento llegamos a finales de noviembre?"
¿Les tocó alguna vez viajar por salud? ¿Vivieron la experiencia de ir a otra provincia en busca de una respuesta? De estar programando con miedo y esperanza para un futuro propio o ajeno mientras miras los precios de los pasajes. Es un numerito a considerar.
Los que tenemos certificado de discapacidad sí, tengo certificado de discapacidad y no me avergüenza decirlo tenemos esa suerte de poder programar nuestro peregrinaje de salud con los pasajes reconocidos por el Estado. Igual, siempre es necesario planificar con un mes de anticipación y, con la divina virtualidad, podemos hacerlo online.
Pero el miedo y la incertidumbre siguen ahí, mientras pones la ropa en la valija. Doblas las remeras y las dudas juegan al ping pong con tu corazón. Mientras acomodas los pantalones, una eventual campera y chequeas el clima que vas a encontrar en otra provincia, piensas: "¿Y si me dan una mala noticia y justo se larga a llorar el cielo conmigo?". Ordenas los cargadores del celular porque es necesario estar conectada con la familia, porque los que se pegan el verdadero viaje son los que se quedan y esperan a que mandes un mensaje.
Viajar es eso: enfrentarte a una nueva realidad y a las inseguridades de que todo puede cambiar o no. Puede que no lo sepas, pero detrás nuestro siempre están todos los rezos y santos que nos envían desde lejos. Están cerquita, por más que el avión o el colectivo avance rápido, y abrazan cada posible golpe que la vida nos dé en forma de análisis y de informes. A todo eso se le suma la música, que también hace lo suyo. Rosalía largó un nuevo álbum que te acompaña a donde sea que vayas: Lux. Hay un tema que escribió desde el punto de vista de Dios, y nos regaló un mensaje divino: "Yo te sigo, tú improvisa". Y una se queda pensando claro, Dios está ahí en el cariño, en ese sostén invisible que aparece cuando más lo necesitas, y no importa lo que sea improvisemos. Está ahí.
Viajar por salud es una especie de iniciación involuntaria: te subes al micro como quien entra a un túnel, sin saber bien cómo vas a salir del otro lado. Una mezcla de valentía, resignación y fe. No cualquiera se anima, pero aquí estamos, jugando a ser fuertes aunque no tengamos idea de cómo se hace.
Y cuando por fin llegas, te das cuenta de que no viajaste sola. En el bolso vienen tus miedos, sí, pero también tus pequeñas rutinas que te hacen de amuleto: ese mate que nunca te abandona, la playlist que te calma, el mensajito de "avisame cuando llegues", y esa certeza silenciosa de que, pase lo que pase, ya atravesaste cosas peores.
Volver, en cambio, siempre es un alivio. Aunque las noticias no sean las mejores, volver significa recuperar el propio territorio, el abrazo conocido, la cama que sabe tu forma. Significa también reconocerte valiente: hiciste el viaje, diste la cara, preguntaste, buscaste respuestas. Y eso ya es ganarle un poquito a Doña Esclerosis y a cualquier monstruo que se disfrace de diagnóstico.








