La poesía de Elsa Trejo La poesía de Elsa Trejo
Orígenes
Y siempre habrá veranos
con arrullos
sin sosiego de chicharras,
en los que el calor de fuego
deje sin fuerzas
la faz soterrada del pantano
que se vuelve panal
en su agrietada piel
abigarrada y mustia
hostil para el rebaño
en sus trasiegos sordos
horadados de huellas infinitas.
Y siempre habrá un recuerdo
de sandías en tajadas palpitantes
y siestas placenteras en los catres
y árboles enseñoreados en los patios.
Lo habrá
para cuando arrecie el desasosiego
como larva tenaz
esparciendo pestilencias
y miserias,
dolores que contagian
la molicie, la pena y la pavura
como negro frenesí
de un futuro innoble
e innombrable.
Yrene
El ovillo tenue el cobijo fuerte
la fogata clara encendida al alba
los panes crujientes la sal de la vida
la sonrisa presta el auxilio urgente.
La hora
Era la hora en que
la muchacha estonia
de piel cetrina
se conecta con el chino
que abrió su comercio
en la calle Murguiondo
del barrio de Liniers.
La hora en que
las cigarras cantan
en enfervorizada sintonía
en los algarrobos
de las acequias,
adormidera de changuitos
sin atención materna
que esperan el regreso
de nodrizas cansadas
y de ancianos aburridos
por el paso del tiempo
en veredas de la nada.
Era la hora en que
los senegaleses
recogen sus bártulos
en las peatonales
y se echan a andar
calle arriba
a sus moradas,
mientras en las calles
de baches eternos
arden señas de fuego
para choferes ofuscados.
Era justo esa hora
cuando nadie oyó
el grito aterido del peligro.
Egeo
En el letargo de la tarde espera
una brisa leve que meza los silencios
espantando negros nubarrones
de dolientes presagios,
mensajes del futuro
como el canto de la Esfinge canora.
En un resquicio de la niebla encuentra
los ojos húmedos
mirando las barcas del naufragio.
Cáscaras de nueces los cascos
rotos y cascados
dejaban escapar mil gritos
en lenguas arcaicas y lejanas.
Ely
(de la serie Female)
La topadora es poderosa
y su figura, pequeña,
pero la luz de un alma
que cuida lo que es suyo
brilla incandescente,
se enciende y obnubila.
Enfrenta con porfía,
se alza por los niños
por su hombre, por su tierra,
se anima
pero su corazón cede
al miedo, al pavor, al espanto.
Sonkoy, pétreo como el quebracho,
se doblega
ante la codicia
de los millonarios
cuando solo la rabia
sirve de trinchera.
Y así se le va la vida
en la edad de Cristo
en la edad de Evita
en la edad del Che.
Tercer milenio
(de la serie Presencias)
En días de odio
podrías sucumbir
de grilletes y cardenales lleno,
sin culpa ni condena,
solo, con el alma lesa
de precariedad, pena y escarnio.
O podrías caer
abatido en pleno asfalto
al fragor del plomo impío,
que vigila el sueño de los cruentos.
Mujeres tenaces huyen
de ávidas y feroces fauces,
de dentelladas ciegas.
Y perros cimarrones ladran
mientras los desesperados
se arrojan por hastío
al paso del transporte público
en calles sombrías,
periféricas.
En el desamparo del alba,
los lunáticos se zambullen
en un encrespado mar
de carcajadas.
Ya no hay faros
encendidos a esa hora…
Ni siquiera algo de lumbre
Ni pan para los parias.