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EL LIBERAL . Opinión

¡Es nuestra bandera, argentinos!

19/06/2019 23:45 Opinión
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¡Es nuestra bandera, argentinos! ¡Es nuestra bandera, argentinos!

Clemente Di Lullo

Profesor especialista

 

Si realmente amamos a nuestra tierra, como pregonamos, es deber de honor profundizar en su historia, sobre todo de sus hitos fundacionales que dieron y dan sentido a la Nación.

La Bandera Nacional de la República Argentina fue enarbolada por primera vez, por su creador, el Dr. Manuel Belgrano, el 27 de febrero de 1812, a orillas del río Paraná, en la antigua Villa del Rosario, en ocasión de la inauguración de las baterías “Independencia” y “Libertad” para proteger y asegurar el área de las incursiones de naves realistas desde Montevideo.

Es cierto que establecer las conmemoraciones siguiendo criterios que no sean históricos es una forma controversial de honrar a la Patria.

A modo de reflexión nostálgica deberíamos preguntarnos, ¿qué fue de aquellas jornadas conmemorativas colectivas que mantenían el fervor patriótico en un nivel muy alto? Era impactante ver a todo el pueblo participar en un festejo que sentía como muy propio y digno del más alto respeto por su carga identificatoria.

Pero ahora aquél sentimiento de respeto y valoración por los símbolos nacionales, la bandera en especial, parece adormilado con evidente tendencia a desaparecer. ¿Desde cuándo? Sería demasiado arriesgado establecer un momento preciso de inicio de este proceso, pero sí podemos ubicarlo a partir del último tercio del siglo XX. ¿Tal vez las ideas posmodernistas tengan algo que ver? Es probable, si tomamos nota que las características fuertes de este movimiento es el postulado del relativismo cultural y sociológico que “vacía de contenido” a las valores y costumbres tradicionales en que se afirmaban las identidades nacionales.

A ello podría sumarse el resquebrajamiento de la unión nacional como consecuencia de sucesivos desencuentros políticos y sociales que mermaron el sentir patriótico y que desvirtúan el sentido de Patria que tuvieron Belgrano, San Martín, Güemes y tantos otros próceres de nuestra historia que entregaron sus vidas en pro de una Nación en serio.

Hoy, la bandera celeste y blanca identificatoria del ser argentino brilla por su ausencia, a excepción de las instituciones gubernamentales.

Así, el fortísimo mensaje identitario de nuestra bandera pareciera mantenerse encapsulado en una especie de miedo autoimpuesto que nos impide ser auténticos, de espíritu y corazón sano.

Tal vez, sea conveniente dejar esta imagen de languidecimiento para volver a subirnos al podio de argentinos convencidos de su ser y que lucen y recuerdan con sano orgullo la memoria heroica del nacimiento de nuestros símbolos nacionales y retornar al camino correcto de su venerable portación y recordación. Hoy más que nunca, pareciera ser un imperativo a cumplir aquella frase de Ortega y Gasset: “Argentinos, a los hechos”… pero de verdad y en serio. l


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