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EL LIBERAL . Opinión

Ofensas que no son lapsus

19/02/2020 13:02 Opinión
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Ofensas que no son lapsus Ofensas que no son lapsus

"Si ofendí a alguien le pido disculpas", es la forma más tibia e inútil de pedirlas. Parece una frase políticamente correcta pero está viciada de nulidad porque significado y significante no se relacionan.

Eso hizo Elizabeth Vernaci al decir que "Jujuy es Bolivia", en un tono despectivo. Como si Jujuy fuese el infierno norteño y Bolivia una calumnia.

Pero, claro, lo dice desde el estrado que configura una radio de punta que sólo admite locutores cool. A todo esto, la palabra "cool" significa (en su inglés original) justamente lo que ciertos comunicadores de la gran orbe son: "fríos". Porque viven en una vorágine en la que gana el más fuerte, el más descorazonado, el más "rápido".

Alguna vez tuve la oportunidad de hablar mano a mano con un locutor de ese estilo, empezó hablando de algunas hierbas que tomaba para despertar bien temprano para la radio y terminó asumiendo su adicción a algunas sustancias, admitiendo que debía rendir con la veborragia y la plenitud cómica que se le exigía a su personaje.


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Hay que estar a la altura, parece. Pero en esa altura no entra ni de soslayo la catadura moral.

En esa desenfrenada carrera por el éxito express vale todo, hasta la mismísima agresión.

Hoy veía a Vernaci pedir disculpas tibias y la luz del sol daba contra su rostro comido por resabios de lo que debe de haber sido una varicela. Y reflexionaba, cuánta gente podría decirle algo de los innúmeros pozos de su piel y estaría cometiendo un supino acto de agresión. Y luego ella, tal vez, expresaría su enojo, y luego otros le dirían que le dan su merecido, y luego seguiría la batalla que se convertiría en un juego de nunca acabar.

Pero volviendo al tema y  siendo sinceros, ¿cuándo las provincias hemos sido realmente reconocidas como parte argentina legítima?

Dos cuentos al caso, como se dice: alguna vez se sugirió que Santiago del Estero podría ser capital del país. Silvia Fernández Barrio, que era panelista de Intratables en ese momento, arremetió con una risotada. Hecho que fue atacado por muchos, hasta por la infrascrita, por sentirme agraviada como santiagueña. Ella me contestó arteramente por mensaje privado de Twitter con un enérgico y soberbio "¡ya pedí disculpas!”. Luego se debe de haber acordado que la esposa del dueño del canal para el que trabajaba era coterránea.

Otro recuerdo, que me viene a la memoria. Marley es la cara de una gaseosa de origen santiagueño. En una parte me parecía muy mal guionada y actuada, decía: "Es una gaseosa y se llama...." (término derivado de sequedad).  Me parecía ofensiva y nada dable a la risa.


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Lo que pasa es que en este juego de viabilidades  siempre jugamos a rezago, hasta que vino un gobierno que supo ponernos en el mapa y los muchachos porteños nos comenzaron a mirar con otros ojos, pero eso es harina de otro costal.

Aunque parezca mentira, algunos (muchos para ser exacta) creen que son parte de una aristocracia. Hay una cierta nostalgia monárquica que nos viene de los orígenes, esos en los que nos debatíamos entre pertenecer o independizarnos.

A esta altura del partido se me ocurre tan sólo repetir la frase de Joan Manuel Serrat: "la aristocracia de barrio", porque eso somos. Todos bajamos del mismo barco, unos estábamos a babor, a estribor, más cerca de la proa o la popa, pero de azul tan sólo tenemos la tinta de la Bic trazo grueso cuando se explota en la mano.

Lo importante aquí es entender que en los tiempos del cornoavirus, el mundo todo es inviable. Y tal vez, tal vez, el bendito sur que tan sospechado de rezago y pobreza está, sea al fin la panaceas de un mundo que escapará de cuanta plaga la azote. Estamos en el tiempo donde se dirime todo. Tiempo en el que tal vez alguno de nuestros detractores, escapando de algún mal  toque un día nuestra puerta y nosotros les invitemos un mate cocido con chipaco sin fruncir siquiera el ceño. Al fin y al cabo somos buena gente.


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