El amor todo lo puede El amor todo lo puede
Por el padre Mario Ramón Tenti.
El Jueves Santo la
Iglesia celebra la institución
del Misterio Eucarístico,
el Sacerdocio
Ministerial, y el lavatorio
de los pies, y nos deja
el mandamiento más
grande: él del amor,
que da sentido a la vida
de Jesús y sus discípulos.
Jesús presiente que
su vida corre peligro,
no busca su muerte,
porque el ama la vida
y quiere que todos disfrutemos
de ella. Aun
así, decididamente va
Jerusalén, la ciudad
Santa. Allí se centraliza
y reside el poder religioso
y político que
quieren su muerte porque
lo consideran peligroso.
El Señor lo sabe,
sus palabras y gestos,
sobre todo sus curaciones
y cercanía a los pobres
han puesto en jaque
las prerrogativas
del poder central.
Ese es el clima y el
ambiente que respira
el profeta de Nazaret y
sus discípulos. Por eso,
para fortalecerlos en
la fe y anunciarles que
más allá de su suerte, el
Reino de Dios llegaría
porque el Padre es fiel,
y no puede abandonar
a su pueblo, organiza
una cena de despedida.
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Los discípulos conocen
estas cenas, ellos
la compartieron con el
Maestro y los desheredados,
como signo del
banquete final cuando
llegue el Reino de
Dios. Es esta la cena de
despedida, la última:
“he deseado ardientemente
comer esta pascua
con ustedes antes
de mi Pasión, porque
les aseguro que ya no la
comeré más hasta que
llegue a su pleno cumplimiento
en el Reino
de Dios”.
A pesar de la inminencia
de su muerte,
Jesús se recuesta a la
mesa con los discípulos
para compartir el
pan y la copa de vino.
Luego de la bendición
sorprende con el gesto:
toma el pan, lo parte
en trozos y se los da
a los discípulos diciéndoles
éste es “mi cuerpo”;
luego, hace una
acción de gracias con
la copa de vino e invita
a todos a beber de ella.
“Esta copa es la Nueva
Alianza sellada con
mi sangre, que se derrama
por ustedes”. Jesús,
convierte esta cena
de despedida, en
un símbolo sacramental
que evocará la entrega
de su vida por la
causa del Reino. Cada
vez, a lo largo del tiempo,
que los discípulos
se reúnan a rememorar
esta cena anunciarán
que el Reino de Dios
está presente y actuante
en medio de la historia,
en la vida y el comportamiento
de los discípulos
unidos en comunión
al Maestro.
En esa misma cena,
Jesús lavó los pies
a los discípulos, gesto
de amor y servicio
inigualable, y nos dejó
el mandamiento del
amor: ámense los unos
a los otros como yo
los he amado. No hay
amor más grande que
dar la vida por los amigos”.
Jesús vivió amando
y sirviendo a los demás,
por eso, su muerte,
la entrega de su vida
en la Cruz, es la continuidad
del amor que se
expande y universaliza
a todos los hombres. En
la Cena de despedida y
sobre todo en la Cruz,
Jesús nos enseñó que
el amor todo lo puede,
que el amor perdura
más allá de la
muerte.