Historias que se unen a Loreto por las viejas vías

Al oeste de la estación de trenes loretana se encuentra la estación de Laprida, es la última localidad del departamento Choya antes de llegar al límite con Loreto. La vieja construcción es el centro de un paseo con un amplio espacio. En la estación vive Juan Moisés Moreno, de 68 años, junto con su familia: “A nosotros nos autorizaron a vivir y cuidar la estación, por eso estamos aquí”, informa Moreno para luego continuar: “Yo en 1983 comencé a trabajar en una cuadrilla especial, reemplazábamos durmientes y rieles por eso nos llamaban la cuadrilla de la renovación por el trabajo que realizábamos, trabajamos en este tramo uniendo Loreto, Silípica hasta llegar a Santiago”.

Atrás quedaron sus tiempos de empleado ferroviario, ahora se dedica a curar caballos y otros animales lastimados. “Curo zafaduras, quebraduras, siempre me busca gente de Loreto y de otras partes”, cuenta. Luego queda en silencio, mira el andén sin vías que ahora es el patio de su casa y dice a forma de despedida: “Nunca supe por qué quedamos sin trabajo, un día vino el capataz y dijo: ‘Todo se terminó, no hay más tren’. Eso fue todo”.

El tren fantasma que llegó a Loreto y los cerdos embriagados

Sí, la vida en los trenes estaba llena de historias y a medida que los años toman distancia, éstas cobran renovadas dimensiones. Relato tras relato, aumentan y quitan informaciones, colores, circunstancias, como una intrincada trama que busca perforar el tiempo y hacer más y mejores anécdotas del mismo hecho.

Juan Moisés Moreno se sienta cómodo, como si él y el centenario banco de tablas y hierro fundido fueran parte de una imagen eterna bajo el techo de la vieja estación de trenes de Laprida. Sin dramatizar la voz y sin poner énfasis en las frases, comienza su relato: “Historias… sí, hay muchas, tristes y alegres, algunas muy raras como la del tren fantasma que cruzó Laprida y llegó a Loreto solo, solo sin máquina, los vagones solos y en silencio”.

Ante la asombrada mirada del interlocutor, rescata: “No recuerdo bien, pero fue por 1984 más o menos, dicen que fue cosa de fantasmas o de algún maquinista distraído, que dejó una formación de vagones sin asegurar y, por alguna cuestión que nunca quedó clara, ésta tomó velocidad en las bajadas de La Punta y, se vino cuesta abajo, en el camino chocó con unos animales que estaban en la vía, claro los vagones sin máquina no hacían ruido y esto hizo descarrilar un vagón tanque que llevaba vino para una bodega de Santiago. Cuando llegamos al lugar, unos chanchos se habían tomado el vino y caminaban tambaleándose a la vuelta del vagón. El resto de los vagones pasaron por esta estación sin que nadie los sintiera ni los viera y, dicen que llegaron hasta Loreto, siguiendo el declive de las vías”. l