Santiagueños legendarios: Amancio Alcorta, un hombre del Renacimiento en el siglo XIX Santiagueños legendarios: Amancio Alcorta, un hombre del Renacimiento en el siglo XIX
Santiago del Estero ha hecho hincapié
fundamentalmente en el desarrollo
del folklore argentino, que
tiene en la “Madre de Ciudades”
su cuna como composición formal
de la mano de don Andrés Chazarreta.
Esa enorme producción artística
ha opacado de alguna manera,
en el relato historiográfico,
otras geniales expresiones que vale
la pena rescatar, porque ponen
de manifiesto la gran cultura santiagueña,
sobre todo a partir de los
tiempos independientes.
La tradición musical de Santiago
proviene de los orígenes de la
cultura en estas tierras y está impresa
incluso en el acento que el
castellano ha adquirido en la provincia,
y que se ha convertido en
un gracejo de identidad indiscutible.
Ya en años modernos, la construcción
del Teatro “25 de Mayo”,
inaugurado para el Centenario de
la Revolución de Mayo en 1910,
significó la llegada del movimiento
orquestal y operístico universal,
incorporándose Santiago a la expansión
del arte en todas sus formas,
que tuvo lugar en la Argentina
desde fines del siglo XIX.
Sin embargo, sigue pendiente
el reconocimiento a aquellos autores
y compositores que abrevaron
en las corrientes culturales dominantes
entre la Independencia de
1816 y la Constitución Nacional de
1853, marcando el inicio de la tradición
nacional en la música argentina,
que sirvió (además) para
establecer un lenguaje artístico común
que hermanó a todas las provincias
del país, por su habitual expresión
en las tertulias de los grandes
caserones, desde Salta hasta
Mendoza, desde Santa Fe hasta La
Rioja y desde Santiago del Estero
hasta Buenos Aires.
Por eso, rescatar la figura del
santiagueño Amancio Alcorta, músico,
político, economista y empresario,
hijo del fundador del apellido
Alcorta en nuestras tierras argentinas,
que ha dado a la Patria
un presidente y el más excelso músico
académico, es un acto de justicia
histórica. Esperanzados en que
el descubrimiento de los grandes
argentinos como Alcorta, hoy sumergidos
en cierta indiferencia,
permita recuperar la memoria de
los mejores de la historia, y en el
deseo de que sean inspiración para
el futuro de las generaciones que
vendrán, presentamos a este santiagueño
ejemplar.
Abolengo, Infancia
y Formación
Amancio Jacinto de Alcorta
Zuasnábar nace en Santiago del
Estero el 17 de febrero de 1804, en
los tiempos del virrey del Río de la
Plata Joaquín del Pino. Su padre,
el vasco de Guetaria don José Pelayo
de Alcorta Larrañaga, llega a
América, se radica en la “madre de
ciudades” hacia 1775, y se convierte
en un próspero comerciante, alcanzando
honorables cargos públicos
como síndico del Convento
de San Francisco, Administrador
de la Real Casa de Correos y Alcalde
de Primer Voto. Se casa hacia
1780 con María Jacinta Zilveti
Paz y Figueroa, con quien tendrá
cuatro hijos, y al enviudar quince
años después, reincide en matrimonio
con Gabriela de Zuasnábar
Paz y Figueroa. Su prole será
de seis varones y dos mujeres. De
esta segunda familia, el cuarto hijo
es Amancio.
Doña Gabriela es descendiente
de fundadores de ciudades, como
Francisco de Aguirre, Jerónimo
Luis de Cabrera y Diego de
Villaroel. La posición acomodada
de la familia permite que el joven
Amancio sea enviado, a los trece
años, a formarse en el convento
franciscano de San Fernando
del Valle de Catamarca. Allí conoce
el pensamiento de los clásicos
y logra una formación humanista
en los tres años que permanece.
En 1820 viaja a Córdoba y es inscripto
en el Colegio de Montserrat,
donde se dedica a desplegar su vocación
musical. Aprende flauta y se
convierte en un buen compositor,
al tiempo que inicia sus estudios de
derecho en la Universidad. Entre
sus maestros se cuenta a fray Ramón
de la Quintana, filósofo y latinista,
y el músico José María Cambeses.
El Político
En 1826, su elección como diputado
de Santiago del Estero ante
el Congreso General Constituyente
reunido en Buenos Aires desde
1824, impedirá que continúe sus
estudios de derecho en “La Docta”.
Fiel al partido unitario, en 1829 será
ministro de Antonio Deheza en
Santiago del Estero durante el interregno
liberal entre los dos gobiernos
de Juan Felipe Ibarra. Es el
tiempo en que se casa con su coterránea
Coleta Palacio Izpizúa el 30
de mayo de 1830. Este matrimonio
será bendecido con ocho hijos:
cuatro varones y cuatro mujeres.
Al año siguiente, se traslada con su
familia a Salta y acompaña la corta
gestión de José de Güemes, hermano
del gran prócer, para luego
viajar a Buenos Aires, donde nacerán
seis de sus ocho hijos.
En la Reina del Plata comienza
a destacarse en la teoría económica,
lo que le granjea el respeto de la
comunidad, y le permite a su familia
integrarse a la sociedad porteña
con facilidad. Rápidamente consolidó
una buena situación económica
que le permite explotar tierras
al oeste de la ciudad de Buenos Aires
desde 1836, que le son otorgadas
en propiedad recién en 1858
gracias a una ley refrendada por
el gobierno provincial. Esos campos
terminan siendo una gran parte
del territorio del partido de Mariano
Moreno, creado el 25 de octubre
de 1864, un par de años después
de la llegada del ferrocarril.
El Músico
Su estadía en Córdoba lo convierte
en uno de los músicos del
grupo de los Precursores, junto a
Juan Pedro Esnaola y a Juan Bautista
Alberdi, considerados los primeros
compositores nacionales.
La gran cultura humanista de Alcorta
lo hace sobresalir entre los
hombres de su tiempo, por la universalidad
de sus conocimientos y
la amplitud de sus intereses. Vale
destacar que eran tiempos en
los que se tomaba a la música como
un pasatiempo, a pesar de poseer
formación académica sistemática.
Desde 1835, en los caserones
porteños y en el propio Salón
Literario fundado por Marcos Sastre,
las interpretaciones de Alcorta
al piano, la guitarra, el violín, el arpa
y la flauta traversa comienzan a
destacarse, haciendo conocer sus
composiciones. También comienza
a enseñar interpretación, sobre
todo de guitarra, algo muy requerido
por la vieja costumbre hispánica
de brindar serenatas en busca
del amor femenino.
La casa de los Alcorta, ubicada
en las inmediaciones de la porteña
calle Florida en su cruce con Córdoba,
se convirtió en el lugar donde
varios músicos se reunían para
ejecutar composiciones orquestales,
muy buscadas luego de la llegada
del repertorio operístico italiano,
que comenzó a ejecutarse en
forma fragmentaria, pero permanente.
Desde 1822, había dedicado
Alcorta gran parte de su tiempo
a la música, convirtiéndose en
un exquisito intérprete, llegando a
dirigir pequeñas formacione de cámara
en conciertos a los que solía
asistir María Sánchez de Thompson
y Mendeville, con quien fundara
la Asociación Filarmónica de
Buenos Aires, la primera institución
de fomento del arte en la Argentina.
Sus obras más significativas
como compositor, entre las que llegaron
al presente, son “Canciones
para piano” (valses, minués, cuadrillas,
polkas, y contradanzas);
“Colección de composiciones originales”;
“El remolino”, vals para
piano; “Colección vocal”, con textos
propios y de Ramón Carnicer
y Batlle, un catalán autor del Himno
Nacional de Chile; un “Nocturno”;
y la “Gran fantasía para piano
y flauta”, además de varios tríos y
cuartetos. Como autor de música
sacra se destacan las “Lamentaciones”,
el “Gradual para el día de San
Martín de Tours” y “La Agonía”, un
canto para el Viernes Santo.
Muerte, homenajes
y legado
Este hombre notable de la cultura
argentina murió en Buenos
Aires el 3 de mayo de 1862, y fue
enterrado en el cementerio de la
Recoleta, donde además del mausoleo
familiar se encuentra esculpido
un cenotafio en su honor. Su
casona “Paso del Rey”, en Moreno,
se convirtió en un museo desde
1964, oficiando también como Archivo
Histórico Municipal que lleva
su nombre.
Han llegado a la actualidad sus
composiciones que fueron recopiladas
por su nieto Alberto Williams,
el más grande músico argentino
de principios del siglo XX,
quien editó las partituras que habían
llegado a su poder. Su obra
fue organizada en colecciones, que
abarcan desde obras académicas
para piano hasta polkas y valses
simples, y desde canciones para todas
las voces hasta música litúrgica.
Esta recopilación fue publicada
en París hacia 1900 y el hecho
de que se considere este trabajo como
una pequeña parte de su obra
marca lo prolífico de su producción
musical.
La obra de Alcorta fue descripta
por Williams con estas palabras:
“Tienen un sutil perfume nacional,
a pesar de la avasalladora influencia
rossiniana; en ellas ha pasado
algo del alma de nuestros viejos
payadores y se encuentran ritmos
y giros de los cantos y bailes
de los gauchos del interior; se advierten
cambios de tono análogos
a los de las canciones populares, y
están impregnados de suave melancolía
como si fueran un reflejo
de la pampa, un recuerdo de infinita
tristeza”. Queda clara la herencia
ancestral que don Amancio
llevó de su Santiago natal. La Camerata
Bariloche ha editado varios
discos con su música.
Amancio Alcorta, un santiagueño
de ley que vivió un tercio de
su vida en la “Madre de Ciudades”,
y que en todos los aspectos de su
vida pública y privada se comportó
de acuerdo a las tradiciones recibidas,
y que siempre despuntó su
condición natal con orgullo y que
merece ser recuperado como un
creador destacado y un notable representante
de la cultura argentina
del siglo XIX.