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Nuevamente... una dura encrucijada

28/08/2020 11:37 Opinión
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Nuevamente... una dura encrucijada Nuevamente... una dura encrucijada

Por José Luis Flaja y Castor López

Hace 20 años escribimos en el Diario "El Liberal" un artículo de opinión titulado "Las Perversas Tecnocracias y los Cándidos Populistas". En el mismo planteábamos la falacia que encierra la dicotomía entre funcionarios públicos altruistas y generosos versus tecnócratas aferrados a fríos números, sujetos a un análisis meramente economicista de cualquier decisión de políticas públicas. Cobró fama la frase de aquel grupo “entre los números y la gente, me quedo con la gente”.

Una especial "sensibilidad social", "estar del lado de la gente" eran las excusas por las cuales nunca entraba en el análisis, previo a la toma de decisiones los instrumentos utilizados para alcanzar cada objetivo, y la posterior evaluación de resultados. Algo que los economistas llamamos eficiencia. Obligación del empresario, cuanto más del decisor público que administra dinero de terceros (los que “pagan” su solidaridad, son los contribuyentes).

Hay, si se quiere, un intento de monopolizar la sensibilidad social, y en este juego se han disociado los objetivos de los instrumentos y los resultados. Muy bien señala Juan Carlos De pablo en una columna que reprodujo el día viernes 14/8 este diario cuando explicita que, “para estos ingenieros sociales la estructura económica óptima deriva del diseño gubernamental, que está en manos de funcionarios bien intencionados, muy capaces, poseedores de toda la información necesaria y poderosos equipos de computación”.

Viene a la memoria aquel artículo, porque luego de dos décadas la discusión, aun con magros resultados para quienes aspiran a una mayor participación del Estado, la solución es la misma medicina con dosis aun incrementales.

Un objetivo primario de las políticas públicas de largo plazo es el de alcanzar el mayor nivel de empleo. Quizás mal planteado el objetivo, porque el nivel de empleo y su crecimiento es el resultado del crecimiento del producto, y este a su vez del crecimiento de la inversión. Aun en esta circunstancia, por carácter implícito, esta pandemia está viendo caer y recuperarse la tasa de empleo, en la mediad que se va flexibilizando en el mundo la situación de cuarentenas duras, cuarentenas blandas, distanciamientos y cuidados preventivos.

¿Que observamos para Argentina? Desde el inicio de la cuarentena se han perdido más de 1 millón de puestos de trabajo: alrededor de 650.000 del sector privado informal, otros 300.000 del sector privado registrado y unos 150.000 de los trabajadores con régimen de monotributos. El impacto del desempleo en la pobreza es directo. La flexibilización es de hecho en la informalidad y el cuantapropismo. Algo similar ocurre si analizamos lo que ocurre en el salario real.

La contracara de esto es lo que ocurre en el sector público en sus tres niveles: nación, provincia y municipios. Casi en una suerte de casta privilegiada, el ajuste ha pasado por alto, conformando una oligarquía intocable en cantidades y remuneración. Esto no es gratuito, el efecto desplazamiento opera. La protección que debió operar para sostener el sector productivo de la economía, en verdad operó de hecho sobre el sector más pesado y que más cargas genera.

¿Que no enseña el mundo? Que allí donde hay mayor flexibilidad para entrar y salir a bajo costo en épocas críticas, allí se recuperó más rápidamente el empleo. EEUU recuperó entre los meses de junio y julio casi 7 millones de puestos de trabajo. La misma tendencia muestra Europa y Asia en la medida que fue quedando atrás el efecto más duro del parate por la pandemia.

¿Qué lecciones podemos sacar hacia el futuro? En Argentina chocaron dos trenes de frente y a altísima velocidad. Una economía que venía en caída libre, que dejó de crecer allá por 2011 y una cuarentena durísima producto de la pandemia. Esto en un contexto de cambio de gobierno.

Cuando se corra el velo que puso la cuarentena, y que, queriendo o sin querer disimuló muchos de los efectos de la recesión, van a surgir seguramente con más virulencia una suma de desequilibrios que arrastra la economía y que se profundizaron en este tiempo. Enfrentar la crisis, tanto en Argentina como en el resto del mundo, exigió expandir el estado, usar financiamiento o emisión para enfrentar una economía que frenó en seco.

Pero, no podemos pensar que el remedio para la emergencia, puede ser la solución para la normalidad. Y comenzar a transitar este camino, requiere volver a plantearnos la via por la que se quiere crecer, si es que ese es el camino por el que se elige sacar a la población de la pobreza de manera consistente en el tiempo.

En ese sentido el mundo en diferentes latitudes demostró que es inescindible del desarrollo de una sociedad la construcción de instituciones que respeten la vida, la libertad y la propiedad. El estado de derecho, la igualdad ante la ley, la libertad de expresión, la libertad de tránsito, la no confiscación del sistema tributario junto con un sólido sistema educativo y un robusto sistema de salud, han estado presente en el desarrollo de los países de occidente.

Abandonar la cultura rentística predominante en Argentina desde poco antes de mediados del siglo XX, asumir que es necesario recuperar la cultura del trabajo, que es necesario incrementar la inversión y para eso hace falta incrementar la tasa de ahorro. Cuando crece la inversión, crece el empleo, y con ambos crece el ingreso disponible y finalmente esto hace crecer el consumo.

Para ello es necesario recuperar la confianza, en primer lugar, la de nuestros conciudadanos. Y hay elementos que, en este contexto, ayudarían enormemente a recuperar ese vínculo con la sociedad: en primer lugar, mostrar un horizonte creíble de políticas públicas y en segundo lugar y tan importante como el primero, que esas políticas tengan una dosis importante de austeridad.

Cuando se señala que, al menos, ante las graves circunstancias se deberían moderar los salarios más elevados del sector público, como lo han hecho muchos países. Existen actualmente jubilaciones netas de ex funcionarios públicos de alrededor de $850.000 por mes. La respuesta de las máximas autoridades políticas ha sido que ello no mueve "el amperímetro" de las grandes cuentas públicas.

Nuevamente nos enfrentaremos al dilema: ¿más estado o más individuos? ¿Más empleo público o más empleo privado? ¿Más consumo o más ahorro (inversión)? ¿Más impuestos o menos gastos? ¿Más corporaciones o más mercados competitivos?

Cabe plantearse, como el Coronel Slade (Al Pacino) en “Perfume de Mujer” dirigiéndose al auditorio colmado y ante el tribunal que pretendía juzgar a Charlie Simms (Chris O’Donnell) esgrimió: “…he llegado muchas veces a la encrucijada de mi vida, y nunca he dudado de cuál era el camino correcto, pero no he tenido el coraje de tomarlo”. Estamos como Nación, como tantas otras veces, en una nueva encrucijada, ¿tendremos el coraje de tomar el camino correcto?


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