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EL LIBERAL . Santiago

La voz empresaria, clave para la recuperación

02/11/2020 12:45 Santiago
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La voz empresaria, clave para la recuperación La voz empresaria, clave para la recuperación

La pandemia en curso nos impuso a los argentinos dificultades de todo tipo. Las pérdidas de vidas humanas y los enfermos que transitan complicaciones son el signo más doloroso, pero en modo alguno son el único. Limitándonos a la esfera económica, puede señalarse que la crisis sanitaria y las restricciones asociadas derivaron en aumento de la pobreza, suba del desempleo, múltiples cierres de empresas, mayor desequilibrio fiscal y renovadas presiones devaluatorias, por solo mencionar algunas de las manifestaciones más agudas.

Pero sería inexacto atribuirle al virus todos nuestros males. Cuando el Covid-19 hizo su irrupción, los argentinos hacía casi dos años que estábamos sumergidos en una crisis macroeconómica, de la que las tensiones cambiarias eran uno de sus indicios más evidentes. Y si ampliamos el horizonte temporal, notaremos que para marzo de este año –cuando se decretó la emergencia sanitaria– llevábamos casi un decenio con un nivel de actividad virtualmente estancado, mientras buena parte de los países de la región crecía. Más aún, si vamos un poco más allá en nuestro análisis, podremos observar que para entonces hacía ya varias décadas que nuestra nación parecía no tener una dirección de progreso clara.

¿Cuándo extraviamos el rumbo? ¿Fue en 1930, con el quiebre institucional producido por el primero de una larga lista de golpes de Estado? ¿Fue hacia 1975, cuando el modelo de industrialización sustitutiva de importaciones agotó sus frutos y Argentina fue incapaz de subirse de manera inteligente al tren de la nueva globalización? Son preguntas relevantes, que ameritan un profundo análisis por parte de historiadores y que nos pueden dar pistas para evitar repetir errores. Pero no es algo que pretendo responder con esta columna. Tampoco me explayaré aquí en las medidas particulares que deberían adoptarse para que nuestro país pueda dejar atrás las dificultades actuales; es ese un análisis técnico que excede los alcances de un texto de estas características. Pero sí quiero plasmar cuál considero que tendría que ser el enfoque para construir ese rumbo de salida. En particular, qué rol les cabe a los empresarios y a las instituciones gremiales empresarias en este proceso.

Si bien las decisiones gubernamentales competen a las autoridades ejecutivas y legislativas electas y a los funcionarios de alto nivel que integran los gabinetes, parece evidente que para adoptar las mejores medidas deben nutrirse de las perspectivas de otros actores sociales. Se requiere de abundante información, datos y análisis interdisciplinarios para elaborar diagnósticos y políticas, y esto es especialmente válido en campos complejos, en los que intervienen múltiples figuras, como lo es la actividad productiva, terreno en el que los empresarios cumplen un rol protagónico.

Son los hombres y mujeres de empresa quienes conocen de primera mano la actividad productiva que desarrollan; son quienes, a través de la inversión, la generación de empleo genuino y la innovación, crean valor en beneficio del conjunto de la sociedad. Consecuentemente, son ellos quienes están en mejor posición para identificar cuáles son las trabas que enfrentan, cuáles son los obstáculos que, al impedir un mayor desarrollo de la actividad productiva, minan las posibilidades de progreso de la economía nacional. Y, a la vez, están en mejores condiciones de advertir cuáles serían las acciones necesarias para potenciar su crecimiento.

Sin embargo, resulta claro que un diálogo del Gobierno con cada empresa en particular sería impracticable: no resulta factible que las autoridades públicas se comuniquen de forma individual con cada empresario del país. Pero esto en modo alguno implica que aquel diálogo sea imposible. A través de la representación colectiva que brindan las entidades gremiales empresarias, las empresas pueden aunar esfuerzos en la búsqueda de plantear sus preocupaciones y demandas ante los gobiernos y la opinión pública. A la vez, las cámaras tienen la capacidad de consensuar propuestas de medidas surgidas de empresas del sector, analizarlas a través del accionar de sus equipos técnicos y posteriormente elevarlas a las autoridades. Recíprocamente, y previa consulta entre sus asociados, pueden dar su opinión ante una consulta surgida de diversas reparticiones públicas.

En la difícil coyuntura actual signada por la pandemia, la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC), al igual que otras entidades gremiales empresarias, mantiene un contacto permanente con sus asociados para poder elaborar propuestas de políticas que se ajusten a las necesidades actuales de las empresas, y hace llegar estas iniciativas a las autoridades, nacionales y subnacionales, obteniendo en muchos casos una respuesta favorable a sus pedidos.

Sin embargo, sin menoscabo de los esfuerzos desplegados hasta este momento, debemos remarcar que el diálogo entre empresas y Gobierno debería estar presente más allá de la grave coyuntura que nos aqueja. Es deseable que éste sea un elemento permanente en el período pospandemia, para que el país pueda recuperarse de la mejor manera posible. Y más aún, una vez que hayamos superado la crítica situación actual y cuando la pandemia de coronavirus sea un tema más propio de los libros de historia que de los diarios, sería muy positivo que ese vínculo perdurara. Esto es, que cuando podamos pasar la página y dejar detrás la actual coyuntura, se apele a los ámbitos de diálogo para trabajar sobre los males estructurales que nos afligen desde hace décadas (deterioro educativo, fragilidad institucional, infraestructura deficiente, excesiva burocracia, carga tributaria desmesurada, inestabilidad macroeconómica, etc.) y los desafíos que plantea el porvenir (nuevas modalidades de contratación, cambio tecnológico, ciberseguridad, etc.). Desde luego, en estos espacios no debieran participar solo las empresas y el Gobierno, sino también otros relevantes actores de la vida nacional, como los sindicatos, la academia y otras organizaciones de la sociedad civil, con el fin de privilegiar el pluralismo en las ideas y propuestas que de allí pudieran surgir, así como para garantizar un abordaje federal que considere las necesidades de cada región de la Argentina.

Esto colaboraría con la superación de los recurrentes conflictos que caracterizan a nuestra nación, haciendo que el potencial con el que cuenta –en materia de capacidad empresaria, recursos humanos y riquezas naturales– pueda aprovecharse plenamente. En la pandemia, en la pospandemia y cuando el coronavirus sea solo un mal recuerdo, la voz de los empresarios y las de otros sectores relevantes debe ser escuchada, y deben maximizarse los esfuerzos para el logro de acuerdos en beneficio del conjunto. No se trata de alcanzar unanimidad de opinión en todos los temas, de negar u ocultar las naturales tensiones propias de la vida democrática. Pero sí de alcanzar consensos básicos que marquen un rumbo, acuerdos de mediano plazo que fijen políticas que trasciendan a los hombres y mujeres que transitoriamente ocupen las primeras posiciones de liderazgo, para evitar los frecuentes y bruscos cambios de política pública que obstaculizan el progreso. Caso contrario, con coronavirus o sin coronavirus, los enfrentamientos estériles seguirán siendo la norma y los circunstanciales avances que experimentemos se agotarán más pronto que tarde, haciendo que esa aspiración colectiva al desarrollo económico y social permanezca insatisfecha.


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