Gente que vive evaluando a los demás

Por Bernardo Stamateas

Especial para EL LIBERAL

A muchas personas les encanta meterse en la vida de los demás y, lo que es peor, juzgar y condenar al otro. Por lo general, se mueven en grupo. Como no se atreven a enfrentar al otro, buscan a otras personas (que también sienten envidia y miedo de enfrentar a alguien individualmente) para armar el “complot”. Esa es la lógica del grupo.

Estas son algunas de las frases más comunes que utilizan: “yo sé algo que vos no sabés”; “tengo información que te va a encantar”; “si yo llego a hablar…”; “¡no te imaginás lo que me enteré!”; “un montón de personas están en contra de vos”. Todos dichos que procuran atrapar la atención del otro para armar el grupo en contra de un tercero.

Una técnica que suelen emplear consiste en cambiar el contexto y se conoce como “invertir la carga”. ¿Qué quiere decir esto? Que, por ejemplo, vos llames a alguien y le digas: “¡Estela, vení!” y el otro te pregunte: “¿Por qué le gritás a Estela?”. Sugiere la idea de que tu llamado, en realidad, es un grito. O que vos expreses: “Lo importante es respetar las leyes” y el otro exclame: “¡Qué autoritario que sos!”.

¿Qué busca quien se comporta de este modo? Literalmente, enloquecerte. Cambia el sentido de las palabras con toda la intención de afectar y hacer sentir mal a aquel que se ha convertido en su blanco de ataque. Busca hacerte creer que dijiste o hiciste algo que no es realmente así. Se trata de una técnica psicopática.

El ser humano que tiene la necesidad de inmiscuirse en la vida de los demás, para hablar, opinar y juzgar en nombre de “la verdad”, ya te ha condenado en su mente, digas lo que digas o hagas lo que hagas. Casi siempre es alguien que oculta cosas en su vida, que no se muestra tal y como es. Recordá: toda persona que condena a otra lo hace porque está escondiendo algo. Hay una historia muy conocida en La Biblia de una mujer que fue pescada en adulterio y todos querían apedrearla. Frente a ello, Jesús, cuando fue consultado, les dijo: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. Entonces todos los que acusaban y juzgaban a la mujer soltaron las piedras. ¡Todos tenían defectos y debilidades que seguramente estaban escondiendo! Por esa razón, se enfocaban en la mujer y lo que ella había hecho.

El condenador suele tener (en el closet) grandes conflictos antiguos sin resolver, heridas sin sanar, frustraciones sin reconocer y faltas escondidas. Todo ello hace que se distraiga de eso que lleva adentro, pero no admite, y se ocupe de vivir evaluando y juzgando a los demás en nombre de “la verdad”, o “la moralidad”.

¿Cómo deberíamos reaccionar frente a todos aquellos que creen tener el derecho de meterse en nuestras vidas sin permiso? Fundamentalmente, y en cuanto sea posible, procurando tener “contacto cero”. Hay que evitar a esas personas y no gastar ni dos segundos de nuestro tiempo en responderles. Mantengámonos lejos de los juzgadores y condenadores. Sigamos adelante y escojamos siempre la compañía de gente que añada valor a nuestra vida. l