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El conflicto Hamas - Israel

14/05/2021 12:42 Opinión
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El conflicto Hamas - Israel El conflicto Hamas - Israel

Por Pedro J. Basbus. Magistrado, Docente U.C.S.E. Cátedra de Derecho Internacional Público

Desde hace más de una semana el mundo se ha victo sorprendido por la violencia llevada a cabo en Medio Oriente, específicamente en la zona de la Franja de Gaza e Israel, cuya génesis próxima obedeció a la colocación de vallas   frente a la Puerta de Damasco de la Ciudad Vieja, un popular lugar de reunión después de las oraciones vespertinas durante el mes sagrado del islam, durante el cual los musulmanes ayunan desde el amanecer hasta el anochecer.

Si bien dichas barreras fueron luego retiradas por las autoridades israelíes, las protestas se intensificaron aún más por la amenaza de desalojo de decenas de familias palestinas del barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este.

La violencia había comenzado sin tener visos de que la misma pueda finalizar.

He principiado el artículo con el título que encierra el conflicto entre Hamas (no el Estado de Palestina) e Israel y ello es así toda vez que la violencia involucra a este Movimiento terrorista que hoy es la principal organización que controla la Franja de Gaza, territorio en el cual se han desarrollado la mayoría de las acciones bélicas, organización aquella que no reconoce a Israel.


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Su nombre en árabe significa Movimiento de Resistencia Islámica y su origen se remonta a los primeros días de la Intifada (o levantamiento palestino) de 1987 en contra de la ocupación israelí de Cisjordania y la Franja de Gaza. Hoy es el grupo islámico más numeroso dentro del pueblo palestino y con grandes posibilidades de superar en las elecciones recientemente suspendidas, al segundo movimiento que controla Cisjordania (también territorio palestino) que es Al Fatah (fuerza política nacida en el año 1959 principal componente de la Organización Para la Liberación Palestina).

Las diferencias entre ambos movimientos no se sustentan en el secularismo de Al Fatah e islamismo de Hamás, sino en condicionamientos prácticos y mutua desconfianza centradas en la intención (de ambas organizaciones) de constituirse en el único movimiento e interlocutor del estado palestino.

Más allá de que el título del artículo se refiera a la actual escalada de violencia entre Hamas e Israel, entiendo importante brindar ciertas precisiones acerca de la génesis del conflicto palestino israelí, hoy esgrimida por Hamas como el sustento de su reivindicación histórica (que en inteligencia del Suscrito dista mucho de ello).

Podría señalarse que el origen del problema radica en que hay dos pueblos en un mismo territorio y ambos lo reclaman como propio.

Los israelíes consideran que les pertenece porque, según indican, les ha sido legado por Dios en el Antiguo Testamento y porque siempre hubo judíos. Los palestinos, por su parte, reclaman pertenencia por vivir allí desde siglos. Para aquellos, la creación de un Estado de Israel representó la respuesta a la persecución que vivieron los judíos a lo largo de su historia.

Esta persecución alentó al movimiento sionista, a comienzos del siglo XX que buscaba la creación de un estado propio. Su principal dirigente Teodoro Hertz (periodista austro húngaro, perseguido por su condición de judío y conmocionado por el juicio judeofóbico del capitán Alfred Dreyfus en 1894) pretendía normalizar al pueblo judío europeo y que fuera como todos los pueblos, tal como se los entendía en la concepción capitalista de la época, con burgueses, trabajadores y campesinos y los intelectuales del movimiento consideraban que la única manera de combatir el antisemitismo era mediante la creación de un estado propio, situación que fue aprovechada por Gran Bretaña en una época de expansión del capitalismo y apropiación de las colonias por parte de las principales potencias europeas.

Herzl en su libro El Estado de los Judíos, se preguntó si palestina era el mejor lugar para construir un estado o si se podía optar por Argentina (cf. Brieguer Pedro, “El conflicto palestino israelí, capital intelectual, Buenos Aires 2010 p. 26) idea esta última que fue desechada por el movimiento sionista toda vez que no existía  vínculo concreto con esa tierra lejana y Palestina era considerada la tierra histórica o Eretz Israel.


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Más allá de que el sionismo enfrentó problemas tales como crear un Estado judío fuera de las regiones en donde residían la mayoría de connacionales (Rusia, Polonia) o lo que es lo mismo, crear un estado en un lugar en donde la presencia judía era mínima, la región de Palestina, entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, considerada sagrada para musulmanes, judíos y católicos, pertenecía por aquellos años al Imperio Otomano y estaba ocupada mayormente por árabes y otras comunidades musulmanas, a la que comenzó a sumarse una fuerte inmigración judía.

Tras la desintegración del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, El Reino Unido recibió un mandato de la Liga de Naciones para administrar el territorio de Palestina.

Antes y durante la guerra, los británicos habían hecho diversas promesas a los árabes y a los judíos que luego no cumplieron, entre otros motivos porque ya se habían dividido el Medio Oriente con Francia (Declaración de Balfour 1917).

Una simple carta remitida por el canciller británico Arthur James Balfour al barón banquero Lionel Rothschild (ex diputado de origen judío) cambió el curso de la historia pues en la misma se indicaba que “El gobierno de Su Majestad contemplaba favorablemente el establecimiento, en Palestina, de in hogar nacional para el pueblo judío y que iba a hacer uso de sus mejores esfuerzos para facilitar dicho objetivo”. Esto provocó un clima de tensión entre nacionalistas árabes y sionistas que desencadenó en enfrentamientos entre grupos paramilitares judíos y bandas árabes.

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Aquel mandato de la Sociedad de Las Naciones se administró con las reglas del colonialismo clásico y en función de los intereses británicos. De esta manera se ampliaron los puertos sobre el mar mediterráneo, se construyeron refinerías para procesa el petróleo iraquí y llevarlo hacia Inglaterra.

Luego de la Segunda Guerra Mundial y tras el Holocausto, aumentó la presión por establecer un Estado judío. El plan original contemplaba la partición del territorio controlado por la potencia europea entre judíos y palestinos.

El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de Las Naciones Unidas aprobó un plan para la partición de Palestina, que recomendaba la creación de un Estado árabe independiente y uno judío y un régimen especial para la ciudad de Jerusalén. El plan fue aceptado por los israelíes pero no por los árabes, que lo veían como una pérdida de su territorio. Por eso nunca se implementó.

Un día antes de que expirara el Mandato británico de Palestina, el 14 de mayo de 1948, la Agencia Judía para Israel, representante de los judíos durante el Mandato, declaró la independencia del Estado de Israel.

Al día siguiente Israel solicitó ser miembro de Naciones Unidas, estatus que finalmente logró un año después. Al día siguiente, Egipto, Jordania, Siria e Irak invadieron este territorio. Fue la primera guerra árabe-israelí, también conocida por los judíos como guerra de la independencia o de la liberación. Tras el conflicto, el territorio inicialmente previsto por las Naciones Unidas para un Estado árabe se redujo a la mitad.

Para los palestinos, comenzó la Nakba, la llamada "destrucción" o "catástrofe": el inicio de la tragedia nacional. 750.000 palestinos huyeron a países vecinos o fueron expulsados por tropas judías.

1948 no sería el último enfrentamiento entre árabes y judíos. En 1956, una crisis por el Canal de Suez enfrentaría al Estado de Israel con Egipto, que no sería definida en el terreno de combate sino por la presión internacional sobre Israel, Francia e Inglaterra.

La Guerra de los Seis Días. Lo que ocurrió entre el 5 el 10 de junio de 1967 tuvo consecuencias profundas y duraderas a distintos niveles. Fue una victoria aplastante de Israel frente a una coalición árabe. Israel capturó la Franja de Gaza y la península del Sinaí a Egipto, Cisjordania (incluida Jerusalén Oriental) a Jordania y los Altos del Golán a Siria. Medio millón de palestinos huyeron. La guerra de Yom Kipur en 1973, enfrentó a Egipto y Siria contra Israel y le permitió a El Cairo recuperar el Sinaí (entregado completamente por Israel en 1982), pero no Gaza. Seis años después, Egipto se convierte en el primer país árabe en firmar la paz con Israel, un ejemplo solo seguido por Jordania.

La división del territorio de Palestina surje luego del armisticio de 1949 establecida tras la creación de Israel y la primera guerra árabe-israelí. Los dos territorios palestinos son Cisjordania (que incluye Jerusalén Oriental) y la Franja de Gaza, que se encuentran a unos 45 km de distancia. Tienen un área de 5.970 km2 y 365 km2, respectivamente. Israel, que desocupó la Franja de Gaza en el año 2005,  mantiene el control de su frontera sur y Cisjordania se encuentra enclavada entre Jerusalén y Jordania.

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La demora para el establecimiento de un Estado palestino independiente, la construcción de asentamientos de colonos judíos en Cisjordania y el muro de seguridad en torno a ese territorio, condenado por la Corte Internacional de Justicia de La Haya, han complicado el avance de un proceso de paz.

A estas barreas se le adiciona el hecho de que Israel y Palestina reclaman para sí la soberanía de Jerusalén oriental y, más allá de que Israel ocupó esta zona luego de la guerra de 1967 y que el ex presidente de los EE.UU. Donald Trump reconociera en el año 2017  a Jerusalén como capital de Israel, para la comunidad internacional el tema no es pacífico.

En el plan originario de la ONU, en 1947, contemplaba que Jerusalén debía tener un status aparte y que debía ser un territorio administrado por la ONU por el lapso de diez años, hecho frustrado luego del primer conflicto árabe israelí en 1948 y que dividió la ciudad en dos zonas. La parte oriental de Jerusalén, que incluía la ciudad vieja y los lugares sagrados, quedaron en manos de Jordania desde entonces hasta 1967, cuando durante la Guerra de los Seis Días, Israel quedó en control de toda la ciudad. Entonces, la Knesset (el Parlamento israelí) aprobó una ley de protección a los lugares sagrados, en la que garantizaba el acceso a estos por parte de los fieles de las distintas religiones.

Otro problema lo constituyen las fronteras y el territorio pues los palestinos demandan que su futuro Estado se conforme de acuerdo a los límites previos al 4 de junio de 1967, antes del comienzo de la Guerra de los Seis Días, algo que Israel rechaza. Los asentamientos construidos por Israel luego de la guerra de 1967 y declarados ilegales según el derecho internacional construidas constituyen otro tema de rispideces y, finalmente, un tema no menor es el relacionado con los refugiados palestinos. Los palestinos sostienen que los refugiados tienen el derecho al regreso a lo que hoy es el estado de Israel, pero para Israel abrir la puerta destruiría su identidad como Estado judío.


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La ONU reconoció a Palestina como un estado observador no miembro y, en el año 2012 Palestina dejó de ser una entidad observadora. Si bien más del 70% de los países que integran la Asamblea General de la ONU reconocen a Palestina como Estado, el voto en el Consejo de Seguridad no superó las adhesiones necesarias para este fin.

Surge, en consecuencia, el interrogante de si es posible la convivencia pacífica entre israelíes y palestinos más aún cuando, como ocurre en la actualidad, grupos radicalizados impiden la paz en la zona. Nadie puede dudar del carácter terrorista del movimiento Hamas empero este grupo (que cuenta con el apoyo de Hezbollah, e Irán) puertas adentro de Palestina, supo escuchar los problemas citados anteriormente y emerge como  la voz del pueblo palestino ante lo que estos consideran “el problema judío”.

Los acuerdos de Paz de 1983 (patrocinados por los EE.UU) fracasaron demasiado pronto, lo propio aconteció en los Acuerdos de Oslo (luego del asesinato del Primer Ministro Itzjak Rabin). La situación de los palestinos es compleja debido a la dispersión sufrida. Un regreso 60 años atrás parece imposible. Hoy, la mayoría de los palestinos aceptan al Estado de Israel no porque quieran sino porque es una realidad. Israel reniega de Palestina, pero este Estado existe como tal y tanto el siglo XX  como el actual han demostrado que ninguno puede deshacerse del otro aunque se lo propongan.

La solución de Dos estados para dos Pueblos según Resoluciones de Naciones Unidas 242 y 2336 de  los años 1967 y 2016 respectivamente podría constituir una solución que, sin dudas, contribuiría a mantener la paz y seguridad internacionales en la zona. Asimismo las Naciones Unidas deberían contribuir, en la práctica, en garante del cumplimiento de dichos acuerdos. Finalmente, el respeto mutuo por las creencias religiosas y el reconocimiento de la presencia recíproca de ambos pueblos, la cooperación internacional en la zona es el punto de inicio de una futura convivencia pacífica y que permita mantener la tan ansiada paz.

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