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EL LIBERAL . Opinión

Celos

Más allá de las explicaciones que se pueden hacer sobre su presencia, lo cierto que los celos siguen siendo una pésima forma de manifestación de lo que sentimos como positivo: el sentimiento de cercanía con la otra persona. Efectivamente, uno siente celos de la persona que siente próxima o que, según uno mismo, debería ser cercana, casi hasta la fábula de la fusión.

Es importante detenernos un momento sobre esta cuestión: uno siente celos de la persona que siente próxima. Tres partes surgen de esta frase simple. La primera que “uno siente celos”. Los celos no son recíprocos, los siente uno. A veces el otro puede también devolvernos esos sentimientos, pero nunca son recíprocos. Uno los siente, no es el otro quien los provoca; uno elige esa alternativa por no poder trabajar con sus sentimientos de otra forma, por un cierto “analfabetismo emocional” para poder expresar, de otra forma, lo que considera positivo.

La segunda cuestión “de la persona”. Una obviedad, diríamos, pero la anoto por la implicancia enorme que tiene. Una persona es más que un objeto – ¡seguimos con la obviedad!, dirán- pero lo que importa señalar es que una persona implica una historia de vida, lo que significa, entre otras cosas, vivencias, relaciones, contactos, quizás besos, compañías, bailes, tal vez sexo, seguramente caricias, ternura, confesiones y todo lo que - ¡ojalá ¡- una persona puede acumular en un tiempo de vida. Es decir, la persona que nos toca en suerte encontrarnos en el camino y que decidimos compartir un trecho de vida –¿toda la que nos queda? - llega con una historia que, remarquemos, es la que permite que nos produzca algún tipo de deseo, que permite que sintamos algo y que, eso nos haga sentir que la elegimos, nos elige, o como quieran llamar a ese “estar juntos”. No existe –sería una tragedia que pase- una persona sin historia. Una historia que uno espera que sea plena de situaciones donde haya podido mostrar, desarrollar, aprender sus habilidades para comunicar sentimientos, expresar las cuestiones vitales, vivir las crisis necesarias para crecer, aprender a gestionar sus conflictos y todo ello. (Si, aclaremos, con nosotros, aprenderá, reforzará, mejorará experimentará un poco más de eso, es lo que se ambiciona). Dicho fácil: tener celos del pasado de una persona es negar a la persona.

Lo tercero que señalamos “que siente próxima”. La proximidad está dada por la contigüidad no por la continuidad. No somos próximos de nuestro brazo, es parte nuestra. La proximidad tiene siempre una distancia incluida. Es esto lo que nos permite la belleza del encuentro, la magia que se produce por la alteridad inevitable, la maravillosa posibilidad de la elección. Por ello, sostengo que la fusión humana es una fábula que se opone a todo tipo de amor. Lo que sostiene esa fábula es, sin dudas, uno de los errores más dañinos para el ser humano. En esta fábula los celos siempre tendrán un papel central. Por ello, quizás los celos están para que podamos superarlos, como el último escollo para poder, realmente, sumergirnos en el amor.

Pero los celos no son, en definitiva, atributos del amor. Es una falacia que ha sido gestada por los mal llamados crímenes pasionales –desde Otelo, hasta los que sufrimos en este siglo XXI aún- pero que son consecuencia, directa, concreta e inevitable de la violencia que las personas pueden albergar. Una violencia que, indudablemente, puede surgir con cierta intensidad en aquellas situaciones donde la proximidad aparece.

Los seres humanos podemos ser celosos. Esto es una evidencia. Pero también podemos amar. No existe entre esos dos elementos una causa-efecto. Pensarlo así, quizás nos haga buscar nuevos sentidos para nuestras carencias, nuevas formas de controlar y gestionar nuestros impulsos agresivos y, sobre todo, maneras más asertivas de expresar los sentimientos que merecemos. En definitiva, preocuparnos de nuestra necesidad/obligación de evitar la violencia y, sobre todo, mejores formas –más verdaderas- de mostrar el amor que creemos sentir.


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