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EL LIBERAL . Opinión

Mama Antula, mujer de oración

28/02/2023 22:05 Opinión
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Mama Antula, mujer de oración Mama Antula, mujer de oración

La fe profunda y comprometida de Mama Antula se nutre diariamente en la oración. Su amor fiel e incondicional a Dios, el discernimiento de su voluntad, la perseverancia en el cumplimiento de los designios del Señor y la humilde alegría que adornaba su vida, se sustenta en su espíritu orante. Dice San Agustín que la oración es “el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre”. Orar es encontrarnos con Dios, establecer una amistad, un vínculo de amor donde siempre la iniciativa es de Dios, porque aun tratándose de una acción humana, es primeramente un “don”, un regalo que Dios nos da. El Apóstol San Juan nos sorprende al decir: “Dios es amor” (1 Jn 4, 8), es decir, es un Dios en salida, que se comunica, que se da. Y es este el origen del encuentro entre Dios y el creyente, el origen de la oración. Dios es amor que primera, sorprende, y la oración es la respuesta a ese amor gratuito. Por eso, cuando oramos no buscamos principalmente la felicidad ni la salvación, sino dejarnos amar por Dios y responderle con amor. Entonces la oración deja de ser algo arduo, difícil de alcanzar, para convertirse en algo sencillo y placentero. La oración se transforma en una fuente de gozo permanente.

La fe de Mama Antula, la inspiración de su vocación apostólica, la tenacidad para alcanzar las metas que Dios le revela y ella se compromete conseguir, se fortalece en la oración. En un escrito de Ambrosio Funes al Padre Juárez del 6 de agosto de 1784 leemos: “yo creo que a las oraciones de nuestra Beata se debe la felicidad con que a pesar de mil obstáculos ha triunfado la justicia de sus causas”. El trato amigable y asiduo con el Señor le permitió discernir su voluntad a la hora de tomar decisiones importantes en su vida: cuando se hizo Beata de la Compañía de Jesús, cuando aconteció la expulsión de los Jesuitas y tuvo que ocupar el lugar que habían dejado comenzando a organizar los ejercicios espirituales en su Santiago natal, y luego saliendo por todos lados con el compromiso de llevar a Jesús para dar respuesta a la “notable falta de pasto espiritual que echamos menos y  lloramos por estas partes, y principalmente en cuanto a misiones y ejercicios”. (Carta de Mama Antula al Padre Juárez, 7 de agosto de 1780).  

En la oración puede desnudar ante Dios la preocupación y el dolor que le causa la falta de evangelizadores: “cuando yo a mis solas, dentro del silencio de mí misma, reflexiono este punto, soy oprimida de aflicción, me lamento y suspiro incesantemente por el remedio que exigen tales necesidades, y no encuentro otro arbitrio de ser dichosa, sino en agitar aquél del cual dimana la precaución de estos males”. (ídem). El amor a Dios es el motor de su oración, la causa de su dolor, porque muchos hermanos no podrán conocerlo y amarlo como lo conoce y ama ella, la razón de sus desvelos apostólicos y la fortaleza para sortear los obstáculos que su misión le traen aparejados.

Mama Antula reza por sus amigos exiliados, les pide que recen por ella y la obra que Dios le encomendó: “encomiéndeme a Dios nuestro Señor, que no levante la mano de su obra. El mismo Señor guarde muchos años a Ud.” (Carta de Mama Antula al Padre Juárez del 22 de agosto del 1785). Sabe suplicar en momentos de aflicción, alabar y dar gracias por los frutos de la obra que Dios realiza a través suyo. En la carta que le escribe al Padre Juárez, contrapone el abandono de la fe de muchos católicos en Europa debido a la reforma luterana con los frutos obtenidos en América gracias a los ejercicios: “aquí por la bondad del Altísimo con ésta solamente han recibido del espíritu de Ignacio (que todavía se conserva dentro y fuera de sus Ejercicios) más de 25 mil personas sus divinos sentimientos. Vea Vuestra Merced si Dios no procura en toda su mayor honra y gloria. Alabado sea eternamente. Amén”. El reconocimiento de la obra de Dios a través de su misión anima su espíritu de oración y la conducen a la alabanza de su misericordia reconociendo su propia pequeñez y la grandeza de Dios a quién da todo gloria y honor.

En las manos de Dios se ha entregado con docilidad y por eso la oración la mantiene en la esperanza de “recoger en breve la abundante mies que ofrece el país” (Carta al Padre Juárez del 7 de agosto de 1780) y lograr la Bienaventuranza eterna. (Testamento de Mama Antula).

Mama Antula, ruega por nosotros.


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