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La necesidad de la inclusión de los niños especiales en las escuelas

20/03/2023 22:39 Opinión
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La necesidad de la inclusión de los niños especiales en las escuelas La necesidad de la inclusión de los niños especiales en las escuelas

Por Marcela Nader

Psicopedagoga

Por Marcela Nader. 

Recientemente leí en el Diario EL LIBERAL la queja de una mamá que expresaba cierta tristeza, sumada a la preocupación, de que algunos niños autistas y/o especiales en escuelas comunes no reciben la atención necesaria o son excluidos de actividades compartidas por el resto del grado.

Su preocupación radica en que, aunque las escuelas reciben niños con capacidades diferentes, en el día a día no se observa la inclusión de esos chicos a las distintas facetas del día escolar.

Aceptar a un niño en la escuela es diferente a incluir al niño. La inclusión es un proceso más profundo. Es el compromiso que la escuela hará todo lo posible para que ese niño reciba idéntica instrucción que el resto de la clase atendiendo a las capacidades físicas o cognitivas que posea. Pero, esa misma, puede llegar a ser una excusa para la escuela para expresar que no está preparada para hacerlo o que no hay manera de medir en qué medida el niño aprende y aprehende los contenidos expresados por la maestra.

Los niños autistas y los que manifiestan un retraso cognitivo presentan desafíos a la hora de evaluar ciertos conocimientos. Sin embargo, los padres y maestros deberían establecer ciertas medidas o logros que puedan ser evidentes de su participación en la clase. El lenguaje y la matemática pueden ser áreas en las que esos aprendizajes se muestran mejor, exactamente como con el resto de los estudiantes.

La educación especial y la estimulación temprana -tanto en el hogar como en la escuela- han demostrado en las últimas décadas ser excelentes medios para cerrar la brecha de adaptación e inclusión de los niños de capacidades diferentes a las escuelas comunes. Los números de estudiantes especiales que terminan la escuela primaria y secundaria han crecido significativamente. Hay incluso casos de jóvenes que continúan con la educación superior.

Se ha avanzado mucho en la aceptación de estos niños en los distintos programas, pero todavía cuesta -y mucho- su inclusión en el aula.

Como todo lo que es impuesto desde afuera, la inclusión a veces es resistida desde adentro: tanto por algunos padres de niños especiales, como por algunos docentes y también por algunos padres de los otros niños en el aula, aunque cueste creerlo.

La falta de preparación, el temor de no poder adaptar el material, el miedo a dejar al resto del grado sin atención mientras se imparte o se revisa la producción de estos niños, la necesidad de practicar más algunos conceptos lo cual lleva tiempo y esfuerzo, por parte de padres y docentes, son algunos de los “problemas” mencionados. Sin embargo, estas preocupaciones son de fácil solución en el aula y fuera de ella. Tiempo, paciencia y esfuerzo son cualidades que tanto padres como maestros deben poseer.

Lo difícil es cambiar la percepción de los adultos. Cuando los padres de los otros niños se quejan, no se dan cuenta que sus hijos escuchan esas quejas e interiormente tienen un debate entre lo que “papá o mamá” dicen y lo que las maestras atinadamente transmiten sobre la inclusión de todos los niños.

Valoremos la valentía que tuvo esa mamá al expresar su frustración porque ayuda a debatir un tema que ya no deberíamos tener. Los padres esperan lo mejor de una institución educativa para sus hijos. Esa expectativa no debería tener distinciones sobre la capacidad cognitiva o madurativa de los niños.

Una escuela es una pequeña comunidad, como lo pensaban los primeros maestros que observaron el valor social de las escuelas y cada miembro de esa comunidad es igual al otro. Sin importar las capacidades con las que nacen.

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