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EL LIBERAL . Viceversa

El tren

Rómulo espera el tren, como

todas las tardes de todos los días.

Ese es su ritual inacabable, el mismo

loop infinito que casi ochenta

años realiza. Sale arrastrando su

silla de tientos, dice que esa tiene

más años que él, pero yo me resisto

a creerlo.

Camina lento, como si

contara y calculara todos los movimientos

para

cada paso, las alpargatas parecen

que tienen bigotes, bigotes

blancos de la tierra que consigo

han recorrido durante años el patio

polvoriento.

Llega hasta el fondo de la casa,

se encorva un poco y arranca unas

hojas de poleo, y vuelve con la misma

parsimonia. Para cuando vuelvo

de la cocina con la pava, agarrándola

con uno de esos viejos retazos

de tela que la abuela solía usar

de repasador, él ya está sentado en

su lugar, mientras despolva la yerba

sobre la palma de su mano arrugada.

Dejo el agua caliente sobre la

mesita, él corta las hojas de poleo y

las mezcla dentro del mate.

—Ia ‘ai de estar por pasar el

tren —comenta mientras vierte el

agua humeante sobre la yerba. Yo

asiento en silencio, miro en mi reloj

y son las dieciséis y cincuenta

y dos.

—¿A quién ha de traer para

aquí? Ojalá sea una guaina linda

che. Una como tu abuela —dice y se

ríe con dientes, con los pocos; hace

el último sorbo del mate bien fuerte

y suelta: ¡Achalay, qué cosa rica!

Rómulo agarra la pava con el

mismo repasador que yo, renueva

el mate y me extiende, pretendo

aparentar que no me quemo los dedos

con aquel pocillo de aluminio, al

parecer fracaso porque él me mira

y me dice: Guarda que está caliente,

y vuelve a reírse con los pocos

dientes. Se queda en silencio un rato

en lo que yo voy tomando de a

sorbitos el mate.

—De a’i ha venido mi madre —

señala al norte y mira siguiendo las

vías, yo lo miro a él. —Con Don Lucio,

mi abuelo, cargando nada, una

bolsa con ropa que tampoco era

mucha. Por a’i mismo se ha ido él,

pero la vieja se ha queda’o con los

Monticone. ¿Te acuerdas vos de los

Monticone? —vuelve a mirarme, pero

yo no los recuerdo.

—Bueno, a’i

se ha queda’o, trabajando. Después

que io i’naci’o, han venido para aquí,

han hecho el rancho, y cuando era

changuito noma’ me ha manda’o

con Lucio agarrando el tren pa’l

Chaco. Y allá mi’ cria’ocon mi tía

Juana, hasta que’i cumpli’o los dieciocho

cuando el viejo me ha larga’o

para que vaia a laburar. Malo era el

viejo.

Dejo el mate sobre la mesita, él

lo agarra al instante y se prepara

uno;corto unas rodajas de pan casero

y de chipaco en lo que él bebe

y se acomoda en su asiento.

—Sí que habrá llevado gente

esas vías… —hay nostalgia en su

voz. —Por a’i se han ido tus tíos,

al desflore, pa’l sur. Mucha gente

se iba para a’i, de aquí se iba como

medio pueblo, y ya cuando se

le oía cerca al tren, la gente se iba

corriendo hasta la estación a esperarlos.

Y la mayoría vivía de eso,

tampoco era mucho lo que pagaban,

pero por lo menos tenían unos

pesos.

Encima ellos se iban y no se

sabía nada, ese tiempo no existía ni

los teléfonos; por a’i nomás mandaban

alguna carta, pero muy raro. A

veces no volvían todos de allá.

Rómulo le dio un mordisco a

una rodaja de chipaco, y alcanzó el

mate por encima del cuzco que esperaba

babeante a que caiga alguna

miga al piso y darse un festín. él

arrancó un pedazo de su pan y se lo

tiró para el otro lado del patio.

—Tu madre también se ha ido

para’i, a Buenos Saires, a visitar

a los parientes; ya una vez que se

casó con tu papá.

Me acuerdo que

iba llevando cajas con salamines y

un montón de pan que tu abuela le

mandaba siempre para las hermanas;

y de allá venía cargando ropa

que le daban para nojotros, cuadernos

y útiles para las mellis que

iban al colegio todavía. Y de aquí

para ir pa’l pueblo tenías que ir

orillando las vías nomás, no había

otro camino y encima aquí era todo

monte.

Asique las mellizas iban saltando

entre los rieles por la mañana

y al mediodía volvían —yo seguía

escuchándolo en silencio, aceptando

y devolviendo cada mate que me

pasaba.

—Io siempre i’dicho que antes

que me muera voy a agarrar ese

tren de vuelta al Chaco y la voy a

buscar mi tía, a la Juana.

—¿Vive todavía?

—No ha’i de ser, pero por lo menos

la voy a buscar. Por lo menos

yo siempre le rezo a Dios que me la

cuide, donde esté, y que por a’i nos

encontremos— quedamos en silencio,

mientras él mastica el pan con

sus pocos dientes y entre los surcos

de su piel que guarda la semilla

del paso del tiempo, se escapan algunas

migas.

—Para mí tu abuela también se

ha ido en el tren, por a’i se me hace

que la espero y espío si se ve el humito

por allá, por sobre esos quebrachos

—sonríe.

—Pero, bueno,

vaia uno a saber en qué estación se

bajan ellos.

Agarro la pava ya sin el trapo y

la llevo a la cocina para que se caliente

un poco el agua. Recorro con

la vista el interior de la casa, invadida

de un dorado tono que refleja

el sol de la siesta sobre los muebles

color caoba. Esa casa que atesora

medio siglo de historias, de almuerzos,

de fiestas; esa casa que siempre

huele a pan y clavo de olor, es

templo y raíz en un pueblo que solo

conoce el viento norte caliente y el

desarraigo de su gente.

—Oié,—grita Rómulo desde su

silla y me acerco en unos pocos y

largos pasos a la puerta. —Oié, por

a’i viene el tren. Andá hasta fondo

y traiemelo un gajito de poleo así le

cambio la yerba al mate.

Rodeo la galería de la casa y el

cuzco me sigue los pasos hasta la

planta, a medio camino de regreso

un sapucay rompe el silencio, seguido

de un hasta luego a los gritos.

Rómulo saluda con su pañuelo al aire.

Miro en dirección a su saludo y

no veo rieles, ni monte, ni tren. Solo

el pavimento, un par de postes de

luz bordeando la avenida Ferrocarril

Belgrano que atraviesa el frente

de su casa.

La pava silva en la cocina, corro

a apagar el fuego y cuando

vuelvo con ella, Rómulo tiene los

ojos cerrados y el pañuelo, con el

que despedía al tren, apretado entre

sus manos.

BíO

Andrés Torres Acuña. 21 años,

de Quimilí, Sgo. del Estero, Arg.

Estudiante de Profesorado

en Lengua y Literatura,

poeta y aficionado a las artes

visuales. Participó en talleres

de Escritura y de Teatro; sus

obras han sido presentadas en

diversas ferias de editorxs, escritorxs

y artistas independientes.

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