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Cómo narrar la enfermedad: la Feria, un espacio para hablar del dolor

14/05/2022 23:42 Viceversa
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Cómo narrar la enfermedad: la Feria, un espacio para hablar del dolor Cómo narrar la enfermedad: la Feria, un espacio para hablar del dolor

La escritura como una forma de tomar

distancia y poder iluminar desde el humor y

la poética las dolencias físicas y psicológicas

se hizo presente en la Feria del Libro de Buenos

Aires con Mercedes Güiraldes, autora de

“Nada es como era”; la uruguaya Fernanda

Trías, galardonada con el premio Sor Juana

Inés de la Cruz por su novela “Mugre rosa”;

y el peruano Oswaldo Estrada, premiado con

el International Latino Book Awards 2020 por

“Luces de emergencia” e “Incurables”, quienes

expusieron sobre el sentido de sus obras

en un intento de exorcizar, desde la palabra,

dolencias, conflictos y hasta la muerte.

Los autores dialogaron en la mesa redonda

“Cuerpos enfermos, cuerpos invadidos.

De virus, dolencias y discapacidades” y

en ese marco, Güiraldes, que en su obra narra

el proceso de enfermedad y tratamiento

de cáncer de mama, leyó un texto en el que

destacó que la escritura apareció como “una

posibilidad de salir del cuerpo” y poner fuera

la enfermedad.

“El relato es la prueba de vida, lo dice

García Márquez en su relato ‘Vivir para contarla’

y con eso hace un guiño doble: es necesario

contar la vida y para contarla hay que

estar vivos, parece una obviedad pero no lo

es: estar vivo, lúcido, entero es un prerrequisito

indispensable de la escritura, su condición

de posibilidad”, sostuvo. Por eso la posibilidad

de relatar ocurre mucho después,

porque “la escritura necesita distancia de la

experiencia” y “todo relato por más fiel que

quiera ser a la experiencia es ficción”, afirmó

Güiraldes, editora de Planeta.

“Pará de currar con el cáncer, me dice

una amiga. Su broma encierra una verdad:

al contar la experiencia se pretende ponerla

fuera de una, compartirlo, hacerlo saber, y si

se la hace pública la exhortación de mi amiga

tiene sentido. ¿Por qué yo sano, voy a querer

leer sobre su enfermedad?. Si quiero ser leída

tengo que esforzarme por ser legible, tengo

que embellecer la experiencia, entonces

un poco te estoy estafando, eso y no otra cosa,

es ficción, una estafa consciente o consentida

que intenta con mayor o menor fortuna

embellecer la realidad”, definió.

En ese camino los autores recurren a

“estratagemas diversas”, como “el humor,

incluso el humor que negro que habilita a

decir lo indecible”, consideró y recordó que

“cuando en las primeras líneas de su libro 'El

salto de papá', Martín Sivak dice que antes

de tirarse por la ventana, su padre se despidió

de ‘la clase obrera argentina’, refiriéndose

a un saludo que su padre -que era comunista-

hizo a los obreros de un edificio vecino,

que le gritaban que no se tirase, está haciendo

humor”.

“Magistralmente nos mete en el relato

del suicidio de su padre con una sonrisa y

eso es lo que se llama ficción, que en el caso

de Martín alcanza la categoría de arte. Hacer

ficción es intentar embellecer, fabular,

hacer legible el relato con las armas de que

se dispone y con el único afán verdadero de

salir de si, ser parte del mundo, saberse viva”,

afirmó.

A su turno, Fernanda Trías, en cuya novela

“Mugre rosa” los habitantes afectados

por una peste quedan en carne viva, al sufrir

el despellejamiento de la piel, debido a un

viento tóxico, contó que esas imágenes formaron

parte por mucho tiempo de pesadillas

oníricas, a las que, en esta novela recurrió

para dar cuenta de “la enfermedad del cuerpo

propio que se expande al cuerpo social, a

la naturaleza, infectándolo todo”.

En esta obra distópica, que la autora escribió

antes de la aparición del coronavirus,

la catástrofe ambiental viene desde el agua,

afectando el Río de la Plata, al que considera

“el centro afectivo y la identidad total de todos

los uruguayos” con la finalidad de “introducir

una situación disruptiva, e imaginar una

Montevideo catastrófica: esa ciudad donde

parece que no pasa nada, ni siquiera a nivel

político”.

“Que la amenaza viniera desde el río, ese

lugar de sociabilidad y encuentro, iba a afectar

la cartografía y modificar la geografía del

país que está volcado hacia la costa, con un

campo vaciado, lo cual revertiría la geografía

y la distribución social. Los privilegiados, que

están siempre mirando al río, iban a tener

que girar y mirar hacia adentro, como pensar

la identidad nacional que nos constituye”.

Por streaming, Oswaldo Estrada, desde

Estados Unidos, explicó que en su libro “Incurables”

reunió relatos de 20 autores latinoamericanos

que viven en Estados Unidos,

en los que los inmigrantes aparecen metafóricamente

como portadores de una enfermedad,

debido a la ilegalidad en la que muchos

viven, y “de la que habló Trump, en referencia

a aquellos que venimos a quitarle el trabajo a

los estadounidenses”.

Otro de los conceptos que buscó introducir

es el de “la otredad, en referencia a cómo

expresamos el exilio, la nostalgia desde

el dolor”, explicó el autor quien también señaló

que el término “Incurables” respondió a

una irreverencia, “una especie de empoderamiento

político, porque somos más de 60 millones

los latinos que vivimos en Estados Unidos,

con la idea de decir ‘aquí estamos y no

nos vamos a ir’”.

La enfermedad lleva, en estos casos, a

pensarse y asumirse como mortales, una

realidad que muchas veces no se quiere asumir,

según la moderadora Susana Rosano.

“No solo la muerte barremos abajo de la cama,

sino los cuerpos enfermos, por eso es

importante llamarnos a narrar la enfermedad.

Abrirse a contar en primera persona

para poner sobre la mesa eso que, como sociedad,

tratamos de no mirar”, sostuvo Trías,

autora además de otras tres novelas.

“Yo he escrito sobre las enfermedades

porque de chico he sido muy enfermo, he

padecido de asma, y ese discurso de la enfermedad

me ha perseguido porque las enfermedades

en literatura siempre dicen algo

que no queremos ver: en Lima escondían a

la gente que era coja, porque representaban

ese lado que no se quiere ver”, dijo Estrada al

mencionar entre otras de sus dolencias el insomnio,

y de las distintas formas de violencias

que viven las mujeres en América Latina,

como en Ciudad Juárez.

Güiraldes reivindicó el poder sanador

de la literatura.

“Es una compañía que encuentro

siempre, y cuando no puedo leer

porque no encuentro un libro estoy en problemas

serios”, dijo, y también se refirió al

fenómeno del extrañamiento que provoca la

enfermedad que en el caso de ella se dio con

la caída del cabello debido a la quimioterapia.

Rosano consultó a Trías por el papel de la

familia, una institución bajo sospecha en sus

novelas. “La salida posible -respondió la escritora

uruguaya- está en los nuevos vínculos

por fuera de las instituciones, en los lazos

solidarios, con otras personas” y destacó

“las conexiones humanas que a veces se dan

con personas que son absolutos extraños”.

En este sentido, Güiraldes sostuvo que

“nadie se salva solo” y narró la experiencia

de contención que recibió de una mujer que

acompañaba a su marido que recibía quimioterapia,

en el momento que la escritora

fue por primera vez a someterse a ese tratamiento

llena de miedo e incertidumbre. “A

partir de esa charla me vi desde afuera y pude

pasar ese momento aterrador que significaba

la primera vez que me ponían la vía para

recibir quimioterapia”, contó.

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