Cómo narrar la enfermedad: la Feria, un espacio para hablar del dolor Cómo narrar la enfermedad: la Feria, un espacio para hablar del dolor
La escritura como una forma de tomar
distancia y poder iluminar desde el humor y
la poética las dolencias físicas y psicológicas
se hizo presente en la Feria del Libro de Buenos
Aires con Mercedes Güiraldes, autora de
“Nada es como era”; la uruguaya Fernanda
Trías, galardonada con el premio Sor Juana
Inés de la Cruz por su novela “Mugre rosa”;
y el peruano Oswaldo Estrada, premiado con
el International Latino Book Awards 2020 por
“Luces de emergencia” e “Incurables”, quienes
expusieron sobre el sentido de sus obras
en un intento de exorcizar, desde la palabra,
dolencias, conflictos y hasta la muerte.
Los autores dialogaron en la mesa redonda
“Cuerpos enfermos, cuerpos invadidos.
De virus, dolencias y discapacidades” y
en ese marco, Güiraldes, que en su obra narra
el proceso de enfermedad y tratamiento
de cáncer de mama, leyó un texto en el que
destacó que la escritura apareció como “una
posibilidad de salir del cuerpo” y poner fuera
la enfermedad.
“El relato es la prueba de vida, lo dice
García Márquez en su relato ‘Vivir para contarla’
y con eso hace un guiño doble: es necesario
contar la vida y para contarla hay que
estar vivos, parece una obviedad pero no lo
es: estar vivo, lúcido, entero es un prerrequisito
indispensable de la escritura, su condición
de posibilidad”, sostuvo. Por eso la posibilidad
de relatar ocurre mucho después,
porque “la escritura necesita distancia de la
experiencia” y “todo relato por más fiel que
quiera ser a la experiencia es ficción”, afirmó
Güiraldes, editora de Planeta.
“Pará de currar con el cáncer, me dice
una amiga. Su broma encierra una verdad:
al contar la experiencia se pretende ponerla
fuera de una, compartirlo, hacerlo saber, y si
se la hace pública la exhortación de mi amiga
tiene sentido. ¿Por qué yo sano, voy a querer
leer sobre su enfermedad?. Si quiero ser leída
tengo que esforzarme por ser legible, tengo
que embellecer la experiencia, entonces
un poco te estoy estafando, eso y no otra cosa,
es ficción, una estafa consciente o consentida
que intenta con mayor o menor fortuna
embellecer la realidad”, definió.
En ese camino los autores recurren a
“estratagemas diversas”, como “el humor,
incluso el humor que negro que habilita a
decir lo indecible”, consideró y recordó que
“cuando en las primeras líneas de su libro 'El
salto de papá', Martín Sivak dice que antes
de tirarse por la ventana, su padre se despidió
de ‘la clase obrera argentina’, refiriéndose
a un saludo que su padre -que era comunista-
hizo a los obreros de un edificio vecino,
que le gritaban que no se tirase, está haciendo
humor”.
“Magistralmente nos mete en el relato
del suicidio de su padre con una sonrisa y
eso es lo que se llama ficción, que en el caso
de Martín alcanza la categoría de arte. Hacer
ficción es intentar embellecer, fabular,
hacer legible el relato con las armas de que
se dispone y con el único afán verdadero de
salir de si, ser parte del mundo, saberse viva”,
afirmó.
A su turno, Fernanda Trías, en cuya novela
“Mugre rosa” los habitantes afectados
por una peste quedan en carne viva, al sufrir
el despellejamiento de la piel, debido a un
viento tóxico, contó que esas imágenes formaron
parte por mucho tiempo de pesadillas
oníricas, a las que, en esta novela recurrió
para dar cuenta de “la enfermedad del cuerpo
propio que se expande al cuerpo social, a
la naturaleza, infectándolo todo”.
En esta obra distópica, que la autora escribió
antes de la aparición del coronavirus,
la catástrofe ambiental viene desde el agua,
afectando el Río de la Plata, al que considera
“el centro afectivo y la identidad total de todos
los uruguayos” con la finalidad de “introducir
una situación disruptiva, e imaginar una
Montevideo catastrófica: esa ciudad donde
parece que no pasa nada, ni siquiera a nivel
político”.
“Que la amenaza viniera desde el río, ese
lugar de sociabilidad y encuentro, iba a afectar
la cartografía y modificar la geografía del
país que está volcado hacia la costa, con un
campo vaciado, lo cual revertiría la geografía
y la distribución social. Los privilegiados, que
están siempre mirando al río, iban a tener
que girar y mirar hacia adentro, como pensar
la identidad nacional que nos constituye”.
Por streaming, Oswaldo Estrada, desde
Estados Unidos, explicó que en su libro “Incurables”
reunió relatos de 20 autores latinoamericanos
que viven en Estados Unidos,
en los que los inmigrantes aparecen metafóricamente
como portadores de una enfermedad,
debido a la ilegalidad en la que muchos
viven, y “de la que habló Trump, en referencia
a aquellos que venimos a quitarle el trabajo a
los estadounidenses”.
Otro de los conceptos que buscó introducir
es el de “la otredad, en referencia a cómo
expresamos el exilio, la nostalgia desde
el dolor”, explicó el autor quien también señaló
que el término “Incurables” respondió a
una irreverencia, “una especie de empoderamiento
político, porque somos más de 60 millones
los latinos que vivimos en Estados Unidos,
con la idea de decir ‘aquí estamos y no
nos vamos a ir’”.
La enfermedad lleva, en estos casos, a
pensarse y asumirse como mortales, una
realidad que muchas veces no se quiere asumir,
según la moderadora Susana Rosano.
“No solo la muerte barremos abajo de la cama,
sino los cuerpos enfermos, por eso es
importante llamarnos a narrar la enfermedad.
Abrirse a contar en primera persona
para poner sobre la mesa eso que, como sociedad,
tratamos de no mirar”, sostuvo Trías,
autora además de otras tres novelas.
“Yo he escrito sobre las enfermedades
porque de chico he sido muy enfermo, he
padecido de asma, y ese discurso de la enfermedad
me ha perseguido porque las enfermedades
en literatura siempre dicen algo
que no queremos ver: en Lima escondían a
la gente que era coja, porque representaban
ese lado que no se quiere ver”, dijo Estrada al
mencionar entre otras de sus dolencias el insomnio,
y de las distintas formas de violencias
que viven las mujeres en América Latina,
como en Ciudad Juárez.
Güiraldes reivindicó el poder sanador
de la literatura.
“Es una compañía que encuentro
siempre, y cuando no puedo leer
porque no encuentro un libro estoy en problemas
serios”, dijo, y también se refirió al
fenómeno del extrañamiento que provoca la
enfermedad que en el caso de ella se dio con
la caída del cabello debido a la quimioterapia.
Rosano consultó a Trías por el papel de la
familia, una institución bajo sospecha en sus
novelas. “La salida posible -respondió la escritora
uruguaya- está en los nuevos vínculos
por fuera de las instituciones, en los lazos
solidarios, con otras personas” y destacó
“las conexiones humanas que a veces se dan
con personas que son absolutos extraños”.
En este sentido, Güiraldes sostuvo que
“nadie se salva solo” y narró la experiencia
de contención que recibió de una mujer que
acompañaba a su marido que recibía quimioterapia,
en el momento que la escritora
fue por primera vez a someterse a ese tratamiento
llena de miedo e incertidumbre. “A
partir de esa charla me vi desde afuera y pude
pasar ese momento aterrador que significaba
la primera vez que me ponían la vía para
recibir quimioterapia”, contó.