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Revelan restos arqueológicos que podrían corresponder al pueblo de indios colonial de Lasco

El trabajo encarado fue en las posibles ruinas de Lasco donde continuar�n las investigaciones

El trabajo encarado fue en las posibles ruinas de Lasco, donde continuarán las investigaciones.

21/05/2016 21:49 Interior
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Revelan restos arqueológicos que podrían corresponder al pueblo de indios colonial de Lasco Revelan restos arqueológicos que podrían corresponder al pueblo de indios colonial de Lasco

Se trata de un asentamiento prehispánico ubicado en la zona del Salado medio, donde un grupo de investigadores realiza excavaciones para plantear nuevos interrogantes sobre la vida de la colonia temprana en Santiago del Estero.

Dos reconocidas investigadoras del mundo académico, Judith Farberman y Constanza Taboada, plantearon la relevancia demográfica y productiva de la región del Salado santiagueño durante la colonia temprana. Lejos de ser novedosa, la centralidad de la zona, en particular de los bañados de Añatuya, se remontaría por lo menos a la época incaica, también cubierta por su proyecto.

Las investigadoras sostuvieron que, muy posiblemente, han identificado las ruinas del pueblo de indios colonial de Lasco en uno de los sitios arqueológicos que excavan en la zona del Salado medio en la Provincia. Un hecho de gran valor, al que EL LIBERAL tuvo acceso en las investigaciones, al tratarse del primer pueblo de indios estudiado por la arqueología en articulación con la historia.

Por su parte, sustentándose en trabajos que desde hace varios años realizan junto con el arqueólogo Carlos Angiorama, las investigadoras plantearon nuevos interrogantes al considerar que “existen varios indicadores para sostener que se dio una interacción entre las poblaciones prehispánicas de la llanura santiagueña (en particular aquellas de la zona de los bañados de Añatuya) y los incas”.

Las habilidades artesanales y políticas de las poblaciones locales del área, así como los recursos naturales disponibles en ella, pudieron ser algunos de los motivos por los que el imperio incaico se interesó por la región, aspectos que mantuvieron su continuidad con la llegada de los españoles.

Desentrañar el pasado para determinar los procesos ocurridos entre fines del periodo prehispánico y principios de la colonia entre las poblaciones indígenas que habitaron en la zona del río Salado del actual Santiago del Estero fue el claro objetivo trazado por las investigadoras Judith Farberman y Constanza Taboada, desde un enfoque interdisciplinario entre la arqueología y la historia.

Recientemente, ambas investigadoras participaron del ciclo de conferencias “Entre la historia, la arqueología y la antropología. Miradas y perspectivas sobre la provincia y la región”, organizado por el Instituto de Lingüística, Folklore y Arqueología y el Laboratorio de Antropología “Dr. José Togo”, de la Universidad Nacional de Santiago del Estero y dirigido actualmente por Luis Garay, donde disertaron sobre “Arqueología e Historia del Salado Medio. Interdisciplina y resultados de investigación”, ante un auditorio colmado de docentes y alumnos.

A partir de lo señalado, las investigadoras respondieron en forma exclusiva al cuestionario de EL LIBERAL.

¿Qué importancia tuvo la región del Salado antes y después de la conquista española?

-A pesar de que hay áreas del Salado aun totalmente desconocidas por la arqueología y con desigual información en lo que hace a las fuentes documentales, su estudio nos muestra que tuvo gran importancia en los procesos locales. A la vez, resulta evidente que hubo un heterogéneo desenvolvimiento de los mismos. Para tiempos prehispánicos, hay claras evidencias de la instalación de los asentamientos indígenas a la vera del río, en los diversos cursos que adoptó a lo largo del tiempo. El río fue una fuente de agua y de recursos, y muy posiblemente sirvió como vía de comunicación. Las evidencias prehispánicas más antiguas de la zona del Salado conocidas hasta ahora fueron estudiadas y datadas por la Dra. Ana María Lorandi en la década de 1970 y constituyeron los primeros fechadosradiocarbónicos realizado en la provincia. Datan de alrededor del 800 d. de C., aunque es posible que haya instalaciones más antiguas, aún no estudiadas. Al menos desde entonces, el Salado tuvo una intensa pero desigual instalación por espacios y épocas hasta época republicana. Las evidencias arqueológicas nos muestran que muy posiblemente hubo sectores diferenciados que muestran cierta coherencia y continuidad con lo que es posible leer de las fuentes escritas. Un sector en particular, el de los bañados de Añatuya que estamos estudiando, se muestra como un centro relevante desde época prehispánica. Esta zona muestra interacción con poblaciones chaqueñas, evidencias incaicas, y fue un importante centro colonial.

En la colonia temprana existieron por lo menos tres regiones que aglutinaban pueblos sobre el Salado: en los bañados de Figueroa y de Añatuya respectivamente y en el centro. En el norte, el repartimiento de indios de trabajo más importante fue el de Yuquiliguala, luego trasladado a las cercanías de Matará. Fue la historiadora Isabel Castro la que descubrió la antigua localización de aquel pueblo que luego fue fortín. En el centro, brillaba Tatingasta –que todas las fuentes tempranas mencionan- y a partir del traslado de los mataraes de Concepción del Bermejo en 1650, Matará. Por último, en el extremo sur, el pueblo más importante era el de Lasco. Actualmente trabajamos sobre la hipótesis de que Sequía Vieja, el sitio arqueológico que estamos excavando –y que tuvo ocupación entre 1200 d. de C y fines del siglo XVII por lo menos- fue el lugar de asiento del pueblo de indios colonial de Lasco.

Las zonas de bañados parecen haber sido muy tentadoras para las sociedades indígenas porque eran seguras y abundantes en recursos. En cambio, para los españoles no resultaban nada cómodas. Sus caballos y sus armas no funcionaban bien en esos ambientes y los nativos lo aprovecharon. Así, poco antes y poco después de fundada la ciudad de Santiago del Estero, dos rebeliones tuvieron lugar en los bañados de Añatuya –que los españoles llamaban ciénagas- y pusieron en jaque la conquista. Al parecer, en una de estas rebeliones participaron grupos chaqueños, de tierra adentro y también otros pueblos que no se incluían en los bañados como Meaja. Podemos imaginar que estas alianzas políticas se hacían en lo profundo del monte, en eventos que los españoles demonizaron como “juntas y borracheras” en las que se bebían grandes cantidades de aloja.

La región del Salado tuvo una importancia enorme durante la colonia temprana. A principios del siglo XVII, el gobernador del Tucumán Alonso de Ribera decía que la mayor parte de los indios santiagueños se concentraban allí. En las encomiendas del Salado se tejía y se hilaba, se criaba ganado europeo en cantidad (y los indígenas lo adoptaron también) y se aprovechaban los productos de recolección tanto para la autosubsistencia (algarroba) como para la venta (miel, cera, grana). Tenemos buenas razones para suponer que recién hacia fines del siglo XVII los grupos del otro lado del Salado se convirtieron en una amenaza para los “indios cristianos” del oeste del río, vale decir, que antes no existía allí una frontera bélica. En realidad, las primeras menciones a ataques indígenas –primero de mocovíes y luego de abipones- son de fines del siglo XVII y parecen particularmente destructivas en las zonas de bañados, Lasco entre ellas. Para contrarrestar los ataques, los españoles implementaron políticas ofensivas –las entradas- y defensivas –la edificación de fortines o la exigencia de colaboración militar a los indios reducidos en pueblos. Todo esto contribuyó a la decadencia económica del Salado pero se trata de un proceso del siglo XVIII y no anterior.

¿En qué basan su hipótesis de que las ruinas del pueblo de indios de Lasco podrían ser parte del sitio arqueológico Sequía Vieja?

-Esta hipótesis surge de la identificación de un sector del sitio que presenta las características básicas del núcleo religioso de un pueblo de indios según las ordenanzas de Alfaro y las normas de la época, como son una plaza, cementerio cristiano, construcciones no indígenas y materiales propios de una capilla. También hay elementos coloniales de factura europea que fueron distribuidos o usados por conquistadores y evangelizadores, como cuentas venecianas, loza, etc. Esto nos prueba su carácter de pueblo de indios, pero para asignar tales restos específicamente a Lasco se confrontó la información de excavaciones, fechados radiocarbónicos, análisis de laboratorio y de materiales de colecciones resguardas en el Museo Wagner, con las descripciones de Lasco y la ubicación absoluta y relativa señalada por los documentos. Este aspecto fue relevante porque un análisis detallado de distancias y ubicaciones entre los sitios arqueológicos de la zona que cuentan con evidencias coloniales, y aquellas de los pueblos de indios descriptos en los documentos, reflejan una gran correspondencia entre la ubicación de Lasco y de Sequía Vieja.

Es importante señalar que el caso de Sequia Vieja/Lasco es el primer ejemplo de un pueblo de indios que se está estudiando de forma sistemática desde la arqueología. La situación cobra relevancia además por ofrecer un escenario de estudio que permite ampliar y ponderar a partir de una lectura interdisciplinaria la visión que proyectan los documentos y la arqueología de forma independiente.

¿Es posible establecer evidencias que ratifiquen la presencia del inca en esta región del país?

-Es muy importante clarificar esta cuestión y se requiere precisar ciertos conceptos. Hay que diferenciar qué se quiere decir al hablar de la presencia del inca en Santiago del Estero o de que el Imperio Inca llegó al territorio. Este es un tema que venimos investigando desde 2008 con el Dr. Carlos Angiorama. Nuestros estudios revelan que existen varios indicadores para sostener que se dio una interacción entre las poblaciones prehispánicas de la llanura santiagueña (en particular aquellas de la zona de los bañados de Añatuya) y los incas, pero esta relación no puede simplificarse con la afirmación de que Santiago formaba parte de su Imperio o de que los incas se establecieron en la región. Los modos y mecanismos en los que se dio este vínculo son mucho más complejos. A partir de la individualización de objetos de metal incaicos (la mayoría objetos de prestigio o investidura personal) hallados especialmente en la zona de los bañados de Añatuya, planteamos que las poblaciones prehispánicas de la zona en cuestión interactuaron con los incas en el marco de alianzas estratégicas que involucraron a estos objetos como dones para sellar pactos. Esta hipótesis se sustenta, además, en una práctica común entablada por el Tawantinsuyu para establecer alianzas, y en algunas referencias documentales que hablan de la entrega mutua de dones y contradones.

En estos años hemos ido afinando esta hipótesis a través de excavaciones arqueológicas en los sitios donde se hallaron los objetos de metal, además de análisis especializados de materiales y estudio de las colecciones del Museo Wagner. En la zona de los bañados de Añatuya se han hallado también “pichcas”, un juego andino usado por la elite inca para entablar pactos. Como ya lo señalara la Dra. Amalia Gramajo, varios recipientes cerámicos muestran formas o rasgos que remiten a pautas incaicas. La textilería también parece haber jugado un rol importante en esta relación. En la zona se han hallado miles de torteros (que estudia la Dra. López Campeny dentro de nuestro proyecto), a la vez que los tejidos etnográficos reflejan motivos incaicos, como ser la estrella de ocho puntas. Pero no basta con enumerar datos. Todo esto cobra relevancia en un análisis conjunto de situación y dentro de una argumentación científica que es difícil resumir aquí. La relación con los incas puede afirmarse, además, porque a lo hallado en Santiago se suma el registro de objetos típicos de la llanura santiagueña en sitios incaicos del NOA. La Dra. Ana María Lorandi fue la primera en ver esto y en plantear que muy posiblemente se debía al traslado, a los valles del NOA, de habitantes de la llanura santiagueña como mitimaes al servicio de los incas, posiblemente con funciones guerreras y artesanales. Y, de hecho, en los sitios incaicos del NOA se han hallado puntas de proyectil de hueso, torteros y cerámica como la de Santiago.

¿Cuál fue el vínculo o el modo de relacionamiento con los incas?

Los nexos parecen indiscutibles, pero ¿cuál fue el vínculo o el modo de relacionamiento? Hasta ahora no existe ningún dato científico de una instalación incaica en Santiago, ni de otros objetos incaicos (como cerámica imperial) que supongan una presencia inca en la zona. Nada por ahora permite decir tampoco que Santiago formó parte del Imperio Incaico. La hipótesis que planteamos con Carlos Angiorama es que, posiblemente, los incas se interesaron en la región de los Bañados de Añatuya por dos motivos: por contar con una población con habilidades artesanales y políticas destacadas y por ser una zona rica y segura, que ofrecía un punto de avanzada hacia el Chaco a la vez que recursos no disponibles en las tierras altas. Nuestros estudios nos muestran que la zona fue un centro importante de instalación e interacción con poblaciones locales y chaqueñas al menos desde el año 1200 d. de C. Algo que se mantuvo en época inca y en la colonia. En este marco, el vínculo de los incas con los habitantes de la zona pudo formar parte de una estrategia estatal. En ella, poblaciones locales aliadas instaladas de forma discontinua en las tierras bajas, por fuera de una frontera incaica fija, mantenían vínculos económicos y políticos de interés para el Incario. Esta política se aplicó en otros sectores de las tierras bajas sudamericanas hacia finales del Tawantinsuyu, y es posible que algo parecido ocurriera en el caso de Santiago del Estero.

 

 

 

Los pueblos nativos que habitaron en la zona ante la llegada española

 

Conocemos a los grupos que los españoles encontraron en el Salado a través de descripciones bastante vagas e impresionistas que aparecen en documentos. También podemos conocer otras dimensiones de esos pueblos a través de su cultura material. No es fácil poner en relación estas huellas del pasado que tienen una naturaleza diferente.

 

Los textos nos ofrecen los nombres con que se diferenciaba a las llamadas “naciones”, algunas descripciones de prácticas económicas asociadas a las naciones– se valoraban las prácticas agrícolas mientras que se despreciaban otras como la caza o la recolección- , menciones sobre las lengua que hablaban los grupos. En este sentido, las fuentes más tempranas llaman “juríes” a los grupos que vivían en el Salado santiagueño aunque también diferencian a otras naciones menos numerosas como la de los “salavines” o “indamás”. Posteriormente, tienden a diferenciar a los juríes en dos grupos: lules y tonocotés, a los que caracterizan muy esquemáticamente por las lenguas que hablaban –que de todos modos eran inteligibles- y por sus prácticas, unos guerreros, los otros pacíficos y dispuestos a aliarse con los españoles contra el enemigo común. Estas asignaciones de nombres y de rasgos son para tomar con pinzas porque los conquistadores nombraban a gente a la que no conocían bien.

 

Sin embargo, tanto la distinción de grupos lingüísticoscomo la toponimia (con vocablos terminados en “gasta”, de filiación diaguita, o en “istine”, de filiación lule y otros tantos de filiación desconocida) parecen remitir a una zona multiétnica en el Salado. La arqueología puede ver algunas de estas diferencias que, de todos modos, son bastante sutiles y apuntan a modos de vida similares. .

Estas “naciones” que las fuentes tempranas distinguen van diluyéndose en los textos del siglo XVII. En la medida en que los indígenas son reducidos y transformados en “indios coloniales” se los homogeiniza y pierden su individualidad. En el siglo XVIII la distinción más importante que se mantiene es la que separa a los grupos reducidos de los que no lo están, los “salvajes” de las fronteras.

 

 

 

 

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