EXCLUSIVO

Algunas historias de la acequia

La acequia santiagueňa –devenida hoy en una avenida que cruza la ciudad de norte a sur- era un enorme canal de 8 Km. de extensión que comenzaba aproximadamente donde hoy se encuentra el Arco de Entrada a la ciudad erigido en 1953 y terminaba cerca de Tarapaya, en las inmediaciones del Hospital Independencia, cuya construcción fue tradicionalmente atribuida los jesuitas pero parece haber sido obra del gobernador Gonzalo de Abreu, o al menos él se atribuye la apertura según un documento de 1577 en el que se siente orgulloso de “haber podido controlar el curso superior de las aguas en beneficio de los vecinos”. Esta acequia principal o “real” daba paso a otras más pequeñas, o “hijuelitas”, que permitían el ingreso del agua a las chacras de españoles, regantes particulares utilizando recursos manuales.

Así las cosas, pudiera pensarse que la acequia funcionaba, el agua corría, las chacras se regaban, las tierras producían y los animales bebían. Pero un juicio ventilado en la ciudad de Salta en 1750 pone en cuestión tal supuesta normalidad. El Cabildo santiagueño acusó al Maestre de Campo Roque López de Velazco, encargado de la acequia principal, de no haber invertido el dinero recaudado –a razón de 1 peso por carreta que transitara por el territorio- en el mantenimiento de la acequia aún disponiendo de los indios mitayos asignados para realizar las tareas del mantenimiento. También se dijo que desde que López estaba a cargo, solamente había corrido agua unos pocos días del año 1748. Roque López –como secamente dice el documento- admite que esta situación es real y ofrece corregirla en adelante. Finalmente en unos alegatos larguísimos y tediosos, donde se acusa a los López de Velazco de violar todas las normativas vigentes en los grados de consanguinidad permitidos para ocupar cargos en el Cabildo, se lo dispensa bajo promesa de que en adelante corregirá su conducta. De donde, si la acequia no se mantenía, y por tanto el agua no corría, las chacras no podían regarse. A pesar de ello el dinero se recauda. Habría que considerar si el dinero alcanzaba, dado que no tenemos todavía registros que permitan evaluar la cantidad de carretas que pasaban anualmente por la ciudad. Por lo demás, no es seguro que los indios estuvieran en la ciudad: sería dado pensar que por esa época del año, febrero, es posible que éstos estuvieran en la cosecha de la algarroba. Por otra parte, si relacionamos este dato con el derrumbe demográfico, cabe la pregunta de si realmente habría indios para trabajar.

Los documentos que consultamos dan cuenta de la escasez de indios para trabajar en obras públicas y, por otra parte, cómo nadie podía imaginar las obras públicas sin mano de obra nativa. Un ejemplo notable era el caso de la cárcel pública, cuyos presos se escapaban por los agujeros del techo porque no había quien pueda repararlos. ¿Por qué habrían de conseguirse entonces indios para trabajar en la acequia? Es altamente probable que fuera necesario mucho trabajo –y por lo mismo una disponibilidad de trabajadores de modo permanente- para mantener funcionando la acequia, en una época de catástrofe demográfica y que comenzaba a traccionar la migración hacia el litoral, aunque no todavía en la medida que verá el siglo XIX. Otra hipótesis, también dudosa, y siguiendo las investigaciones de Flores Galindo para Lima, sería la de uso de mano de obra de presos en trabajos públicos, y el de la participación de la plebe en esos mismos menesteres como mano de obra libre.

 

Ir a la nota original

NOTICIAS RELACIONADAS

MÁS NOTICIAS