La organización de los Barrios La organización de los Barrios
En cuanto a la organización de la ciudad, en 1794 hay dos barrios: el de la Matriz y el de San Francisco, cada uno con su alcalde de barrio. Esto nos está indicando la preeminencia significativa de los templos, su valor de hito urbano y de representatividad social, confirmando de alguna manera en esta polaridad que articula ciudad blanca con ciudad oscura.
“En un esfuerzo por mantener el orden, las autoridades coloniales establecieron en la ciudad áreas separadas para las poblaciones: en el centro, la traza para los españoles con sus esclavos, y en los alrededores los barrios para los indígenas. Pero pronto, esta divisoria se hizo imperceptible debido a las circunstancias económicas y el crecimiento de una población racialmente mixta.” (Braccio y Tudisco, 2001).
Para 1804 se ubican cuatro barrios para la ciudad, de los que no tenemos nombre, pero que pudieran coincidir con las territorialidades parroquiales de los cuatro templos.
La ciudad se recuesta sobre la acequia, que le sirve de límite y que irá constituyendo su voluntad de alargamiento, de ciudad estirada entre dos líneas norte-sur: la acequia que bordea el Camino Real y el Río. De esa ciudad construida es necesaria una imagen. ¿Y qué mejor imagen podríamos tener –cuando por lo demás es la única de la que tenemos datos- que la de las Casas Capitulares, sede de la autoridad de la ciudad?
“...la Sala de las Casas Viejas de este Consejo que cae a la calle del Convento Santo Domingo que hera se halla amenazando ruina, tanto por el salitre introducido en sus paredes como por lo desquiciado de estas y haverse caído al suelo un buen retazo por lo que se hacía presente la urgente obra para que enteramente no se arruine y sufra la ciudad este quebranto por no repararse a tiempo de que con menos costos procure su conservación, como así mismo lo comido que están las paredes de la ventana de la carzel los pozos de la parte de afuera y demás que se nota necesita repararse…”. (Actas Capitulares, 1794)
La descripción nos pone frente a una imagen del centro mismo del poder, en la esquina de las actuales Libertad y Absalón Rojas, esquina de la Plaza: las casas se caen, las ventanas de la cárcel están llenas de agujeros y las calles llenas de pozos. Y por lo demás, la imposibilidad de resolver esta situación en función del estado general de cosas: “atendiendo que en la actualidad del tiempo por sus sumas calores, lluvias continuadas, dificultad de peones por hallarse en la cosecha de Algarroba (...) como por consiguiente falta de materiales para con brevedad dar principio a su reparo hasta mediados de abril” (Actas Capitulares).
“La Sociedad”: pobre pero digna.
Pero es todavía una sociedad donde los blancos pobres se reconocían con nombre y apellido y se los convida a gozar de las dádivas del poder real. Dice el documento consultado: “… se haga la nómina de los “pobres vergonzantes”, -los que en algún momento de su vida tuvieron dinero, lo que da a entender que eran blancos,- “enfermos” y “mendigos” a los que se distribuían limosnas con motivo del cumpleaños del Rey.
Es importante considerar la publicidad y espectacularidad de la limosna dada “en nombre del Rey”: una puesta en escena de la bondad del monarca, una acentuación de su presencia, y la limosna como dádiva. Los pobres y mendigos ingresan en el circuito de la fiesta como parte del espectáculo de una sociedad que se muestra a sí misma en sus roles, representando cada actor el rol que le corresponde: unos dar, otros recibir; unos ser “la parte mejor del vecindario” y los otros los pobres y excluidos. El hecho previo del besamanos –sumisión y agradecimiento por los favores recibidos o por recibir- va inscribiendo formatos de acatamiento y clientelismo que han persistido en Santiago hasta los finales del siglo XX.
"Mi reino por un cuaderno"
Otro dato aportado es que el Cabildo no tiene Libro para escribir las actas y “el presente se halla por concluir las fojas…ser tanta la escasez de papel que en la actualidad hay en ésta República que con verdad se puede asegurar no hay ninguno…el Alcalde de segundo voto ofreció la franquicia por ahora no obstante la falta que le hacía un libro en blanco y encuadernado que tenía para que el Cavildo supla la urgente necesidad aunque no tendría más que 146 fojas y admitiéndose la oferta aceptamos que por la Junta de Propios se satisfaga el cargo de tres pesos acreditándose con recibo.” De donde se deduce que el papel es un elemento extraño, foráneo, que se debe traer de afuera. Por tanto, un bien precioso.
No pasa nada de nada en Santiago
“En esta ciudad de Santiago del Estero , Capital de la Provincia del Tucumán, en trece días del mes de mayo de mil setecientos sesenta y un años, el Cabildo, Justicia y Regimiento de ella que al presente nos hallamos y de uso firmamos, es a saber: el general don Juan José de la Paz Figueroa, Regidor Decano, Alférez Real propietario, Justicia Mayor y Capitán a Guerra de esta ciudad, sus términos y jurisdicción y fronteras por Su Majestad (que Dios guarde), el Maestre de Campo don Agustín de Salvatierra, Teniente Tesorero, Juez Oficial Real y Alcalde Ordinario de Primer Voto de ella, estando ausente de la ciudad el Maestre de Campo don Antonio Arias, nuestro Alcalde de Segundo Voto en depósito de Vara , por no haberse recibido el electo, y últimamente obligado por Su Señoría, y no haber más vocales, habiéndonos juntado en nuestra Sala Capitular, a son de campana tañida, a tratar y conferenciar cosas tocantes al pro y útil de esta República y su vecindad, que es el todo de nuestra Junta, y no habiéndose reconocido cosa alguna sobre qué tratar, cerramos este Acuerdo, y lo firmamos ante Nos por falta de escribano”. Actas Capitulares, Tomo IV.
No sólo no existe asunto, sino que no hay autoridades presentes: un vacío de cargos, ya sea porque el titular está ausente o porque no se han cubierto. Habría que ver además qué sucede con la venta de cargos en el Cabildo. Y por otra parte: ¿por qué no tienen escribano?. Una sociedad vacía, un vacío institucional que de algún modo se rellena: se nombran los cargos ausentes, pero ese nombrar es un traer a presencia lo ausente: del mismo modo que se trae a presencia la figura del Rey con las representaciones y los cuadros, se trae a presencia, se le da entidad al cargo vacante. Es posible leer en este texto una voluntad de persistencia institucional, esa voluntad que desafía al poder metropolitano que ya ha perdido interés en esa ciudad ya inútil a los fines de su proyecto conquistador/colonizador.
El Terremoto de 1817
Tras el terremoto de 1817, que deja la ciudad en ruinas, “...del que rige los más espantosos estragos en la jurisdicción, así al norte de esta ciudad hasta desplomarse las iglesias, destruirse los edificios de los particulares, abrirse en grietas la tierra haciendo explosión de piedras y agua en más de veinticinco leguas, habiendo dejado todo este pueblo ruinoso en lo material, seguida del quebranto que han padecido los templos y conventos, sin poderse registrar una casa particular que no haya sufrido algo, y en lo formal quebrantados de dolor y abatimiento los ánimos más fuertes, sin haber aún descansado, ya por la presencia de las ruinas que tan triste como vivamente recuerdan aquellos días aciagos en que la ira vengadora del Señor (no olvidar que siete meses antes de este sismo fusilaron a Juán Francisco Borges quien se alzara el 10 de diciembre de 1816 contra la subordinación de Santiago del Estero al poder de Tucumán) se manifestó con repetidos espantosos temblores precedidos siempre de un pavoroso trueno que parece amenazaba una completa desolación...”. La Matriz en ruinas, las Casas Capitulares por el suelo, es difícil imaginar ese espacio de la plaza y de la ciudad. Así, en 1818, una ordenanza convoca a mejorar el aspecto de la ciudad: “...todo individuo que posea un solar descubierto en las calles principales del pueblo procederá inmediatamente a edificarlo o cerrarlo con pared...”
Esto nos está hablando de una trama discontinua, de unas calles con “aperturas” a lo largo de su recorrido, no de una compacidad urbana. Es posible que no hubiera cierres perimetrales por los fondos de las casas, que esos centros de manzana fueran yuyal, tierra de nadie, por donde se podía pasar de una casa a la otra sin el protocolo de vestirse “de visita”, de salir de la casa, dar vuelta a la manzana para entrar por el portal principal del vecino en un acto de representación y autorepresentación social. No parece descabellado pensar una familiaridad entre vecinos que comparten fondos, o entre criados de unos y otros; redes jamás sacadas a la luz, y de las que aún persisten testimonios orales de prácticas similares en el primer tercio del siglo xx. (Los Urréjola y sus descendientes vivían hacia la primera década del siglo XIX en el mismo espacio, en el Barrio de Santa Catalina alrededor de la actual calle Urquiza).
Los espacios de tránsito: veredas, mercados, basurales, etc
Un elemento a considerar en el paisaje urbano son las veredas: no todos los lotes las tienen, y es de imaginar lo que puede haber sido el paso –difícilmente paseo- por las calles de la ciudad –por lo demás todas de tierra hasta muy avanzado el siglo xix- después de un día de lluvia.
Otra cuestión es la concurrencia de los vecinos con sus bienes al fin común: el que tuviere carretillas (¿qué son estas carretillas? ¿carros pequeños como los que hoy llamamos “zorras”?) las franqueará por turno cada vecino que las tuviese para acarrear las basuras fuera del pueblo. Dado el carácter general de la disposición, pareciera que son varios los vecinos propietarios de las dichas carretillas. Cabría preguntarse qué basuras habrán sido esas, y cómo las habrán dejado en medio de la calle, ya sea en bolsas de hilo o apiladas, o vaya Dios a saberlo; y cómo las habrán recogido, y quiénes. Habrá que pensar en un atisbo de peones municipales, o s los presos, realizando algún tipo de “trabajo forzado”. Tampoco aparece una estructura administrativa de empleados en el Cabildo, y lo único que se puede deducir del documento es que se nombrará a alguien a cargo no para que haga el trabajo, sino para verificar que se haga, es decir, un jefe, que a todas luces será español o, cuando más, un criollo. De la escritura del documento se puede deducir que los dos reales de multas se destinarán al pago de las carretillas, de donde surge ya una incipiente forma de trabajo en servicios públicos, mientras que los cuatro pesos de los que no hacen las veredas irá a la cuenta o tesoro del Gobierno.
Un extranjero en Santiago
En 1825, al visitar Andrews la ciudad, encuentra casas que tienen frentes adornados con pilares de cedro y caoba ricamente labrados. Podemos pensar en portales labrados en torno a la puerta principal de alguna de las casas principales, las que pudieran semejarse al tratamiento de las columnas que se conservan en el patrimonio histórico provincial: columnas de madera de pie cuadrado trabajados en los capiteles, o troncos redondos tallados en una especie de salomónica, en verdad aros superpuestos uno sobre otro. Pero, dice Andrews, todo en mal estado, deteriorándose: “...todo habla de un rico estado floreciente que fue...”.







