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EL LIBERAL . Santiago

Jesús y la ley judía

23/09/2011 22:42 Santiago
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Jesús y la ley judía Jesús y la ley judía

HACÉ CLICK AQUÍ PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE EL LIBERAL Y ESTAR SIEMPRE INFORMADOD espués de una semana en donde se sucedieron algunos hechos que agitaron la tranquila vida de la comunidad, otra vez, en una de las casas del barrio nuevo se reunieron para reflexionar la Palabra de Dios y compartir la fe que los unía.

Celia, que se había integrado recientemente a la comunidad eclesial y que venía junto a su familia de la zona de Atamisqui, había ofrecido su casa para realizar el encuentro y con mucho esmero había preparado el lugar: una mesita baja con la imagen de María, la vela encendida y una Biblia un poco ajada que le habían regalado hace unos años cuando participó de un encuentro bíblico en su pueblo.

Como no podía faltar, el mate y unos panes caseros para compartir, estaban colocados sobre la mesa del comedor.

Una vez que llegaron los vecinos, como era la costumbre en la comunidad, Marta comenzó el encuentro con una oración en la que pidió que rezaran por unos chicos del barrio que habían tenido un accidente de moto y se encontraban en una situación crítica.

Cuando llegó el momento de leer la Palabra de Dios, Marta sugirió leer el pasaje de Marcos 12, 28-34, y José comenzó diciendo: “Se acercó uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús le contestó: El primero es, Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos. Le dijo el escriba: Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que El es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios. Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.”

Es Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Marta, después de releer en voz baja el pasaje, comentó: “Pensaba que esta Palabra puede ayudarnos a pensar un poco cómo estamos viviendo la fe en la comunidad. A qué cosas le damos importancia y cuáles son nuestras prioridades”.

Magdalena que conocía demasiado bien a su amiga, dijo: “Marta, dinos qué te preocupa, qué cosas tienes guardadas en tu corazón y quieres compartir con nosotros.”

Con cierta emoción contenida y con la calma que la caracteriza, Marta dijo: “Han pasado cosas en la comunidad, situaciones de sufrimiento para algunas familias, como la de los chicos accidentados y me parece que no hemos actuado como Dios hubiese querido. Más allá de preocuparnos y rezar por ellos no hemos tenido ningún gesto de solidaridad para ayudarlos.”

“¿Y qué podemos hacer nosotros fuera de rezar y de reprender a los padres por darles la moto a los chicos?. Incluso, ellos no son de la comunidad. Nunca se acercan a nuestras reuniones y a las celebraciones que hacemos en el barrio”, dijo Sebastián como excusándose frente a los dichos de su madre.

“No sé, quizás podríamos haber hecho algo para prevenir estos accidentes y me parece que no fuimos lo suficientemente solidarios con sus familias”, replicó Marta.

Prójimo del que sufre

Magdalena, asintiendo lo dicho por su amiga, agregó: “Jesús habría obrado de otra manera, recordemos que él se acercaba a los que sufrían y les ofrecía su compasión. Incluso nos enseñó que nosotros hagamos lo mismo. ¿Acaso no recuerdan la “parábola del buen samaritano en Lc 10, 25-3? Allí, Jesús, nos enseña que tenemos que hacernos prójimo del caído en el camino, es decir, de aquellos que sufren, aunque no sean de nuestro grupo, como el samaritano hizo con el herido que era judío a pesar de que las costumbres lo prohibían”.

“Me parece que lo importante es ser solidario con los que sufren, no debe importarnos si son de la comunidad o no”, dijo Marcelo que solía ayudar en sus tiempos libres en el comedor del barrio.

“Claro, dijo una de las vecinas, Jesús quiere que ayudemos a las personas en sus necesidades, sino de que nos vale ser sus discípulos”.

“Lo qué Dios quiere es que cumplamos sus mandamientos, los preceptos de la Iglesia, que recemos y recibamos los sacramentos”, dijo Sebastián un poco acalorado por la situación. “No sé porqué creen ustedes que debemos ayudar a las personas en cosas materiales, la Iglesia no está para eso. Nosotros nos debemos ocupar, y es nuestra obligación, que la gente conozca a Dios y cumpla todos y cada uno de sus mandamientos”, agregó Sebastián, que comenzaba a ponerse nervioso.

Marta miró con ternura a su hijo y comentó: “Sebastián, es cierto que nuestra misión es hacer conocer a Jesús, sus enseñanzas y todo lo que hizo por nosotros para que las personas se hagan sus discípulos, pero cuando la comunidad se llena de preceptos y normas legales, y no se interesa por la realidad que viven las familias, lejos de acercarlos a Jesús, los alejamos, porque no mostramos su rostro de amor, de misericordia”.

“Es bueno confrontarnos con la vida y enseñanza de Jesús, así podemos crecer en nuestro servicio. Es cierto que a veces somos demasiado legalistas, atados a normas y preceptos y nos olvidamos de amar como nos enseñó Jesús”, dijo Magdalena.

José, que todavía no había hecho ninguno de sus acertados comentarios, dijo: “Si leemos los Evangelios, podemos ver que Jesús fue un judío fiel, respetuoso y cumplidor de la Ley. Cuando le preguntan qué hay que hacer para alcanzar la vida eterna, responde que hay que cumplir los mandamientos (Mt 19, 17). Más aún, a veces exige más de lo que se acostumbraba en la tradición, como cuando prohíbe el divorcio (Mt 5, 31-32) o dice que no sólo está prohibido matar sino que no hay que odiar a los demás (Mt 5, 21-26). Pero para él, lo importante no es cumplir la Ley, sino entrar en el Reino de Dios. Por eso, aún siendo respetuoso de su cumplimiento critica que se desvirtúe la Ley en provecho propio (Mc 7, 10-13), cuestiona los innumerables preceptos y normas de pureza que habían creado la aristocracia sacerdotal y que constituían un control manipulador sobre las conciencias de las personas del pueblo y un gran negocio montado para enriquecerse. Jesús es duro con ellos, les dice: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe!” (Mt 23, 23).

Magdalena que sentía cierta admiración por José agregó: “Para Jesús, la Ley estaba al servicio de las personas, de su felicidad, de su salvación. Pero algunas veces, esta Ley que había nacido del amor liberador de Dios y de la Alianza con su pueblo, se transformaba en una pesada carga que hacía insoportable la vida de las personas, en especial, de los más humildes del pueblo. Por eso, Jesús, los invita para que se acerquen a él, porque su exigencia es suave. (Mt 11, 28-30).

“Eso es lo que no le gusta a Jesús. Acuérdense cuando curaba en sábado cómo lo criticaban los fariseos. Y él les decía que el sábado estaba hecho para el hombre y no el hombre para el sábado (Mc 2, 27). Todo lo creado está en función de la felicidad y la salvación de las personas. Para Jesús lo central está en hacer el bien, en mejorar la vida de las personas, no importa si es sábado o no” (Mt 12, 11), opinó José para acentuar lo dicho por Magdalena.

Nacer de nuevo

Celia, que había escuchado con atención el diálogo surgido, dijo: “Jesús nos enseñó muchas cosas, era un gran maestro, pero a veces sus enseñanzas son difíciles de practicar, van a contramano de lo que pensamos y vivimos a diario”.

“Lo que pasa, dijo Marta, es que cuesta practicar las enseñanzas de Jesús porque todavía nos comportamos como hombres viejos, no hemos entrado en su Reino.”

“Es eso, dijo Magdalena, el Reino de Dios exige una vida nueva, una respuesta nueva frente a las necesidades y problemas que tenemos. Recuerden, Jesús decía: ¡El vino nuevo, en odres nuevos¡ (Mc 2, 22)”.

“Tenemos que cambiar el corazón”, dijo Marcelo, mientras cortaba el pan en trozos para invitar a los hermanos.

“Es cierto, dijo José, Jesús convoca a su pueblo para que entren en el Reino de Dios. Y eso es posible solamente con un corazón nuevo, con una vida nueva. Es esto lo que Jesús decía a Nicodemo y éste no podía entender: “El que no nazca de lo alto, no puede ver el Reino de Dios”. Nicodemo le responde: “Como puede nacer uno cuando ya es viejo”. (Jn 3, 3-5). Lo que parece imposible para Nicodemo, es posible para Jesús, siempre y cuando las personas se abran a Dios y reciban el Espíritu. Sólo Dios puede hacer nueva todas las cosas. El Reino de Dios propone un mundo nuevo, con hombres y mujeres nuevos. No se trata de cumplir normas y preceptos, sino de abrir el corazón a Dios y a los hermanos.”

“¿Y por qué a veces nuestra Iglesia es tan legalista, exige cumplir tantas normas y preceptos que alejan a las familias? Dijo Juana, una de las catequistas de la comunidad.

El silencio invadió la casa y todos se miraban sin saber bien qué decir.

Sebastián, que no estaba convencido de la importancia de la conversación, dijo: “Nuestra Iglesia no es legalista, ni exige nada que Jesús no haya dicho, lo que pasa es que si no exigimos el cumplimiento de los preceptos y mandamientos la gente vive en pecado y cree que de esa manera está bien, que pueden agradar a Dios. Una Iglesia sin leyes sería un caos, cada uno haría lo que quiere y nos llevaría a la perdición”, agregó.

Marta se quedó en silencio, y a pesar de amar a su hijo y comprender el porqué de sus posturas, lo miró con cierta tristeza pensando en su interior cuando podría finalmente Sebastián abrir su corazón, dejarse amar por Dios y así tener misericordia de sus hermanos. Quizás algún día cambie, comprenda que la fe hay que vivirla con alegría y compasión hacia los hermanos.

Magdalena, que a pesar de conocer la historia de la familia y comprender el desosiego que le causaba a Marta los dichos de su hijo, no estaba dispuesta a dejar que en la comunidad se instale esa forma de pensar tan alejada de las enseñanzas de Jesús. Por eso, dijo: “Nuestra Iglesia nació del amor de Jesús y de la fuerza transformadora que el Espíritu Santo produjo en los discípulos. Al comienzo no fue así como es hoy. Con el paso del tiempo, fue copiando formas y modos de ser de la sociedad, sobre todo relacionadas al poder político, pensando que de esa manera se perpetuaría en el tiempo y su mensaje permanecería vigente. Pero produjo lo contrario. Hoy, esa forma de ser de nuestra Iglesia, produce rechazo en la gente que la critica sin piedad. Y en lugar de cambiar y volver a ser la comunidad fraternal y de amor servicial que creó Jesús, se cierra y se pelea con el mundo haciendo lo contrario a lo que enseñó Jesús”.

El único mandamiento es el amor

Marcelo que estaba atento a lo que decía Magdalena preguntó: ¿Por qué obramos de esta manera? ¿Qué podemos hacer para cambiar? ¿Cuál de las enseñanzas de Jesús nos pueden ayudar a entender mejor lo que nos pasa?

José, dispuesto siempre a ofrecer sus conocimientos para fortalecer el caminar de la comunidad, dijo: “Recuerden que Jesús después de que los discípulos se molestaron con Santiago y Juan porque la madre de éstos le había pedido que sus hijos se sentaran uno a la derecha y otro a la izquierda en su reino, les dijo que el que quiera ser el más grande debe servir a los demás” (Mt 20, 20-28). Para Jesús ser discípulo es ser servidor, y el que sirve muestra de esta manera su amor por él.”

“Entonces, volvemos a lo mismo del comienzo, lo más importante para Jesús es el amor y el servicio” dijo una de las jóvenes que participaba del encuentro.”

“Exactamente, dijo José. Amor a los hermanos de la comunidad y aún a los enemigos como nos enseñó Jesús”. “¿Cómo? Dijo de una de las vecinas. ¿Debemos amar también a los enemigos?”

“Sí. Por lo menos es lo que nos enseña Jesús. En Mateo 5, 44-45 dice: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos”.

“Se trata de imitar al Padre Dios, dijo Magdalena. El ama a todos, justos y pecadores.”

“Ahora comienzo a entender mejor el mensaje de Jesús, dijo Celia. Y también tus preocupaciones, Marta. Se trata de amar a todos, de ayudar a los que sufren, de invitar a los que están lejos de aceptar a los que piensan distinto. Cuánta sabiduría tenía Jesús”.

“Para vivir de esa manera, tenemos que convertirnos, tener un corazón nuevo, que produzca frutos nuevos en la comunidad”, dijo Marta. “ése es el desafío, dejar de ser una comunidad llena de normas y preceptos para vivir el amor de Jesús en el servicio a los hermanos, en especial a los que sufren”, asintió José.

“Bueno, se hace tarde, hoy hemos tenido un lindo encuentro. Ojalá que Dios nos siga bendiciendo. Terminemos cantando a la Madre de Jesús”.

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