Jorge Cafrune: 40 años sin el "cantante del pueblo" Jorge Cafrune: 40 años sin el "cantante del pueblo"
Jorge Cafrune Heredia era un hombre de campo, vestido a lo gaucho, con bombachas planchadas y sombrero, con la barba tupida y blanda.
El “Turco”, hijo de sirio libaneses afincados en Jujuy, murió a sus 40, hace ya 40 años en Benavídez el 1° de febrero de 1978, en medio de una travesía que quedó para la épica: por lo cinematográfica y por lo fallida.
A puro galope anunció que iría, con su caballo y su amigo Fermín González, hasta Yapeyú, Corrientes, a depositar pedazos de tierra de Boulogne Sur Mer (Francia) como homenaje por los 200 años de José de San Martín. Partió el 31 de enero desde la Catedral porteña, en Plaza de Mayo.
Recorrió los primeros 30 kilómetros y una camioneta lo embistió en el partido de Tigre, apenas en la primera jornada de la aventura que los llevaría, en 750 kilómetros y 25 etapas, hasta Corrientes.
Cafrune galopaba hacia la libertad, en protesta también por la censura a la que lo sometió la dictadura militar y aún antes la Triple A comandada por José López Rega. Lo acusaban de ''''zurdo'''' aunque él decía que era nacionalista y no comunista. Le prometían caza porque cuestionaba a los altos mandos.
Desde sus primeros años, Cafrune se destacó en el universo del folclore y ya a principios de los 60 se lanzó como solista. Su imagen, la del barbado sonriente, es parte de la cultura popular desde que en 1962 fue revelación del público en Cosquín, a donde llegó para ganarse un nombre propio.
Cosquín, ese mítico escenario que eyecta figuras e impone mitos, lo homenajeó hace un puñado de días: allí estuvieron su hija Yamila, claro, y los Carabajal, sí; pero también figuras nuevas del folclore que lo tienen como estandarte y referencia.
El “Turco” decía de sí mismo: no soy poeta, soy cantor y hago canción lo que escriben los poetas de mi país. El emblema fue la Zamba de mi esperanza.
Así, en una carrera vertiginosa que lo llenó de cariño popular y de enemigos poderosos, Cafrune se transformó en la voz del pueblo. Algo parecido le pasó a Mercedes Sosa, a la que él mismo presentó ante el público y fuera de programación en el escenario central de Cosquín en 1965. Personajes destacados los dos, junto a José Larralde y Horacio Guarany (este algunos años mayor) fueron referentes populares más allá de los límites del folclore.
Hizo de letras ajenas un símbolo propio. Como en ese enero del 78, agónico sin que aún lo supiera, cuando en medio de la dictadura de Jorge Rafael Videla desoyó el mandato de no cantar aquella Zamba de mi esperanza que había hecho famosa en el mundo estero. "Si el pueblo lo pide, yo canto", dicen que dijo. Y hasta en el centro clandestino de detención La Perla escucharon su interpretación.
Son famosas las declaraciones de Teresa Maschetti (secuestrada y detenida en ese entonces en el centro de detención clandestino La Perla, en Córdoba) que ante la CONADEP contaría años más tarde que un teniente coronel dijo que había que matarlo para que sirviera de amedrentamiento. Unos días después fue el choque en Tigre y, entre versiones cruzadas, celebraron los oficiales.
El 2 de febrero de 1978 la tapa de los diarios argentinos se repartía, casi a partes iguales, entre los anuncios por la cumbre binacional entre Videla y su par chileno, Augusto Pinochet, a un lado; y la "trágica muerte de Cafrune", al otro. Un día después, las fotos del multitudinario sepelio tomaron las tapas por asalto: era un músico prohibido, maldito para la Triple A y para la dictadura, pero aún así, quizás por eso incluso, popular.








