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Manuel Quintana: el primer presidente que murió en el cargo

12/02/2018 00:00 Santiago
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Manuel Quintana: el primer presidente que murió en el cargo Manuel Quintana: el primer presidente que murió en el cargo

Por Eduardo Lazzari - Historiador

PRESIDENCIA Y MUERTE

El 12 de octubre de 1904 asumió el gobierno, acompañado por José Figueroa Alcorta como vicepresidente. Tenía 69 años. Ya se veía la dificultad de los líderes conservadores en buscar sucesores más jóvenes. Su salud le jugó una mala pasada ya que se desmayó durante los actos de asunción. El nuevo presidente se veía encabezando los actos del centenario de la Revolución de Mayo, en 1910. Se mantuvieron las líneas políticas y de administración generales de los anteriores gobiernos, aprovechando la bonanza económica que reinaba en estos años, Pero la revolución radical de 1905, a cuatro meses del inicio del gobierno, puso al descubierto la debilidad de la estructura política gubernamental. Además la participación de oficiales del ejército en el levantamiento produjo una ruptura de la disciplina militar no vista desde la guerra civil. Los rebeldes tomaron prisionero al vicepresidente Figueroa Alcorta en Córdoba, y la historia dio la razón a quienes pensaron que éste había negociado su situación a cambio del perdón posterior de sus captores. En una comunicación telefónica, Figueroa Alcorta le propone el acuerdo y Quintana, indignado, le corta y nunca más le habla a su vicepresidente. Como síntesis de la obra de gobierno se multiplicó el comercio exterior, siguió la mejora de las finanzas públicas hasta llegar a un superávit permanente, y se impulsaron importantes reformas educativas y judiciales. Santiago del Estero, por estos años, compartió el ideario político nacional. Al asumir Quintana, gobernaba la provincia Pedro Segundo Barraza, uno de los primeros maestros del país, recibido en la Escuela Normal de Paraná. Pocos días después tomaba el mando José Santillán, que sería el primer gobernador en terminar su mandato en una década y media. Durante el alzamiento radical, Santillán viajó a Buenos Aires para entrevistar al presidente. En su regreso a Santiago fue secuestrado junto a su familia, en Pinto. Fue rescatado por un destacamento del ejército y cuando, una vez muerto Quintana, Figueroa Alcorta indultó a los secuestradores, el gobernador Santillán decidió no tener relaciones políticas con él. Eran años de una confianza ilimitada en el futuro argentino. El porte del presidente Quintana ayudaba. Su cabello blanco ordenadamente despeinado, su grandioso bigote y su canosa barba, sumados a la exquisita ropa que vestía y a los modos sociales que expresaba eran una señal de la grandeza argentina.

Las revistas Caras y Caretas y El Hogar solían caricaturizarlo como un perchero de ropa fina. Si bien los acontecimientos de 1905 y su disgusto con Figueroa Alcorta debilitaron su salud, fue una sorpresa su muerte el 12 de marzo d 1906. Fue un desafío protocolar organizar el sepelio del primer presidente argentino muerto en el cargo en la historia.

Más adelante morirán en la presidencia Roque Sáenz Peña y Juan Domingo Perón. Se procedió a habilitar la capilla ardiente en la Casa de Gobierno.

Una curiosidad es que fue el primer presidente fotografiado durante su funeral en la Casa Rosada. La foto fúnebre será el único tipo de fotografía social que desaparecería con el tiempo. 1906 sería el año del primer canto de cisne de la generación del ’80: junto a Quintana morirían los presidentes Bartolomé Mitre y Carlos Pellegrini. También Bernardo de Irigoyen.

SEPULTURA, LEYENDA ROMáNTICA Y HOMENAJE

Luego se celebró una misa de cuerpo presente en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, presidida por el arzobispo porteño, monseñor Mariano Antonio Espinosa, pero la oración fúnebre fue leída por Benito Villanueva. En el peristilo del cementerio del Norte (la Recoleta), desde una tribuna de madera que aún hoy se conserva, fue despedido, para salvar el error de la Catedral, por el nuncio apostólico, monseñor Antonio Sabatucci.

Fue sepultado allí, donde posteriormente se levantó un monumental mausoleo, que corona una de las calles principales del cementerio, donde una estatua de bronce yacente de Quintana lo muestra vestido de jaquette, con la banda presidencial cruzando su pecho, sobre la que apoya su brazo izquierdo. Corrió por entonces una leyenda que decía que Quintana había muerto en brazos de una amante. Vale aclarar que, en ese entonces, la amante era una dama mucho más joven que la esposa, generalmente aceptada por ésta, por la que el hombre se hacía acompañar a ciertos eventos privados como un juego de cartas con sus amigos, una cacería y por supuesto, algunos momentos románticos.

No es para justificar sino para mostrar cómo han cambiado las costumbres. Hoy los amantes se ocultan en un atraso de la reunión de directorio, o un problema laboral. Se dijo también que la amante se acercó, luego del funeral, a doña Susana, la esposa de Quintana, y le entregó algunas pertenencias que habían quedado en su casa. Suena a maledicencia o simplemente a chisme de barrio, pero la versión tuvo su gran repercusión.

Prontamente una calle porteña fue bautizada con su nombre. Y el ferrocarril del Oeste, en homenaje póstumo a su antiguo abogado, bautizó con el sobrenombre de su nieta predilecta, en el mismo 1906, a los talleres ferroviarios que se construyeran en tierras que Quintana donara a tal fin, que antes formaban parte de su estancia "Los Manantiales". La estación, ubicada en el partido de Alberti, se llama aún Mechita, igual que los talleres, que están en Bragado y la parada obrera en medio de la playa de maniobras, se llamó Mecha, recordando a la esposa del hijo mayor de Quintana. Como una suerte de broma, se dice en esos pagos, que el tren pasa por Mecha, sigue por Mechita y llega a La… rrea, jugando con la posibilidad de un recuerdo de esa amante legendaria.

Pero la verdad es que sólo es un homenaje más al vocal de la Junta Revolucionaria de 1810.

Quintana, el presidente más elegante de la historia, que sigue luciendo sus ropas y sus modos desde las fotografías, los monumentos y sobre todo, desde el busto que lo recuerda en el Salón de Honor de la Casa Rosada.

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