Elizabeth Loftus y los estudios de la memoria ¿se pueden crear Falsos Recuerdos? Elizabeth Loftus y los estudios de la memoria ¿se pueden crear Falsos Recuerdos?
Cuando nos ponemos a pensar en cómo
funciona la memoria, es muy fácil caer en la
tentación de pensar que el cerebro funciona
como un ordenador. Así, lo más intuitivo es
creer que los recuerdos son en realidad información
almacenada en el pasado que permanece
aislada del resto de procesos mentales
hasta que nos toca recordar esas experiencias,
conocimientos o habilidades. Sin
embargo, también sabemos que los recuerdos
suelen ofrecer una imagen distorsionada
del pasado.
Ahora bien... ¿los recuerdos
son imperfectos porque se deterioran con el
simple paso del tiempo, o es que lo que experimentamos
después de haber “memorizado”
esa información modifica nuestros recuerdos?
Dicho de otro modo, ¿nuestros recuerdos
quedan aislados del resto de procesos
metales que van ocurriendo en nuestro cerebro,
o se mezclan con ellos hasta el punto de
cambiar? Lo cual nos lleva a una tercera pregunta
más inquietante: ¿se pueden crear falsos
recuerdos? Una Neuropsicóloga estadounidense
llamada Elizabeth Loftus ha dedicado
varios años de su vida a investigar este
tema de los falsos recuerdos.
La psicología
cognitiva
Cuando Elizabeth Loftus empezó su carrera
en la investigación, la psicología cognitiva
estaba empezando a revelar nuevos aspectos
sobre el funcionamiento de los procesos
mentales. Entre ellos, por supuesto,
la memoria, uno de los temas que más interés
generaba al ser la base del aprendizaje e
incluso de la identidad de las personas.
Sin
embargo, en el ámbito judicial había otro motivo,
bastante más pragmático, por el que era
muy conveniente investigar el estudio de la
memoria: se tenía que determinar hasta qué
punto era fiable la información dada por los
testigos que asisten a los juicios, a las entrevistas
preliminares psicológicas e inclusive a
la Cámara Gesell o por las propias víctimas
de crímenes.
Loftus se centró en estudiar la posibilidad
no solo de que los recuerdos de estas personas
pudieran ser falsos o totalmente modificados,
sino que fuesen otras personas las
que introdujeran falsos recuerdos en ellas,
aunque fuese de manera intencionada.
El experimen to de los
coches
En uno de sus experimentos más famosos,
Loftus reclutaba a una serie de voluntarios
y les mostraba grabaciones en las que
se podían ver vehículos chocando entre sí.
Después de esta etapa de la investigación,
la Neuropsicóloga comprobó algo muy curioso.
Cuando se les pedía a los voluntarios que
recordasen el contenido de las grabaciones,
se utilizaron unas frases muy concretas para
decirles que tenían que evocar lo que habían
visto. En el caso de algunas personas, la
frase que utilizó contenía la palabra “contacto”,
mientras que en otros se cambiaba esta
palabra por el término “golpe”, “colisión”
o “rotura”.
El resto de la frase era siempre la misma
para todas las personas, y sólo cambiaba la
palabra con la que se describía la acción de
chocar. Lo que se les pedía a los voluntarios
era que dieran su opinión acerca de cuál era
la velocidad a la que iban los vehículos que
habían visto. Aunque todos los voluntarios
habían visto lo mismo, Elizabeth Loftus notó
que el modo en el que se les pedía que recordasen
lo que aparecía en los vídeos alteraba
sus recuerdos.
Las personas a las que se les habían dado
las instrucciones que contenían las palabras
“contacto” y “golpe” decían que los vehículos
iban a una velocidad más baja, mientras
que esta era significativamente más alta si se
les preguntaba a las personas con las que se
habían usado los términos “colisión” y “rotura”.
Es decir, que los recuerdos de las personas
variaban según el grado de intensidad
de choque que sugerían las palabras utilizadas
por los miembros del equipo de investigación.
Una sola palabra podía hacer que los
voluntarios evocasen escenas ligeramente
diferentes sobre lo que habían visto.
En el centro
comercial
Con el experimento de los videos de coches
chocando, Elizabeth Loftus aportó
pruebas acerca de cómo la información dada
en el presente puede alterar los recuerdos.
Sin embargo, sus descubrimientos fueron
más allá al mostrar que es posible “introducir”
falsos recuerdos en la memoria a través
de la sugestión. Esta investigación era algo
más complicada, ya que para llevarla a cabo
se necesitaba tener información sobre la
vida de los voluntarios. Es por ello que Loftus
se acercó a los amigos y/o familiares de
cada uno de ellos.
En la primera fase de la investigación,
se les narraba a los voluntarios,
uno por uno, cuatro anécdotas acerca de la
infancia de cada uno de ellos.
Tres de estos recuerdos eran reales, y
las explicaciones acerca de estas experiencias
habían sido construidas gracias a la información
que los familiares de los voluntarios
le habían dado a Loftus, pero uno era falso,
totalmente inventado.
En concreto, esta
anécdota ficticia trataba sobre cómo los
participantes se habían perdido en un centro
comercial cuando eran pequeños. Unos días
más tarde, se volvió a entrevistar a los voluntarios
y se les preguntó si recordaban algo
acerca de las cuatro historias que se les había
explicado en la primera parte del estudio.
Una de cada cuatro personas dijo recordar
algo acerca de lo que ocurrió cuando se
perdieron en el centro comercial. Pero, además,
cuando se les dijo que una de las cuatro
historias era falsa y se les pidió que adivinasen
cuál de ellas era pura ficción, cinco de
las 24 personas que participaron fallaron a
la hora de dar la respuesta correcta. Con un
mínimo esfuerzo por parte de Elizabeth Loftus,
un falso recuerdo se había instalado en
su memoria.
Las implicaciones
Los descubrimientos llevados a cabo por
Elizabeth Loftus supusieron una violenta sacudida
para los sistemas judiciales de todo el
mundo, esencialmente porque señalaban que
los recuerdos pueden ser distorsionados sin
que nos demos cuenta y que, por lo tanto, la
información de primera mano dada por testigos
y víctimas no tiene por qué ser fiable. Esto
hizo que se estimara como muy necesario
el recurso de sostener versiones de lo ocurrido
con pruebas materiales.








