Por Belén Cianferoni.
Crónica de hacer hacer en el penúltimo domingo del año Crónica de hacer hacer en el penúltimo domingo del año
¿En qué momento llegamos al penúltimo domingo del año? ¿Quién estuvo jugando con el calendario? ¡Suelte eso, chango, y déjelo quieto, por favor!
¿Cómo está su domingo? ¿Se quedaron mirando el techo, vigilando el funcionamiento del ventilador? Yo me quedo observando cómo la mugre y los bichitos de la luz se le pegan.
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Me digo a mí misma que quiero hacerlo limpiar. Me encanta el concepto de "hacer hacer" algo. Es una maestría sociolingüística que solo se entiende en Santiago del Estero.
Hay cosas maravillosas que arma el santiagueño: piensa, planea, mira el techo, llama a alguien y hace que ese alguien ejecute.
Muchos dicen que es vago. Pobres ilusos. Para mí, el santiagueño es una persona que conoce sus límites y su potencial.
Me voy a poner de ejemplo: ¿qué puedo yo limpiar un ventilador? Apenas subo a una escalera de material lloro de miedo. Menos todavía a una escalera de madera.
Les resumo lo que pasaría: me caería, me golpearía, urgente al hospital y ¡zas! otros seis meses de reposo porque me hice puré algún hueso o la cadera.
El santiagueño ve esos destinos posibles en el futuro y elige el "menos pior". O sea, el mejorcito es llamar a alguien y andar molestandolo para que limpie ese ventilador. Aparte, le da trabajo a otra persona, que no es salud, pero por lo menos es algo con qué entretenerse y sentirse necesitado.
Acá nos necesitamos entre todos. Somos esa cadena del "hacer hacer". No se confíen: ese lugar también requiere estrategias y planes, y es igual de difícil.
El santiagueño es el productor de la vida cotidiana. Si tuviese que aparecer en los créditos finales de la peli, diría sin duda: "producido por Santiago del Estero".
El viernes vi muchos cortos que decían "filmados y producidos en Santiago del Estero". Y sí somos expertos en eso.
Hacer hacer no es fácil: requiere investigación previa, consultas en redes, en la boca de algunos vecinos y tres clics intentando esquivar los virus de internet.
Ahora, de seguro, muchos están pensando en hacer hacer un lechoncito al horno de barro, o un cabrito; o quizás son los que ejecuten el plan de la comida del otro a cambio de un par de morlacos, que vienen más que bien a esta altura del año.
De atrevida nomás, estuve haciendo hacer un corto de cuentos de terror de la "Bibliodera", y ganamos con el voto de ustedes, del pueblo, muchísimas gracias por ese cariño que devuelven a esta hacedora. Felicidades a Melina González cuento en el que se baso el corto, a Mariano Noriega por la dirección, a Chungo Aranda por esa edición mágica, a Manuel Rodríguez Kametzky por la actuación sideral, a Luis Llanos junto con Leandro Navarro y el equipo de la dirección de la Juventud de la Municipalidad por confiar en nosotros para cuidar del hermoso monstruo que es la Bibliodera.
Eso fue en el concurso de las chicas de "la mostra" que se ayudan entre si y hacen hacer un hermoso concurso de cortos todos los años.
Al final, el hacer hacer no es comodidad ni viveza: es una forma de supervivencia emocional. Es saber que solos no podemos con todo y que pedir ayuda también es una forma de inteligencia. En Santiago del Estero no se delega por pereza, se delega por sabiduría ancestral.
Mientras tanto, el ventilador si gue girando, sucio pero fiel, marcando el ritmo de la siesta y del pensamiento lento. Algún día alguien vendrá a limpiarlo. Hoy no. Hoy toca pensar el plan, mirar el techo y practicar, una vez más, este arte mayor del santiagueño: hacer que las cosas pasen sin mover demasiado el cuerpo.
Porque en este pago nadie se salva solo: se vive en red, se come en cadena y se trabaja por turnos invisibles. El santiagueño no ejecuta todo, pero produce el movimiento. Y eso, aunque no figure en ningún manual, es una forma muy seria de estar en el mundo.








