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EL LIBERAL . Santiago

SANTOS ARGENTINOS | Las Madres Catalina Rodríguez y Crescencia Pérez

Por Eduardo Lazzari. Historiador.

17/12/2023 06:00 Santiago
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SANTOS ARGENTINOS | Las Madres Catalina Rodríguez y Crescencia Pérez SANTOS ARGENTINOS | Las Madres Catalina Rodríguez y Crescencia Pérez

SU HISTORIA 

Este sábado pasado tuvo lugar la beatificación del cardenal Eduardo Pironio en la Basílica Nacional de Nuestra Señora de Luján, lugar donde se encuentra la tumba del personaje. Hay que destacar que Pironio fue un importante obispo entre las décadas de 1970 y la fecha de su muerte el 5 de febrero de 1998, y quien esto escribe tuvo el honor y el placer de conocerlo en aquellos tiempos de la I Jornada Mundial de la Juventud que el papa Juan Pablo II celebró en Buenos Aires en 1987, a instancias y por inspiración del cardenal ahora beatificado. 

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Esta beatificación, que significa la aceptación por parte de la Santa Sede de la presencia de un milagro atribuido a la intercesión de este obispo argentino, se suma a un proceso que en los últimos años ha tenido una aceleración y que ha permitido la llegada a los altares de varios compatriotas, como San José Gabriel Brochero, el cura gaucho; el beato fray Mamerto Esquiú, el orador de la Constitución; y las dos monjas a las que dedicaremos hoy este artículo, que han sido reconocidas como beatas y son un ejemplo de vida religiosa, cuyo testimonio de fe se mantiene firme a pesar del paso de los años: María Crescencia Pérez y Catalina de María Rodríguez. Vale aclarar que este listado de santos argentinos cuenta hoy con tres santos, ocho beatos y decenas de venerables y siervos de Dios. 

Vamos hoy con las biografías de dos mujeres argentinas que cambiaron la historia, comenzando por ellas mismas y continuando con las obras que aún hoy siguen siendo testimonio de sus impulsos vitales. 

MARÍA CRESCENCIA PÉREZ 

Nace en el seno de una familia de inmigrantes gallegos que llegó a la Argentina a fines del siglo XIX y se radicó en San Martín, al noroeste de la ciudad de Buenos Aires. Sus padres Agustín y Ema Rodríguez eran piadosos practicantes de la religión y transmitieron su fe a María Angélica, que nació el 17 de agosto de 1897, siendo bautizada en la parroquia de Jesús Amoroso, hoy Catedral de San Martín, el 12 de septiembre de ese año. Don Agustín y doña Ema estaban radicados en Córdoba donde se casaron en 1889, pero debieron emigrar nuevamente, esta vez rumbo a Montevideo por razones políticas. En la capital oriental tuvieron cuatro hijos, y cuando se instalan cerca de Buenos Aires nacen otros cinco hijos, aunque de todos los hermanos sólo siete llegan a edad adulta. 

María Angélica ingresa al noviciado porteño de la Congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto el 31 de diciembre de 1915, vistiendo el hábito el 21 de septiembre de 1916, asumiendo el nombre de María Crescencia. Es importante destacar que es común que cuando se profesan los votos religiosos de castidad, pobreza y obediencia quien postula para la vida religiosa cambie su nombre. Hace sus primeros votos el 7 de septiembre de 1918, en un momento doloroso de su vida. El relato dice que fue una "ocasión en que coincidía la muerte de su padre y por lo tanto el alma de la Sierva de Dios fue afligida con mucho dolor en esa oportunidad; no pudo participar en su profesión simple ninguno de los miembros de su familia a raíz de la muerte de su papá". Fue destinada al colegio del Huerto ubicado en la calle Rincón, en el barrio de San Cristóbal. Allí desarrolla su vocación educativa y manifiesta su devoción por el Sagrado Corazón de Jesús. 

En 1924 hace sus votos perpetuos el 12 de enero en la capilla del Huerto de Villa Devoto. Por obediencia se forma como enfermera y dedica todo su tiempo a la cura de enfermos, por lo que a fines de ese año es destinada a Mar del Plata, donde la congregación tiene un establecimiento para albergar niñas con tuberculosis. Contrae la enfermedad y comienza un lento deterioro físico que no hizo mella en su voluntad, su trabajo y su devoción. Sus superioras deciden que viaje a Chile para cuidar su salud, pero no fue sin sacrificio que aceptó la orden. Un sacerdote que estudió su vida ha dicho: "(María Crescencia) asumió con mucha paz y con mucha serenidad esta nueva misión que se le encomendaba, pero también con mucho dolor. Sufrió mucho el tener que dejar su patria...".

En la última etapa de su vida, la hermana María Crescenciafue fiel a su destino de migrante: hija de inmigrantes españoles, que vivieron entre Galicia, Córdoba, Montevideo y Buenos Aires, su vida de religiosa le pide una prueba final emigrando desde su tierra para morir lejos de su patria. Llega a Santiago de Chile acompañada por su superiora provincial en 1928. En el pueblo de Vallenar pasó María Crescencia sus últimos cuatro años, con algunas excursiones a Quillota y Freirina, buscando la recuperación de su organismo irremediablemente quebrantado. Murió en Vallenar el 20 de Mayo de 1932. Solo contaba con 34 años. Fue sepultada en el cementerio local, donde sus restos permanecieron hasta su repatriación a la Argentina en 1966, cuando fue enterrada en la capilla del Huerto en Pergamino, provincia de Buenos Aires. 

En 1986 se abrió su proceso de beatificación gracias al empeño de los obispos argentinos y del obispo de Copiapó Fernando Ariztía. En 1995 María Sara Pane se encontraba internada en el Hospital Italiano de Buenos Aires con pronóstico reservado por la fatal combinación de una hepatitis y su diabetes. Su recuperación fue aceptada como milagro por el papa Benedicto XVI, quien beatificó a María Crescencia Pérez el 17 de noviembre de 2012 en Pergamino, asistiendo en su representación el cardenal Angelo Amato. Su tumba es lugar permanente de peregrinación. 

CATALINA DE MARÍA RODRÍGUEZ 

Josefina Saturnina nace en el hogar cordobés de don Hilario Rodríguez Ordu- ña y de doña Catalina Montenegro el 27 de noviembre de 1823, siendo bautizada ese mismo día en la Catedral de Córdoba. Era una familia con vínculos políticos, sociales y económicos que le permitían una vida có- moda, en tiempos de la fundación del país. Josefina aprendió las primeras letras en su casa ya que no existía educación formal para mujeres por entonces. A los tres años pierde a su madre y a los ocho a su padre, por lo que gran parte de su niñez fue en un ambiente sombrío de soledad por su orfandad. Su piedad religiosa la llevó a practicar sus primeros ejercicios espirituales a los 17 años, acercándose desde entonces a la espiritualidad de San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, hecho que será fundamental el resto de su vida. 

Quiso incorporarse a la vida religiosa, pero no encontró congregación, por lo que se dedicó con fervor a la promoción de los ejercicios ignacianos. A los 29 años se casó con el coronel Manuel Antonio de Zavalía, un viudo que tenía dos hijos a los que Josefina crió como propios. La nueva familia se muda a Paraná, ya que el oficio militar de don Manuel lo convierte en edecán del presidente Santiago Derqui hacia 1860. Ya regresados a "la Docta", Josefina enviuda en 1865. 

Decide dedicar su vida a la religión concretando su juvenil vocación. Al no sentirse bien en ninguno de los conventos existentes, la circunstancia convenció a Josefina sobre la necesidad de crear una nueva orden, lo que logra el 29 de septiembre de 1872 cuando funda en Córdoba las Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, conocidas hasta hoy como Esclavas Argentinas. El objetivo era la educación y promoción de la mujer y la atención de casas de ejercicios espirituales. Fue apoyada por el obispo de Córdoba, José Ramírez de Arellano y Josefina profesa sus votos el 8 de diciembre de 1875, a los 52 años, cambiando su nombre por Catalina de María. 

En un encuentro santo en 1877 el cura de San Alberto, José Gabriel Brochero, la entrevista para pedirle la fundación de una casa para peregrinos en Villa del Tránsito, hoy Cura Brochero. Fue la promotora de las peregrinaciones a través de las Sierras Grandes para la realización de los ejercicios ignacianos bajo la dirección de Brochero. Las cartas que el santo y la beata intercambiaron a lo largo de dos décadas son testimonio de una acción evangelizadora y progresista a favor de los pobres y de los necesitados espiritualmente. 

Expandió la congregación a Santa Fe, Mendoza, San Juan, Santiago del Estero, Salta y Tucumán, y en 1893 viajó a Roma además de abrir el colegio Divino Corazón en Buenos Aires. Murió en Córdoba el 5 de abril de 1896 a los 72 años diciendo: "¡Qué cosa tan dulce es morir esclava del Corazón de Jesús!". 

Fue sepultada en la casa madre de la congregación en el barrio General Paz de Córdoba. La orden se siguió expandiendo y hoy tiene casas en Benin, en Chile, en España y en las comunidades indias del norte argentino. 

El papa Francisco reconoció un milagro de la madre Catalina: Sofía Acostasufrió muer te súbita. Luego de cumplirse los protocolos de reanimación, comunicaron a la familia la muerte de la mujer. Su hija, profesora de un colegio de la congregación, pidió que siguieran la reanimación confiando en la intercesión de Catalina. Un médico retomó la tarea y comprobó que la mujer comenzaba a tener actividad coronaria. Tuvo un pronóstico reservado. En ese momento se inició luego una cadena de oración por Sofía, quien evolucionó de un modo asombroso. A los 10 días, la mujer regresó a su casa sin necesidad de rehabilitación y sin ninguna secuela. 

La Madre Catalina, como es conocida en Córdoba, fue beatificada en su ciudad natal el 25 de noviembre de 2017, con la presencia nuevamente del cardenal Amato como representante pontificio. Se inauguró un museo en su honor en la casa religiosa donde murió, conservándose además su celda. El Museo Brocheriano está a cargo de las monjas de la Madre Catalina y siguen organizando la peregrinación a lomo de burro entre Córdoba y Traslasierra, un evento que merece mayor resonancia. Agradecemos a la hermana Silvia Somaré, una exquisita historiadora que ha rescatado la vida de la Madre Catalina y que nos ha enseñado tantas cosas. 

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