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EL LIBERAL . Viceversa

Responsabilidad afectiva

Por Francisco Viola.

10/03/2024 06:00 Viceversa
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Responsabilidad afectiva Responsabilidad afectiva

El concepto de "responsabilidad afectiva" surgió durante la década de 1980, curiosamente, en las comunidades poli amorosas. Allí comprendieron que, aunque no siempre está presente el amor, eso no debe impedir la existencia del compromiso con el otro. Sobre esto, actualmente, se construyó el concepto de la responsabilidad afectiva y, también, el de los buenos tratos. Parte de lo obvio: lo que decimos, lo que hacemos siempre produce un efecto sobre los demás. Ya el premio nobel de literatura Jose Saramago lo expresaba así: "Las palabras no son ni inocentes ni impunes, por eso hay que tener muchísimo cuidado con ellas, porque si no las respetamos, no nos respetamos a nosotros mismos". Si sabemos eso, es lógico procurar ser cuidadosos en el trato con los demás. La consecuencia de eso, a veces puedes ser muy positiva y otras, negativa. Esto es lo que debemos evitar.

Entonces, la responsabilidad afectiva es el cuidado que ponemos en los sentimientos y emociones, propias y de la otra persona. Un cuidado que debe basarse en un imprescindible consenso, en un diálogo sincero sobre los sentimientos y emociones y en el procurar acompañar teniendo en cuenta esos elementos. Obviamente, eso conduce a poder generar vínculos más saludables y, consecuentemente, más duraderos. Pero es necesario aclarar, la responsabilidad afectiva trata seriamente de evitar el dolor innecesario en las otras personas, pero jamás significa que debamos anteponer los deseos y los sentimientos del otro, si no más bien saber que nuestras acciones tienen impacto en los otros y comprender que eso es recíproco. Porque una relación, cualquiera sea, es la conjunción de deseos, expectativas, necesidades, valores, emociones y sentimientos de las dos personas. Nunca de una sola. Por eso, para asumir esta responsabilidad afectiva, es imprescindible definir acuerdos, evidenciar necesidades, explicitar deseos y tener empatía. Así, es más fácil, hacer que las relaciones puedan ser más equitativas, respetuosas y transparentes.

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Esto implica que para que nuestras relaciones sean saludables –cualquier tipo de relación: duradera o circunstancial, romántica plena o solo sexual, de pareja, de amistad, familiar o laboral- debemos tratar de tener claro nuestro lado afectivo, que incluye aprender a gestionar nuestras emociones (¡bienvenidas nuestras familias saludables y la educación sexual integral eficaz!). Eso solo podremos hacerlo si aprendemos, en algún momento a hablar de emociones. También debemos conocer y asumir nuestros estados emocionales, que incluye nuestras heridas emocionales, obviamente, como también nuestras fortalezas. Porque eso es lo que nos da nuestra memoria emocional y establece los patrones con los que respondemos cuando estamos contentos o nos sentimos lastimados. O sea, para tener una relación saludable, primero debemos trabajar con nosotros mismos. Luego, incorporar algunos elementos esenciales. El prioritario, estoy convencido, es la Comunicación asertiva, que no es otra cosa que la forma de expresar qué queremos, qué nos molesta, qué sentimos, entre muchos otros aspectos. Lo segundo es comprender que una relación no es magia, sino dedicación y disposición. Por eso es fundamental establecer acuerdos, llegar a consensos. O sea, una pareja saludable negocia, a través del diálogo. Esto debería ser ineludible por lo evidente: una pareja es más que una persona. El otro es vital y yo, soy el otro para la otra persona. Un punto clave, es tener claro que cualquier relación tendrá complicaciones: no es ocultando los problemas que se resuelven, no es dejando de lado lo que sentimos, tolerando lo que nos afecta. Esto es importante recordarlo porque también es responsabilidad afectiva, con el otro y con uno mismo, también separarse cuando la relación está haciendo daño a uno, al otro o a los dos y hacerlo, valga señalarlo, conlleva también acuerdos, negociación y conducta asertiva. Una relación no es una condena, es una salvación. 

En definitiva, la responsabilidad afectiva es pensar que somos seres importantes que merecemos ser cuidados y que tenemos la capacidad, me gusta pensar que es un lujo, en ofrecer con el trato la prueba que la otra persona es importante también. No pidamos lo imposible, hagamos posible lo necesario.

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