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La fábula de la liebre y la tortuga se reedita en el rubro biotecnológico

Por el Mg. Ignacio Sartori, docente de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Exactas para las carreras de Biotecnología y Bioinformática de UADE.

28/03/2024 06:00 País
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Hace unas semanas, el mundo se sorprendió con la noticia de que científicos en Brasil habían logrado desarrollar una vaca con la capacidad de producir insulina humana en su leche. Un animal transgénico que, según lo expuesto, se trata de un hito histórico. Sin embargo, este anuncio no es algo nuevo en estas latitudes. Lo que hoy se celebra como un avance, ya fue logrado hace más de una década en Argentina, empleando tecnología innovadora. Aunque el logro de nuestro país vecino es significativo, no podemos ignorar que Argentina ya ha recorrido ese camino y tiene mucho que aportar al respecto.

Cuando se habla de avances tecnológicos, como los de clonación de animales superiores y transgénesis de mamíferos, se puede diferenciar a los países en generadores de tecnología de los que no. Estos últimos, tienen opción de adquirir comercialmente la tecnología o, en el mejor de los casos, recorrer el "catch up" tecnológico bajo la sombra de los países lideres en estas áreas con el fin de, algún día, generar la propia. 

El ecosistema de innovación argentino tomó como prioritario el desarrollo de las capacidades para lograr la clonación de organismos superiores, tan solo unos pocos años después que científicos del Instituto Roslin de Escocia lograran con éxito el nacimiento de la célebre oveja Dolly;lo que se logró en nuestro país, pero en terneras. En octubre de 2002, nacía en la argentina Pampa, una ternera de raza Jersey destinada a generar la materia prima de medicamentos en su leche. Este proyecto fue posible gracias a la interacción de un sistema científico público-privado de nivel mundial que aportaba recursos, capacidades tecnológicas y asumía el riesgo económico del proyecto.

Las primeras generaciones de vacas transgénicas en la Argentina, propiedad de la empresa BIOSIDUS, generaban la materia prima para la producción de somatotropina en su leche, también conocida como la hormona de crecimiento humano. Si esta hormona te resulta conocida, es porque es la que Lionel Messi utilizó a temprana edad y por la cual se tuvo que ir a Europa a perseguir su sueño, dado que en nuestro país no conseguía quien afronte, junto a su familia, los altos costos del tratamiento. De este desarrollo es que se genera la dinastía Pampa, la cual se convierte en todo un rebaño de vacas genéticamente modificadas con la capacidad de producir en su leche el fármaco de interés.

Dominadas las diversas tecnologías, era solo cuestión de tiempo para que aparezcan en el país nuevas moléculas de interés humano que sean producidas en animales transgénicos. En esta segunda línea, se optó por una pequeña molécula como la insulina para tratar la diabetes. Así fue como nuevamente BIOSIDUS, en febrero de 2007, anunciaba al mundo que habían logrado con éxito el nacimiento de cuatro terneras a las que llamaron Patagonia I, II, III y IV; clones con su genoma modificado para que lleven en sus células mamarias el gen precursor de la insulina humana.

Entonces, nos podemos preguntar por qué hoy no estamos inundando las farmacias con productos cuyas moléculas son producidas mediante esta tecnología. Ciertamente, al mover la frontera tecnológica, es necesario trabajar profundamente con los entes regulatorios nacionales e internacionales. Si bien ya en 2009 las dos agencias regulatorias más importantes del mundo, la European Medicines Agency (EMEA) en primer término y posteriormente la Food and DrugAdministration (FDA) de los Estados Unidos de América, han aprobado la producción en animales transgénicos, nuestros proyectos locales no lograron este hito.

Tras estas décadas de conocimiento adquirido para el sistema innovador argentino, queda claro que se han dado grandes pasos en nuestro país y muchos más habrá que dar. Si hay algo de lo que podemos tener certeza es que cuando interactúan eficazmente las entidades científicas con las empresas privadas, tenemos la capacidad de competir a nivel internacional. Pero la pregunta final que me surge es si no estaremos recreando la fábula de la tortuga y la liebre, pues si así fuera, no habrá que equivocarse a quien apostar. Sin dudas, a la persistencia.

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