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EL LIBERAL . Santiago

La guerra contra el Brasil: un tiempo olvidado (sexta parte)

Por Eduardo Lazzari. Historiador.

31/03/2024 06:00 Santiago
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La culminación del relato sobre la guerra contra el imperio del Brasil nos obliga a retroceder en el tiempo histórico, una vez terminado el recorrido por las campañas navales de la escuadra argentina que, al mando del almirante Guillermo Brown, tuvieron avatares tales como las grandes victorias de Juncal y de Los Pozos, así como las derrotas honrosas, por ejemplo Monte Santiago. En los primeros artículos dedicados a esta primera guerra internacional que libraron las llamadas Provincias Unidas de la República Argentina, se intentó desentrañar cada aspecto de los antecedentes que llevaron a esta conflagración ignorada en el gran relato histórico nacional, por lo que nos dedicaremos hoy a la campaña militar del Ejército Argentino, la primera en que las fuerzas terrestres del país llevaron ese nombre, bajo el mando del general Carlos de Alvear, una figura objeto de polémicas por sus diversas posiciones políticas y diplomáticas a lo largo de sus cuarenta años al servicio de la Nación.

Los primeros combates en el territorio oriental: Rincón y Sarandí

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Luego del desembarco comandado por el general Juan Lavalleja en la playa Agraciada el 19 de abril de 1825 en el episodio conocido como los 33 orientales, se fue conformando una fuerza militar apoyada masivamente por los habitantes de los pueblos y de la campaña oriental, que permitió el avance de las tropashasta Montevideo, ciudad que fue sitiada y que quedó como un reducto del ejército imperial brasileño aislado, sólo abastecido por la flota invasora.

Así fue que el 24 de septiembre de 1825, en la desembocadura del río Negro en el río Uruguay, donde las tropas brasileñas que habían quedado fuera de Montevideo establecieron su campamento disponiendo de una gran caballada, el coronelJoão Propício Mena Barretoy sus 700 hombres fueronatacados por una fuerza oriental de 250 tropas bajo el comando del general Fructuoso Rivera, que durante la noche habían cruzado el río sorprendiendo a los imperiales sin prevención militar. Fue una rotunda victoria, ya que los brasileños dejaron 150 muertos sobre el campo de batalla y debieron huir los sobrevivientes, dejando 8.000 caballos, fundamentales para los tiempos por venir. La historia recuerda este combate como batalla del Rincón o del Rincón de las Gallinas.

   El 12 de octubre del mismo año, a orillas del arroyo Sarandí en el centro del territorio de la Banda Oriental, se enfrentaron las tropas que desde Montevideo venían al mando del general Bento Manuel Ribeiro, a las que se habían sumado las que huyeron desde el Rincón de las Gallinas, contra los acantonados hombres del general Juan Lavalleja, comenzando una batalla que definió el abandono de la campaña oriental por el imperio del Brasil. Se enfrentaron más de 4.000 hombres y la victoria correspondió al ejército oriental. El parte de batalla firmado por Lavalleja dice: "Ya no es posible que el déspota del Brasil espere de la esclavitud de esta provincia un engrandecimiento de su imperio. Los Orientales acaban de dar al mundo un testimonio indudable del aprecio en que estiman su libertad. Dos mil soldados escogidos de caballería brasilera, comandados por el Coronel Ventos Manuel, han sido completamente derrotados el día de ayer en la Costa del Sarandí, por igual fuerza de estos valientes patriotas, que tuve el honor de mandar". La historia la registra como la batalla de Sarandí.

El Ejército de Observación

Antes de estas batallas y en prevención de un ataque imperial, el gobernador de Buenos Aires Juan Gregorio de Las Heras organizó un ejército durante el mes de mayo de 1825 y lo acantonó en la villa de la Concepción del Uruguay a las órdenes del general Martín Rodríguez. Ante la amenaza imperial, el Congreso Nacional reunido en Buenos Aires decide crear el "Ejército Argentino", formado por las fuerzas nacionales y provinciales bajo ese nombre por primera vez. Vale recordar que en las guerras de la Independencia cada ejército tenía su nombre vinculado al escenario bélico: del Paraguay, de la Banda Oriental, del Alto Perú o del Norte y de los Andes. Hay que destacar que los hombres que conformaron este nuevo ejército eran veteranos de mil batallas desde 1810 y tenían una extraordinaria formación y gran experiencia militar

   Ya en el cargo el presidente Bernardino Rivadavia, nombrado el 8 de febrero de 1826, elige al general Carlos de Alvear como ministro de Guerra y Marina. Para el Ejército propuso como comandante al gobernador de Córdoba, el general Juan Bautista Bustos, quien declinó la oferta y sugirió el nombre del libertador José de San Martín, quien ya estaba radicado en Europa y su nombramiento no prosperó. Alvear había aprovechado para el equipamiento y la provisión del ejército, lo que decantó en su nombramiento como comandante del Ejército Argentino, el primero de la historia con ese nombre. Alvear tomó el mando de las tropas en la ciudad oriental de Salto el 1° de septiembre de 1826. Insólitamente el jefe anterior Rodríguez al ser notificado de su relevo, abandonó el mando y viajó a Buenos Aires sin esperar a Alvear.

   El imperio del Brasil contaba con un ejército de 12.500 hombres bien equipados, pero sin experiencia bélica previa, al mando del marqués de Barbacena, de los cuales 8.500 estaban acampando en Santa Ana do Livramento, actual frontera entre el Uruguay y el Brasil, en prevención de un ataque republicano.Los brasileños eran infantes y no contaban con caballería, contratando mercenarios alemanes para cubrir esa falencia. Barbacena ofreció al emperador Pedro I un plan para invadir la Mesopotamia y Santa Fe, buscando la rebelión de los caudillos federales contra el gobierno de Buenos Aires, lo que mostraba el desprecio imperial a la nacionalidad argentina que se había plasmado en las dos décadas anteriores. Al no ser autorizado decidió quedarse a la defensiva en su acantonamiento. 

La campaña contra el Brasil

   Siempre se ha discutido el genio militar de Alvear, más allá de las polémicas sobre su figura política. Quien esto escribe adhiere al pensamiento del gran historiador militar Isidoro Ruiz Moreno, que lo considera un gran estratega y un excelente jefe. Conformado el estado mayor del ejército por una legión de coroneles héroes de la Independencia, Alvear estableció un cuerpo de inteligencia que le permitió ubicar la posición de los imperiales, que habían dividido sus fuerzas entre un cuerpo ubicado sobre la laguna de Merin, en la costa atlántica brasileña para frenar cualquier ataque por el sudeste, y las tropas de Barbacena, estáticas en el centro del territorio. El comandante argentino decidió lanzar una a marcha forzada rumbo a la ciudad de Bagé, para impedir la unión de los brasileños. Esta maniobra tomó por sorpresa al enemigo y el comandante Barbacena decidió retroceder hacia el norte para evitar quedar aislado.

   Esa marcha de unos cuatrocientos cincuenta kilómetros fue un esfuerzo sobrehumano, no tanto para la caballería como para la infantería y la artillería, que arribaron extenuados a Bagé conformando una sólida fuerza de 8.000 soldados con alto grado de preparación bélica. Sin embargo, la retirada de las tropas brasileñas fue ordenada y lograron establecer vigilancia sobre los republicanos contando con la cohesión de la tropa propia, lo que puso a Alvear ante un desafío supremo: enfrentar una gran batalla o retroceder.

Los preparativos para Ituzaingó: Bacacay y Ombú

Los imperiales se parapetaron en las sierras de Río Grande do Sul, territorio que impedía a los argentinos usar plenamente la caballería.Así fue que Alvear volvió a arriesgarse y salió con las tropas rumbo al oeste para bordear las sierras, obligando a los brasileños a bajar al llano. Esta decisión ha sido discutida incluso por alguno de los subordinados del jefe argentino, como José María Paz o Tomás de Iriarte.

Barbacena ordenó fustigar a la vanguardia republicana y el 13 de febrero de 1827 se enfrentaron las tropas al mando de Goncalvez con las del coronel Juan Lavalle, quien propinó una derrota a los imperiales en la batalla de Bacacay. En este combate se enfrentaron unos 1.200 hombres, con gran superioridad numérica argentina. A los dos días, el 15 de febrero, las mismas tropas argentinas, ésta vez al mando del general Lucio Norberto Mansilla, enfrentaron a los brasileños a orillas del arroyo Ombú. Esta fue una derrota total para los brasileños, a pesar del desordenado ataque inicial republicano. Un capitán argentino lo explicó así: "Desbandados nuestros escuadrones, tanto por el cansancio de nuestros caballos como por la pendiente del terreno, más parecía una división en completa derrota que tropa que iba a batirse con el enemigo".

   Sin embargo la acción de los coroneles, llevando adelante las órdenes del comandante, logró revertir ese comienzo, gracias sobre todo a José de Olavarría y Segundo Roca. Cuando Mansilla estaba a punto de ordenar la retirada, Roca quitó el clarín de la boca del corneta, y así se plasmó la victoria argentina. Finalmente los imperiales abandonaron el campo de batalla, dejando 173 muertos. El testimonio del capitán José María Todd es muy claro: "El paso preciso del arroyo (por los brasileños) que debían vadear era bastante ancho, pero como… se estorbaban unos a otros…pudimos llegar a tiempo y causarles una gran mortandad. Allí por primera vez se vio el gran efecto que producían las lanzas, arma muy mal recibida por nuestros soldados… pero en esta pelea y recorriendo los muertos enemigos, casi todos estaban heridos de lanza: (entonces) adquirió fama esta arma". 

   Estas dos derrotas causaron una crisis en los altos mandos brasileños, que apartaron al jefe Bento Ribeiro, y el cambio de comandante mal predispuso a las tropas para la futura batalla. El paso veloz de las tropas argentinas rumbo al rio de Santa María iba a provocar la batalla de Ituzaingó o combate del Paso del Rosario, según quien la cuente. Será la historia del próximo domingo en las páginas de "El Liberal".

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