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El Eternauta suena a historia: entre el rock, la lucha y la voz inmortal de Mercedes Sosa

La serie convierte su banda sonora en un manifiesto emocional. Cada canción narra tanto como las imágenes. Esta obra trata de una memoria colectiva. 

07/05/2025 23:20 Espectáculos
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El Eternauta suena a historia: entre el rock, la lucha y la voz inmortal de Mercedes Sosa El Eternauta suena a historia: entre el rock, la lucha y la voz inmortal de Mercedes Sosa

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El Eternauta es una serie que nos atraviesa, que nos une como sociedad en esa eterna lucha contra "los bichos", contra la manipulación, contra esos otros. Nos recuerda que la salvación es colectiva. Una monja y un linyera bancando la parada, compartiendo un cigarro y prendiendo fuego a una iglesia; eso es revolución, es unidad, y también un contraste profundamente argentino: místico y callejero, tan contradictorio como jesuita. No hay dudas: es así, y no "asa".

Este texto está dirigido a quienes ya vieron la serie, ya que contiene posibles spoilers para quienes no lo hicieron.

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El trailer: 

En este texto quiero dejar en claro la profunda emoción que me generó la banda sonora de esta obra nacional y popular. La música elegida es simplemente sublime. El rock, el heavy nacional, el tango, el folklore y hasta una cumbia deliciosa que nos saca una sonrisa cómplice: cada género encuentra su lugar y sentido. Bruno Stagnaro hizo una selección histórica para estos seis episodios. Una banda sonora que no acompaña simplemente la imagen, sino que la potencia, la resignifica, le suma poesía, memoria, lucha y resistencia.

En una entrevista con un medio nacional, el propio Stagnaro explicó que muchas de las canciones elegidas remiten a la juventud de los personajes, a esa cueva emocional donde vuelven a ser quienes fueron. Así, el partido de truco en el sótano se vuelve también un viaje temporal, un regreso sonoro. Por eso, la música no es una lista de grandes éxitos: hay elecciones populares, sí, pero también hay temas de nicho, como los de El Reloj, que aportan identidad y una historia específica.

Y ahí está el golpe emocional: "el jugo de tomate frío en las venas, deberás tener...". Es imposible no sentir la presencia de esos dioses del rock nacional. La voz de Javier Martínez saliendo por la boca de Ricardo Darín. Los tintes de los 80 con Soda Stereo, el norte que resiste con la voz de Mercedes Sosa, el lunfardo de Gardel, Gilda, Spinetta (con Pescado Rabioso). Pero también otras músicas menos obvias, que agregan capas y profundidad al universo de la serie: Él Mató, Rata Blanca, El Reloj, referencias a Iorio con V8 y Hermética. Esta banda sonora no sólo acompaña a El Eternauta, la enriquece. Es una obra en sí misma. Una declaración de principios.

En el primer episodio, la serie nos sumerge de inmediato en una escena que podría pertenecer a cualquier noticiero argentino contemporáneo: el emblemático Puente Saavedra se convierte en el escenario de una manifestación vecinal contra los cortes de luz. Es en ese contexto tan reconocible y realista que comienza a sonar la historia, con Juan Salvo (Ricardo Darín) al volante de su auto. Al detenerse, mira a sus amigos y, en un gesto inesperadamente, entona las primeras estrofas de "No Pibe", un clásico de Manal, una de las bandas fundacionales del rock nacional.

La elección no es casual. "No Pibe" pertenece al primer álbum homónimo de Manal, apodado La Bomba por su portada amarilla con letras rojas y la imagen de sus tres integrantes —Alejandro Medina, Claudio Gabis y Javier Martínez— simulando anunciar, una revolución musical. Aquella explosión simbólica marcó el nacimiento del blues argento con una identidad propia: urbana, cruda, industrial y profundamente emocional.

Como señaló Bruno Stagnaro, la banda sonora de la serie representa un recorrido histórico por la cultura argentina. "No Pibe" no es solo una canción: es un manifiesto contracultural que nació con un imponente movimiento artístico ligado al teatro "guerrilla", impulsado por figuras como Pipo Lernoud y el colorado Mario Rabey, en plena dictadura de Onganía. El sello Mandioca —pionero de la música alternativa nacional— nació de ese mismo impulso, con el puño de lucha en las intervenciones artísticas bautizado en honor a Dora Loyber, madre de Rabey.

La inclusión del tema surgió de manera orgánica. El director de la serie, relató en una entrevista con Javi Ponzo que fue durante un momento de descanso en el rodaje cuando Darín comenzó espontáneamente a cantar "No Pibe". Ese gesto auténtico, cargado de sentido, fue lo que motivó a incluir la escena en el montaje final. Y así, el tema termina atravesando varios momentos del relato, alcanzando su punto culminante en el sexto capítulo, en un contexto completamente distinto pero igualmente cargado de tensión emocional.

En ese mismo registro de emocionalidad aparece "El magnetismo", de Él Mató a un Policía Motorizado, hablamos del cierre del segundo episodio. La canción suena cuando Juan es rescatado por sus amigos tras sobrevivir a una tormenta de nieve. A bordo de una camioneta destartalada que reparó Alfredo Favalli (César Troncoso), el grupo regresa a su refugio. En el cielo, ráfagas de luz roja anticipan la proximidad de una amenaza cada vez más cerca de ellos. La voz de Santi Motorizado, y su música, con su tono melancólico y expansivo, nos encapsula en ese instante de aparente calma dentro del caos, me atrevo a decir que se sintió como un abrazo sincero. 

La elección de Él Mató a un Policía Motorizado no es menor: esta banda logró convertirse en emblema del indie argentino con una propuesta sonora introspectiva, envolvente y generacional. Sus canciones, muchas veces son como enredaderas de nostalgia futurista, convirtiéndose en un diálogo exacto con la atmósfera de la serie: una historia de ciencia ficción atravesada por lo emocional, lo político y lo humano. 

La presencia de "Fuego", uno de los temas más emblemáticos de Intoxicados, no solo suma potencia sonora al relato audiovisual en el que aparece, sino que también funciona como una declaración estética y generacional. La banda, nacida del desprendimiento de Viejas Locas y liderada por Cristian "Pity" Álvarez, se convirtió en la unión de los pibes de una época: los años 2000, atravesados por una fuerte crisis social, económica y emocional. En ese contexto, Intoxicados canalizó el pulso de una juventud marginalizada, con letras crudas, urbanas y viscerales, que hablaban de supervivencia, deseo, frustración y redención.

"Fuego", incluido en el álbum Otro día en el planeta Tierra (2005), es mucho más que un hit. Es una canción que te quema desde la primera línea, por su carga lírica como por su cadencia envolvente. La voz de Pity, siempre al borde entre el grito desgarrado y la confesión íntima, evoca un estado emocional intenso, donde el deseo y la autodestrucción conviven. La inclusión de este tema en la serie no solo aporta un tono emocional fuerte, sino que también posiciona a los personajes dentro de una identidad musical que define clase, época y pertenencia. El rock rollinga construyó una estética propia, vinculada al barrio, a lo callejero, al aguante y al consumo como forma de escape. No es casual que a Inga la acompañe esta letra: "Esta vez es en serio, no estoy mintiendo, algo se prende fuego… ". Para ella es literal, habla de un destino que se enciende, de decisiones que no tienen vuelta atrás. En el contexto audiovisual, Fuego no sólo musicaliza una escena; la define.

Una de las escenas más memorables de la serie tiene como eje una canción que marcó un punto de inflexión en el rock nacional: "Cuando pase el temblor" de Soda Stereo. La secuencia comienza cuando la mujer que le robó el auto a Juan encuentra un viejo casete en la guantera. "Al fin algo como la gente", comenta con alivio, antes de reproducir la canción y comenzar a cantarla. Mientras tanto, en el exterior del auto, su pareja es atacado brutalmente por uno de los invasores. Ella, aún ajena al peligro inminente, canta entre líneas hasta que el caos irrumpe. Los gritos, el ataque de uno de los "bichos" y el accidente que deja el vehículo volcado al costado de un barranco se funden con la melodía del tema, que volverá a sonar —esta vez como un eco dramático— en los créditos finales del episodio. 

"Cuando pase el temblor", fue editada en 1985, pertenece al disco Nada personal, siendo uno de los hitos más audaces en la historia de Soda, que se puede experimentar entre el rock- glam y los sonidos autóctonos del noroeste argentino, evocando a rituales del norte argentino. 

En el contexto de la serie, la inclusión de esta canción aporta múltiples capas de sentido. Por un lado, representa un momento de respiro emocional y conexión con una música que evoca una identidad cultural fuerte, aún en medio del caos. Por otro, la letra: "yo caminaré entre las piedras hasta sentir el temblor", funcionan casi como una premonición poética de lo que está por suceder: la tierra tiembla, la amenaza es real y el refugio ya no existe. 

El momento inesperado y el que más se pudo sentir, es el tercer episodio el que más musicaliza uno de los momentos más específicos y de resistencia. Juan y las personas refugiadas en la iglesia comienzan a planear un escape sin que los "bichos" puedan percibirlos. Pero todo eso se logra gracias a dos salvadores, como en un principio había detallado a una monja y un linyera como símbolo de lucha, resistencia y una fe inquebrantable, son los encargados de despistar a las criaturas para resguardar la vida de los demás refugiados. 

La voz de Mercedes Sosa interpretando, "Credo" una chacarera Trunca. Es la escena que más fuerza cobra, reinvindica los sonidos folklóricos, ancestrales que nos caracteriza como latinoamericanos, es sin duda una escena más poética, potente y revolucionaría. Se quedan ellos dos: una monja y el linyera bancando la parada, prendiendo fuego una iglesia para salvar a su gente. El contraste es profundamente argentino: místico y callejero, tan contradictorio como jesuita. 

El momento más inesperado y emocionalmente intenso de la serie ocurre en el cuarto episodio, donde la música cobra un protagonismo extraordinario y se convierte en vehículo de resistencia. En uno de los pasajes más simbólicos, Juan y un grupo de personas refugiadas en una iglesia comienzan a planear un escape, tratando de evitar ser detectados por los "bichos". Pero ese plan solo es posible gracias al sacrificio de dos figuras que, desde el primer momento, se delinean como emblemas de lucha: una monja y un linyera.

Ellos se convierten en los verdaderos salvadores. Con sacrificio y entrega, se encargan de distraer a las criaturas para permitir que los demás puedan huir. Y es allí, en ese acto de entrega absoluta, cuando la escena se eleva a otro nivel con la irrupción de "Credo", interpretada por la inconfundible voz de Mercedes Sosa.

Se trata de una chacarera trunca, una forma musical profundamente arraigada en la tierra, en la historia, en la lucha. La canción, escrita por Hamlet Lima Quintana y musicalizada por Ángel Ritro, funciona como un manifiesto de fe laica, de creencia en los valores humanos, en la dignidad, en la resistencia de los despojados. Al sonar en este contexto, la voz de "La Negra" Sosa no solo acompaña la escena: la engrandece, la transforma en un acto poético y revolucionario.

El contraste no podría ser más argentino ni más simbólico: una monja y un marginal, figuras opuestas en lo social, unidas por una causa común, prendiendo fuego una iglesia no como gesto profano, sino como acto de salvación. Es ahí que se nota la gestación de lo místico y callejero, tan contradictorio como profundamente humano, tan argentino como una marcha popular en clave de fe.

La música folklórica, en esta escena, deja de ser un fondo sonoro para transformarse en un discurso de identidad: reivindica lo ancestral, lo latinoamericano, lo colectivo. "Credo" no solo emociona, interpela. En ese momento, lo popular se vuelve sagrado y lo marginal, heroico.

Este episodio logra un cierre perfecto incluso en sus créditos finales, donde la música vuelve a interpelar con fuerza. La voz inmortal de Carlos Gardel entona "Caminito", un tango que atraviesa al espectador como una puñalada dulce y melancólica. La letra, cargada de nostalgia, no solo remite a un amor perdido, sino a la imposibilidad de regresar a ese tiempo y lugar: "Caminito que el tiempo ha borrado, que juntos un día nos viste pasar. He venido por última vez, he venido a contarte mi mal." La escena no necesita imágenes para emocionar; las palabras y la voz de Gardel bastan. Es un final que te parte en dos, que duele. La partida es inevitable: "Desde que se fue, triste vivo yo, caminito amigo, yo también me voy." Pero el golpe final llega con esa línea demoledora: "Caminito cubierto de cardos, la mano del tiempo su huella borró. Yo a tu lado quisiera caer y que el tiempo nos mate a los dos." Es un disparo directo a la memoria, una forma de duelo cantado que resume la angustia que deja este brillante episodio.

El quinto capítulo vuelve a pulsar con el alma del rock nacional. A bordo de una casa rodante, mientras el grupo se dirige a la isla del Tigre en busca de refugio en la casa de Favalli, se escucha Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll. La escena se vuelve casi utópica: en medio del caos y la violencia, el sol aparece como un símbolo de esperanza. En esa pequeña pausa, hay armonía, hay vida. Lucas (Marcelo Subiotto) canta mientras avanzan, y por un instante, todo parece posible.

La música popular argentina sigue marcando el ritmo emocional del relato. Durante una cena improvisada en un supermercado tomado por los sobrevivientes, suena la "Chacarera del rancho" de Los Hermanos Ábalos. Guitarra, bombo y voces compartidas dan vida a una tradición que se mantiene viva incluso en el desastre. Es un momento de comunión, donde la raíz folklórica funciona como refugio cultural frente a la desolación.

En la apertura del sexto capítulo, la música toma un giro inesperado: "Let It Snow! Let It Snow! Let It Snow!" en la voz de Dean Martin acompaña a Juan Salvo mientras hace las compras navideñas en un centro comercial. La ironía es tan evidente como brutal: la música festiva contrasta con la tensión latente tras el reciente ataque. La escena también resignifica el encuentro entre Juan y una mujer con la que había tenido un fuerte enfrentamiento en ese mismo lugar.

Más adelante, durante el entierro de Micky (Joaquín Acebo), la música vuelve a emocionar. Miembros de la resistencia entonan en español "Auld Lang Syne" de Robert Burns, una canción asociada a los finales y a la memoria de quienes ya no están. El momento es íntimo, desgarrador, y conecta con una larga tradición de despedidas cantadas.

Finalmente, en uno de los momentos más intensos del sexto y último capítulo de esta serie argentina, Juan Salvo vuelve a cantar "Jugo de tomate frío" de Manal. Lo hace a capela, en un tren que viaja hacia un destino incierto. Sin duda es una invitación a resistir, a mantenerse en pie aún cuando todo parece perdido. Ya lo había mencionado el director en una entrevista con Javi Ponzo, es una escena que se conecta directamente con la del primer relato, de forma espontánea Darín canta esta canción de Manal en uno de los ensayos. Además, se refiere a un momento de regresión, la guerra de Las Malvinas su fuerza y renacer, esa fusión entre el actor, el personaje y la canción regresa en este momento como un eco emocional que cierra un círculo.

Así, cada elección musical en la serie no solo acompaña la trama: la transforma, la amplifica y le imprime una identidad profundamente argentina. Desde el tango hasta el rock, del folklore a la psicodelia nacional, la música funciona como narrador paralelo, como eco emocional y como ancla cultural en medio de la distopía.

Hacia el cierre del relato, en un departamento a oscuras, Juan y sus compañeros intentan resistir al paso del tiempo como pueden: juegan al truco, beben whisky, se aferran a los rituales pequeños de la normalidad en un mundo deshecho. Es entonces cuando el "Tano" encuentra un viejo vinilo de El Reloj. El director nos muestra con delicadeza el disco intacto, como un objeto sagrado. Al colocarlo, suena "El blues del atardecer", una joya olvidada del rock progresivo argentino. El tema envuelve la escena en una atmósfera densa, melancólica, casi suspendida. Es un momento que te obliga a detenerte, a respirar más lento. Es tan emotivo que, inevitablemente, te llevás las manos a la cabeza: por la música, por la historia, por lo que ya no vuelve.

Y como si eso no bastara, el último golpe musical llega con Manal y su canción "Porque hoy nací". La voz áspera y sincera de Javier Martínez, junto al bajo envolvente de Alejandro Medina y la guitarra punzante de Claudio Gabis, nos conduce hacia un viaje de introspección profunda justo cuando Juan Salvo descubre, finalmente, quién es el verdadero enemigo. Es una revelación interna más que externa. La canción no celebra el nacimiento literal, sino el despertar de una conciencia. Es la afirmación de que, a pesar de todo, aún hay algo por lo cual luchar, resistir, ser.

Así termina esta primera temporada, con un final abierto pero cargado de sentido. Porque si hay algo que esta serie nos recuerda a través de cada escena musical es que, incluso en el derrumbe, seguimos cantando.

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