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Monseñor Jorge Gottau: Pastor de los Pobres y Fundador de la Diócesis de Añatuya

Por Sergio Sayavedra | Enviado especial desde Buenos Aires.

19/05/2025 22:05 Santiago
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En el corazón de Santiago del Estero, donde la tierra parece abrazar el cielo con su sencillez y su sed, nació una obra de amor profundo y compromiso evangélico: la Diócesis de Añatuya. Esta tierra, marcada por la aridez y la esperanza, encontró en su primer obispo a un sembrador incansable de fe, justicia y dignidad: Monseñor Jorge Gottau.

Nacido el 23 de mayo de 1917 en Esteban Gascón, provincia de Buenos Aires, Jorge Gottau ingresó al seminario redentorista y fue ordenado sacerdote en 1942. Desde sus primeros pasos en el ministerio mostró una opción clara por los más pobres, una convicción que se consolidaría y profundizaría a lo largo de su vida.

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El 10 de abril de 1961, el Papa Juan XXIII lo nombró primer obispo de la recién creada Diócesis de Añatuya. Gottau aceptó el desafío con el corazón puesto en el Evangelio y la mirada fija en los más olvidados. Con muy pocos recursos materiales, pero con una fe inquebrantable, recorrió caminos de tierra, visitó parajes, formó comunidades y tejió vínculos humanos y espirituales que aún hoy perduran como huellas profundas en el alma del pueblo.

La Diócesis de Añatuya, extendida sobre más de 68.000 km² de territorio mayormente rural y empobrecido, no era para él una estadística, sino un rostro concreto, una vida que merecía ser acompañada. Allí donde no había caminos, él abría sendas; donde no había escuelas, sembraba educación; donde faltaban servicios, tejía redes de ayuda; donde reinaba el silencio del olvido, alzaba la voz de la esperanza.

Monseñor Gottau no se contentó con anunciar la fe desde el púlpito: la encarnó en la vida cotidiana de su pueblo. Promovió campañas contra la vinchuca y el mal de Chagas, fomentó la construcción de viviendas dignas, fundó escuelas, comedores, radios comunitarias y centros de formación. Su visión fue siempre integral: no se puede hablar de Dios sin preocuparse por el pan, el agua y la dignidad de los hermanos.

Fue pionero de una Iglesia en salida, mucho antes de que esa expresión se hiciera común. Se adelantó a su tiempo porque caminó con los pies en la tierra y el corazón en el Evangelio. Su compromiso se convirtió en cuerpo, en presencia real, en una cercanía que no necesitaba discursos. La gente lo sentía hermano. Lo sentía uno más. Por eso su palabra tenía peso, y su silencio, consuelo.

En 1970 impulsó la Colecta Nacional "Más por Menos", un gesto concreto de comunión entre las diócesis más favorecidas y las más pobres del país. Esta iniciativa, que aún hoy perdura, es testimonio vivo de su espíritu solidario y de su mirada nacional, eclesial y fraterna.

Participó activamente en el Concilio Vaticano II, desde donde trajo ideas renovadoras y renovadas energías para su misión. Supo abrir puertas a nuevas congregaciones, a laicos comprometidos, a jóvenes misioneros, multiplicando así los brazos y los corazones dispuestos a servir.

Monseñor Gottau no buscaba protagonismo. Buscaba el Reino. Por eso, cuando renunció en 1992, lo hizo con la humildad de quien se sabe sembrador y no dueño de la cosecha. Falleció el 24 de abril de 1994, pero su memoria sigue viva. No como una nostalgia, sino como un fuego que arde y empuja.

Hoy, en Añatuya y en tantas otras tierras del país, su nombre sigue encendiendo compromisos. Su testimonio sigue llamando a no conformarse, a mirar al que sufre, a poner el hombro donde más se necesita.

Monseñor Jorge Gottau no solo fundó una diócesis. Fundó un estilo de pastoreo. Una manera de vivir el Evangelio. Un camino de cercanía, ternura y misericordia.

Y como a él le gustaba decir:

"No hay evangelización si no se toca la vida del pueblo." Pero su obra… no terminó. Sigue viva en el corazón de su pueblo. Que este fuego que él encendió en nuestras tierras… no se apague. Que su testimonio nos anime a seguir caminando, a seguir sembrando esperanza.

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