El ingeniero agrónomo Luis María García, referente local en forestación urbana y responsable del Vivero San Martín, conversó con EL LIBERAL y desentrañó el origen de esta postal única.
¡Hay tanta belleza en las calles de Santiago!: colores, aromas y memorias que florecen entre el cemento ¡Hay tanta belleza en las calles de Santiago!: colores, aromas y memorias que florecen entre el cemento
Hay momentos en los que Santiago del Estero se revela en su forma más íntima, no a través de grandes monumentos ni postales turísticas, sino en los detalles pequeños que se escapan al andar apresurado. Es en las siestas calurosas, en las tardes de agosto cuando el viento levanta tierra y recuerdos, cuando la ciudad murmura su poesía silvestre. Entonces, bajo la sombra de los naranjos cargados de frutos y entre los destellos rosados de los lapachos en flor, Santiago nos regala un espectáculo que pocos notan pero que todos sienten.
Caminar por sus calles se convierte en un acto de contemplación: el perfume del azar se mezcla con la nostalgia de las casas bajas y el canto lejano de un violín que parece surgir de alguna radio vieja. Así, la ciudad más antigua del país nos habla con su lenguaje propio, hecho de raíces profundas, tierra seca y árboles que florecen como gestos de resistencia y belleza.
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¿Quién decidió plantar tantos naranjos en el corazón urbano? ¿Por qué estas flores nos envuelven justo cuando el invierno empieza a ceder? Las respuestas están ahí, en la historia que late bajo cada baldosa.
Una decisión que sembró identidad
El ingeniero agrónomo Luis María García, referente local en forestación urbana y responsable del Vivero San Martín, conversó con EL LIBERAL y desentrañó el origen de esta postal única.
"Estas especies no están allí por casualidad", aseguró. "Los naranjos y los lapachos fueron elegidos hace más de un siglo como parte de un proyecto de embellecimiento urbano. Su presencia, además de ornamental, tiene un profundo valor simbólico y práctico".
García, quien también dirige la Escuela de Apicultura y forma parte de la Dirección de Bosque Paula, explicó que a principios del siglo XX fue Fénix Regasón, un pionero en diseño urbano, quien planificó gran parte del arbolado público de Santiago del Estero.
"A los naranjos agrios los trajeron como ornamentales, porque son resistentes, dan sombra, y en primavera regalan su floración perfumada. Además, su fruta sirve para preparar dulces y mermeladas", relató.
Pero si hay algo que distingue a Santiago, es lo que ocurre justo ahora, en agosto: una coincidencia natural que pinta las calles con una paleta inigualable.
El encuentro de dos floraciones
"En esta época del año explica García se combinan el perfume de los azares con los colores rosados de los lapachos. Esto sucede en la avenida Belgrano, en la calle 25 de Mayo, en Urquiza, y en la prolongación Miquelar. Es una postal única. Muy pocas ciudades pueden disfrutar de estas dos floraciones al mismo tiempo".
"La particularidad de Santiago es que, por su ubicación geográfica, permite que los naranjos y los lapachos florezcan juntos. El contraste de colores y aromas convierte a esta ciudad en un lugar digno de contemplar. Es algo que hay que aprender a mirar, a valorar, a sentir", reflexionó.
No se trata solo de flores y árboles: es la identidad misma de Santiago, una ciudad que florece a su ritmo, que se resiste a perder sus formas sencillas y su belleza callada.
Aprender a ver lo cotidiano
A menudo, lo extraordinario no está en lo nuevo, sino en lo que siempre estuvo ahí. La naturaleza persistente, áspera, generosa se expresa incluso entre el cemento y el asfalto. Hay que detenerse para verla. Para olerla. Para escuchar cómo entre las ramas florecen también historias. Quizás la próxima vez que camines por las calles del centro y te envuelva ese aroma dulzón de los azares, recuerdes que no es sólo un árbol en flor: es un fragmento vivo de la historia de esta tierra. Es Santiago del Estero floreciendo, una vez más, desde su raíz más honda.








